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Bondad del corazón

“Ser sabio y prudente quien cumple con las leyes de Dios” (Dt. 4, 6), es hoy más que nunca importante. Las leyes de Dios son siempre liberadoras porque son producto del corazón, mientras que las leyes humanas, muchas veces esclavizan porque son el producto de la imposición (Mc. 7, 9).

Las leyes sin un buen corazón, aunque esas leyes sean divinas, no valen para nada (Mc. 7, 21). Lo que identifica la bondad de las personas no es el cumplimiento de leyes, sino la bondad del corazón.

El corazón es la fuente de la maldad o de la bondad. Del corazón surgen “las malas intenciones, la fornicación, los robos, los homicidios, los adulterios, la codicia, las injusticias, los fraudes, la difamación…” (Mc. 7, 22); es decir, todo cuanto destruye la vida y convivencia. Pero, igualmente, del corazón surge la bondad, la fidelidad, la solidaridad, la justicia.., es decir, todo cuanto dignifica y desarrolla la vida y la convivencia. De ahí la necesidad de una sana educación del corazón. Un buen corazón conlleva siempre el cumplimiento de la ley, no como un pesado yugo, sino como la expresión más viva de la libertad, compañera inseparable del amor.

Quien tiene un buen corazón tiene buenos sentimientos, sabe comportarse de una manera digna con Dios y con los hombres, da y brinda amor y solidaridad y colabora con su entrega al servicio y beneficio de los demás. Quien tiene un buen corazón, aunque no existan las leyes, no solo no hace el mal, sino que siempre está pendiente de hacer el bien. Por eso, aunque es verdad que es necesario enseñar las leyes para que sean cumplidas, mucho más urgente es necesaria la educación del corazón.

Las leyes rigen nuestra vida y convivencia; pero el corazón le da sabor, fuego y sentimiento a la ley. Las leyes son limitadas; el buen corazón no tiene límites, va más allá de la ley. La ley es utilizada por el poder, sea político, social, económico, familiar o religioso para oprimir; la educación del corazón conlleva educación para la vida y la convivencia en sana libertad.

Si queremos un buen comportamiento ciudadano, familiar o cristiano, no podemos quedarnos en el simple cumplimiento de leyes; tenemos que ir a la educación del corazón. Nuestros países necesitan menos leyes y más ciudadanos de buen corazón. Nuestras familias necesitan menos normativas y más miembros con buen corazón. Nuestras comunidades cristianas necesitan menos leyes y más buen corazón en cada uno de los cristianos.

Sobran leyes y falta gente con buen corazón; por eso dice Dios en el libro del profeta Oseas: “Prefiero la bondad del corazón a todo sacrificio” (Os. 6, 6). La grandeza y la riqueza de las personas no está en el cumplimiento de las leyes, sino en la bondad de su corazón. Solo la gente de buen corazón es capaz de cambiar este mundo en uno más humano y solidario.

El autor es sacerdote católico.

Opinión Bondad corazón archivo
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