Los pueblos y gobiernos democráticos del continente americano están estupefactos ante la negativa del régimen genocida de los Ortega-Murillo, a recibir el Grupo de Trabajo que en consonancia con la Carta Democrática Interamericana y demás postulados de la OEA, fue creado por su Consejo Permanente el 2 de agosto pasado, con el propósito fundamental de coadyuvar en la difícil tarea de encontrar una salida pacífica a la grave crisis que desde hace más de 4 meses llena de dolor y luto al sufrido pueblo nicaragüense.
Frente a esta befa a la OEA y específicamente a los doce países que integran el Grupo de Trabajo, muchos nos preguntamos: ¿Qué está esperando la organización para aplicar al execrable gobierno de los Ortega-Murillo el arto. 20 de la Carta, en el que se establece claramente el procedimiento a seguir “si las gestiones diplomáticas resultaren infructuosas o si la urgencia del caso lo aconsejare”? ¿Es que acaso 448 muertos; casi 3 mil heridos; centenares de desaparecidos; más de 300 presos políticos; decenas de miles de refugiados en otros países que han tenido que salir huyendo de la represión criminal; y la feroz cacería desatada últimamente en contra de los que han protestado pacíficamente y de sus familias, es que acaso, repito, toda esta tragedia apocalíptica de todo un pueblo no amerita una urgente atención de parte de nuestros representantes en la OEA? Igualmente nos preguntamos: si los honorables miembros de la OEA van a limitarse únicamente a condenar las tropelías del régimen mediante retóricos discursos, ¿o van a tratar con hechos de evitar que sigan, impunemente, matando nicaragüenses?
Porque la verdad es que Ortega basado en una policía corrupta y sanguinaria y en un ejército cipayo que se ha hecho de la vista gorda antes los crímenes de los paramilitares encapuchados orteguistas, pretende desafiar desde su búnker en El Carmen a la inmensa mayoría del pueblo de Nicaragua que lo repudia; a la OEA y al mundo democrático, todo bajo el absurdo argumento de:
Por mis pistolas. No hay elecciones justas y libres, por mis pistolas; no hay libertad de expresión, por mis pistolas; no hay autonomía universitaria, por mis pistolas; no hay Diálogo Nacional, por mis pistolas; no hay ciudadanos independientes en su manera de actuar y de pensar, por mis pistolas.
Con un régimen así, Nicaragua nunca podrá ver el presente pletórico en felicidad que se merece y el futuro con igualdad de oportunidades para todos, recordando siempre que todo esto tiene costo que tenemos que pagar y que lo estamos pagando, pues como decía el Mártir de los Derechos Civiles de los Estados Unidos, Martin Luther King (1929-1968): “La libertad nunca es voluntariamente otorgada por el opresor; debe de ser exigida por el que está siendo oprimido”.
El autor es periodista, Secretario General de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero. Reside en Costa Rica