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“Y no saber adónde vamos”

Llevamos más de cuatro meses en la resistencia cívica y pacífica que comenzamos los universitarios aquel 18 de abril. Han pasado tantas cosas que nunca imaginamos vivirlas. Aquella vieja e impune historia del pasado que causó horror a Nicaragua, volvió a sacar su esencia. Daniel Ortega se convirtió en lo que prometió destruir.

La cruel represión ha obligado a muchos nicaragüenses a estar en la clandestinidad, como Oscar René Vargas, que sufre de persecución y que en una ocasión le salvara la vida al dictador de ahora.

Como Álvaro Leiva, obligado a autoexiliarse por defender los derechos humanos. Y como Carlos Mejía Godoy que repite su ciclo de exilio como en la década de los 70.

Pienso en los más de 23 mil nicaragüenses que han huido de la represión de Ortega-Murillo. Costa Rica ha tenido que recibir tantos hermanos nicaragüenses en busca de trabajo, asilo u otra oportunidad que el Gobierno de Nicaragua les ha cerrado aquí. Es un éxodo que parece no finalizar porque día a día va creciendo la oleada de migración, más ahora con la criminalización de la protesta a través de la persecución judicial.

Una minoría, en Costa Rica, ha expresado su desencanto a los nicaragüenses que radican allá como refugiados. Dos pueblos con muchas coincidencias históricas y más similitudes que diferencias, ven el escándalo de unos cuantos falsos nacionalistas que son voces de la xenofobia. Sin embargo, las redes sociales han demostrado que hubo nicaragüenses enviados por el gobierno de Ortega a hacer aquel inhumano gesto en el parque La Merced, de San José. Se pudo ver rostros que estuvieron en Jinotepe y Diriamba cuando la violencia les llegó a los obispos y al Nuncio.

Daniel Ortega y Rosario Murillo han sido la causa principal de este viacrucis social que nuestros hermanos han tenido que iniciar. Huir ha sido la salida a esta espiral de violencia policial, paramilitar y hoy judicial. La crisis económica nos está enviando a ese éxodo porque el gobierno no quiere aceptar la solución de la renuncia de la pareja, y elecciones adelantadas en 2019 como plantearon los obispos y establece el calendario electoral de la OEA.

Los organismos internacionales han insistido en denunciar la grave violación de derechos humanos que ha cometido y continúa cometiendo el gobierno. Ortega no puede seguir amparándose en el principio de autodeterminación de los pueblos para seguir violentando los derechos humanos de su mismo pueblo.

Hoy muchos nicaragüenses se sienten apátridas, han tenido que revivir la diáspora. Quienes nos ha tocado despedir en estos días anhelan que llegue el momento de decir como Rubén Darío:

“El retorno a la tierra natal ha sido tan sentimental, y tan mental, y tan divino…”.

El autor es estudiante universitario.

Opinión Crisis en Nicaragua persecución archivo
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