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La inevitabilidad del amanecer

Ya dijo Cicerón: “Estamos divorciados de la democracia. Somos esclavos de la letra de la ley o somos esclavos de la demencia del tirano”.

Aquí, en Nicaragua, este revolucionario de descarte y sus comparsas cuestan demasiado al país, no solo por ser adalides de la corrupción, sino por —lo que es supremamente inaceptable— el asesinato, la desaparición, la mutilación y la tortura de miles de nicaragüenses desde la confrontación de los años 80 hasta hoy. Es una lástima, aunque necesario en la coyuntura, que se gaste tinta para denunciar la demencial y aberrante conducta de Ortega-Murillo, en lugar de debatir ideas, articularlas y armonizarlas, en beneficio de nuestro país.

El triunfalismo del régimen insistiendo en el espejismo de un crecimiento económico, aún inferior al de hace 40 años, se estrelló contra un descontento social acumulado por años, el otro lado de la misma moneda, revelando que no basta un crecimiento que arrastra desigualdad, que es el caldo para el populismo en el intento de soslayarlo y la represión en el intento de suprimirlo. El grado de desarrollo humano, bajo este gobierno ilegal e ilegítimo, es desmesuradamente deficitario y revela, por otro lado, que aquí no se debaten ideas ni programas en democracia, con el fin de formular un proyecto de nación hacia el mediano y largo plazo. Todo es secretismo y monólogo, una señal inequívoca de dictadura. A lo que el pueblo aspira es poder vivir con justicia y libertad, apegado a los derechos constitucionales y las leyes internacionales, que conduzcan a la disminución de la pobreza e incremente el acceso a la educación y la salud, pilares fundamentales para el progreso de la nación.

El populismo es pan para hoy, hambre para mañana. No es un postulado, es una realidad. Los programas populistas han fracasado en todas partes porque el dinero se acabó. Sin embargo, para infortunio de nuestro país, el dictador recurre al manido recurso de la represión, la que unida a la corrupción y al autoritarismo, forman la trilogía distintiva y el sello incuestionable de un sistema de gobierno obsoleto, viciado, criminal e inepto, un gobierno conformado por individuos minúsculos que nunca tuvieron la grandeza de una visión de estadista para el bien del pueblo, al que están obligados a proteger de las adversidades a las que somos proclives y a desarrollar en la juventud los valores cívicos y la formación crítica.

En Las uvas de la ira John Steinbeck sentenció: “La represión puede retrasar el día de la caída de los tiranos, pero fortalece la inevitabilidad de ese día”. Esa es la esperanza que reclama paciencia.

Como decía mi abuelita: “Paciencia piojo que la noche es larga”. Pero no olvidemos que si más negra es la noche es porque está pronto el amanecer.

Opinión amanecer inevitabilidad archivo
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