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Columna Competitividad Empresarial

Carlos R. Flores

¡Es para ayer!

¡Es para ayer! denota que la tarea debe ser realizada con la máxima urgencia, no importa lo que haya que hacer. Implica que ya no hay tiempo para pensar

Esta es una frase favorita del personal gerencial, incluyendo a los supervisores de primera línea.  Denota que la tarea debe ser realizada con la máxima urgencia, no importa lo que haya que hacer. Implica que ya no hay tiempo para pensar.

La otra frase adorada de los seleccionadores es: “Dispuesto a trabajar bajo presión”. Esto como si tal el tolerar la mala planificación  –que es la que provoca la presión operacional desmesurada– fuese un nivel superior de desempeño, o bien, una virtud angélical que pueda distinguir a los buenos del resto.

Es natural que una organización tenga un sentido de urgencia, esto es indudable. La pregunta clave que hay que hacerse es: ¿estamos promoviendo con estos llamados una cultura de prisa operacional sin reflexiones? ¿enviamos acaso el mensaje que las tareas riesgosas hay que realizarlas de forma expedita, aun sin pensar?

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El problema es complejo puesto que una de las causas raíces de causación de accidentes más frecuente, es el modelaje equivocado del pensamiento de quienes ejecutan las tareas. Se piensa erróneamente que la excesiva rapidez es sinónimo de eficiencia operacional.

El lenguaje modela el pensamiento, las actitudes y el comportamiento social. La forma en que usted habla a sus colaboradores sobre realizar las operaciones dice muchísimo más de lo que usted se imagina.

Es útil saber que un líder organizacional responsable debe mantener un balance prudente entre el sentido de urgencia y la ejecución de las tareas riesgosas, de las cuales podría resultar un accidente operacional.

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El sentido de urgencia y la ejecución correcta y segura de una tarea, podrían ser rivales que compitan acérrimamente en la mente de quienes la realizan.  Hay que entender que el primer mandamiento de una empresa es mantenerse competitiva, no obstante, estar conscientes también que hay varios primeros mandamientos, uno de los cuales es principalmente, no inducir inconscientemente al personal a lastimarse.

Debemos conocer que el sentido de urgencia extremo podría hacernos ver el trabajo engañosamente en términos de fechas límites y objetivos. Esto puede percibirse acaso como beneficioso, pero será sólo en el corto plazo, por el tiempo en que tardan en incubarse las fallas y omisiones que provocan accidentes.

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La prisa operacional sin reflexiones –si es promovida como sinónimo de una pretendida cultura de rapidez–  incubará errores e incumplimiento de pasos, provocando tarde o temprano un accidente operacional severo.

No se debe caer en la bipolaridad organizacional, que es buscar las causas raíces de un accidente grave e identificar inapropiadamente otros factores, que son meros síntomas de algo más pernicioso: nuestra propia dirección operacional.

Algunas organizaciones caen en lo que yo llamo “embrujo de la rapidez”, que es ejecutar las operaciones de una forma precipitada, debido principalmente al látigo del “era para ayer”, pero perdiendo de vista que esas conductas son, precisamente, las semillas del árbol envenenado que producirá un accidente futuro.

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Existen estudios y elementos comprobados –que lamentablemente no cabrían en estas 700 palabras– en donde se comprueba que en los ambientes “era para ayer”, las presiones operativas representan una gran fuente de estrés al personal, pero a la vez, que su ejecución es siempre efectuada en “piloto automático”, con poca reflexión en los detalles.

Usted no puede tolerarse que la prisa operacional sea una licencia gerencial para que esta conducta lastime al personal.

¿Cuál será la recomendación ante este fenómeno precursor de accidentes?

Las gerencias deben comunicar abiertamente que, aunque la competitividad es un mandamiento primario y natural, no debe de ser una práctica del “se vale todo”, ya que esa es precisamente una de las paradojas administrativas. Ocurrió porque “me dijeron que lo hiciera lo más rápido posible”, o que “estábamos atrasados”, o bien el nefasto imperativo del “era para ayer”.

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Usted tomador de decisiones debería hacerse las preguntas siguientes:

  1. ¿Qué tan frecuente en su empresa el sentido de urgencia irreflexivo es una causa de accidente?
  2. ¿Estoy obteniendo información confiable y verificable sobre esta frecuencia de la pregunta anterior? ¿Cómo lo sabría con mayor certeza?
  3. ¿El personal conoce que el sentido de urgencia sin reflexiones es una práctica no aceptable, o más bien, que sí la es?
  4. ¿Hemos dispuesto reglas cardinales de actuación o valores corporativos para guiar la acción

El autor es director ejecutivo de Cambio Cultural

[email protected]

Economía Carlos R. Flores Competitividad Empresarial archivo

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