Todo parecía ir perfecto para Román “Chocolatito” González, un pugilista destinado a la grandeza, tras una trayectoria admirable desde que era un niño.
Y seguimos con asombro su escalada, que fue la confirmación de las expectativas, gracias a su combinación perfecta entre técnica y coraje, potencia y estilo.
González se convirtió en una estrella con todo un país detrás. Su boxeo transmitía una emoción singular, mientras acumulaba victorias y títulos mundiales.
Su legado comenzó a adquirir forma y fondo, mientras llevaba los pesos pequeños, que permanecían en una posición marginal, al centro de los reflectores.
Y se convirtió en una excelente noticia para el boxeo. Román no solo era el mejor, sino el más atractivo pugilista. Peleaba hacia adelante, con armonía y poder.
Su lista de víctimas creció aceleradamente, hasta coleccionar 46, pero como siempre hay críticos, se puso en tela de juicio la calidad de varios de sus oponentes.
Fue entonces cuando apareció en escena Srisaket Sor Rungvisai y en una demostración de coraje y sentido de reacción, González lo venció tras haber sido tumbado, pero fue despojado.
Vino entonces la revancha para acabar con las polémicas y todo resultó peor. Román fue noqueado al inicio y de su brillo no quedó nada, solo desánimo y destrucción.
Desde entonces, la incertidumbre lo ha rodeado, sus acciones han caído y su futuro se volvió difuso, mientras dilataba su regreso a los entrenamientos.
Y mientras eso ha ocurrido, su popularidad se fragmenta al identificarse con el Gobierno, algo que no es nuevo, pero que se magnifica por la actual crisis sociopolítica que vive el país.
Ahora estará de vuelta y aunque el mexicano Moisés Fuentes parece un rival a la medida para que se luzca, la incertidumbre tiene que ver con su capacidad de recuperación.
Este sábado, González subirá al ring en Las Vegas, Nevada, donde intentará extraer brillantez de su pasado, mientras espanta sospechas que apresuran su final.
¿Cuánta calidad le queda a Román? Pronto vamos a descubrirlo.
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