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Monumento de Rubén Darío. LA PRENSA/Arnulfo Agüero

Rubén Darío y la demagogia política recobra valor en la crisis de Nicaragua

Seis notas sobre el demagogo irresponsable y “las turbas”, los candidatos, la educación, la paz y las injusticias sociales

1- Rubén abominaba la demagogia política y el uso del pueblo como instrumento de destrucción. Así dice, a propósito de “las turbas”: “Eso es obra de locos corrompidos: llevar las turbas a que despedacen las puertas de los almacenes, y roben primero, y lo den todo al fuego después; conducirles a las tabernas y bodegas para que se emborrachen y así redoblen sus inmoralidades. La muchedumbre va por la calle gritando, amenazante, beoda, brutal, feroz”.

2- Frente al demagogo barato e irresponsable, Darío pondera al estadista: “El hombre de Estado cumplirá como bueno sus tareas, y su discreción y su conocimiento de los grandes asuntos en que había de ejercitar su pericia no han de quitarle, ni la vivacidad y frescura del ingenio, ni el pensamiento creador, ni el intelletto d’amore para su pasión artística”.

3- Rubén tenía un gran aprecio por la educación del pueblo y, en particular de la mujer, adelantándose en un siglo a lo que hoy es la política oficial de la Unesco acerca de la importancia de instruir a la mujer y, en especial, a la mujer campesina: “En los tiempos modernos, escribió Darío, se ha comprendido en todas las sociedades civilizadas, la grandísima importancia que tiene la educación de la mujer, conocida su vasta influencia sobre los ciudadanos. Y bien. La ocupación y el oficio cierran a la mujer la puerta del lupanar; aumentan los matrimonios en las clases trabajadoras, y hacen que sobre el alma del pueblo pase un aire de bien que vivifica y conforta… La madre laboriosa hará al hijo laborioso y buen ciudadano”.

4- Hasta de los candidatos a cargos públicos se ocupó Rubén. En un breve artículo La comedia de las urnas, incluido en el volumen Crónica Política de sus Obras Completas, dice lo siguiente a propósito de los candidatos: “No querría que se creyese por esto que todos los candidatos son farsantes. Pero juzgo que a la mayor parte les falta sinceridad. Pues yo llamo sincero a aquel que, dándose cuenta de lo que significa su mandato, no disfraza la verdad exagerando el bien, paliando y velando el mal; a aquel que no promete sino lo que puede cumplir, y que lo promete porque está resuelto a ponerlo en práctica en seguida; a aquel que lucha por un ideal. Llamo sincero, en fin, al candidato que habiendo buscado y encontrado en la rectitud de su conciencia la manera de hacer el bien verdadero al país en general y no solo a su circunscripción, pone toda su voluntad, toda su alma, todo su ser, en transformar su programa en actos, y que si no ha hecho todo lo que ha querido, ha hecho, de todas maneras, lo que ha podido”.

5- “La paz, afirma Edelberto Torres, es un leitmotiv en la poesía social de Darío”. La paz fue un tema permanente en su canto. No debe entonces sorprendernos que casi al final de su vida, y pese a lo deteriorado de su salud, Rubén emprenda una gira pacifista, y que uno de sus últimos poemas haya sido precisamente consagrado al tema de la paz (1915):

“¡Oh pueblos nuestros! ¡Oh pueblos nuestros! 
en la esperanza y en el trabajo y la paz. Juntaos
No busquéis las tinieblas, no persigáis el caos,
y no reguéis con sangre nuestra tierra feraz”.

(Pax).

6- Ante las injusticias sociales, Rubén llega incluso a denostar la “democracia”, o mejor dicho, el remedo de democracia que generalmente la historia les ha reservado a nuestros desventurados pueblos: “¿No se llama democracia a esa quisicosa política que cantan los poetas y alaban los oradores? Pues maldita sea esa democracia. Eso no es democracia, sino baldón y ruina. El infeliz sufre la lluvia de plagas; el rico goza. La prensa, siempre venal y corrompida, no canta sino el invariable salmo del oro. Los escritores son los violines que tocan los grandes potentados. Al pueblo no se le hace caso”.

Sin embargo, Rubén fue siempre un ferviente admirador de la democracia y sabía que solo ella puede salvarnos de las tiranías de cualquier signo:

“Tu hoguera en todas partes, ¡oh Democracia inflamas,
tus anchos pabellones son nuestros oriflamas,
y al viento flotan ya.

“Cuando se desentense el arco puesto en comba,
traerá en el pico al mundo la mística colomba
la oliva de la Paz”.

(Salmo de la pluma).



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