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La Iglesia, Ortega y el discurso de odio

El discurso de odio es una categoría no protegida por la libertad de expresión y para su existencia requiere: Cualidad especial en el emisor

Poco después de que iniciaran las protestas en Nicaragua, Ortega calificó de golpistas a los obispos de la Conferencia Episcopal, más recientemente monseñor Rolando Álvarez fue detenido e insultado por grupos de choque; el padre Edwin Román fue agredido personalmente por el comisionado Ramón Avellán; aparecieron pintas en la Catedral de Managua; y hubo irrupciones violentas de grupos de choque en diversos templos católicos. Pero ¿estamos en presencia de discurso de odio contra la Iglesia católica y/o sacerdotes?

El discurso de odio es una categoría no protegida por la libertad de expresión y para su existencia requiere: Cualidad especial en el emisor (líder, jefe de Estado); que se niegue derechos humanos a un grupo con un rasgo identitario (raza, tono de piel, sexo, religión, opinión política, etc.); se presente en un contexto determinado; y que se incite a la violencia o ponga en riesgo la integridad del grupo con rasgo identitario. Ortega reúne la cualidad especial del emisor y que sus esbirros harán lo que les ordene, pero la pregunta clave es: ¿Estos ataques niegan derechos humanos?
Las irrupciones violentas a templos durante oficios religiosos claramente vulneran la libertad de culto, pero los ataques directos que reciben los religiosos son justamente consecuencia del cuestionamiento público que han hecho de la represión. Los religiosos, en virtud del principio de universalidad de los derechos humanos, tienen derecho a la libertad de expresión, individual o colectivamente (pronunciamientos de la Conferencia Episcopal), nos guste o no, convenga o no en otros temas, los sacerdotes y la Iglesia en su conjunto pueden expresar su sentir a la feligresía o a la sociedad en su conjunto y esto es protegido por la libertad de expresión.

Valorando los hechos y encasillándolos en los elementos del discurso de odio, podemos concluir que se está presentando en Nicaragua en contra de la Iglesia y sus sacerdotes. No obstante, existe un elemento artificial ya que los esbirros y grupos de choque del régimen actúan motivados por un salario, prebenda o beneficio, son una suerte de mercenarios de violencia que no defienden principios, valores o ideologías. El origen de la prohibición del discurso de odio es que el llamado de un líder a la violencia contra un grupo en determinado contexto aliente a sus seguidores a consumar la violencia, el Ku Klux Klan no paga, los hutus en Ruanda no tenían nómina.

Por lo tanto, la conclusión más justa tal vez sea que estemos en presencia de una variante del discurso de odio, o bien, solo es la forma que tiene una pareja desalmada de aferrarse al poder en un país con hambre.

El autor es maestro en Derechos Humanos.

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