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El tesoro de la amistad

Tener amigos verdaderos es una de las experiencias más bellas que siempre recordamos de nuestra vida, ya que los amigos son parte de nuestra existencia y de nuestra vida. En la edad de la adolescencia y la juventud, los amigos son tan importantes o más que nuestros mismos padres.

Los grandes filósofos, poetas y pensadores han ensalzado siempre la amistad como uno de los grandes valores que puede tener alguien. El libro de los Proverbios nos dice: “Hay amigos mejores que un hermano” (Pro. 18, 24). Y el libro del Eclesiástico dice: “Quien encuentra a un amigo, encuentra un tesoro” (Eclo. 6, 14).

La verdad es que tener un buen amigo, es tener una gran riqueza ya que las riquezas no se encuentran así porque así, como tampoco los amigos. Ser un buen amigo o encontrar uno son las dos cosas más difíciles del mundo, porque suponen la renuncia a dos egoísmos y la suma de dos generosidades. Suponen, además y sobre todo, un doble respeto a la libertad del otro, y esto sí que es casi pedir un milagro.

Sin embargo, cuando solo se busca al otro por el interés, esas personas no son amigos; están a la orden solo para un rato y cuando les conviene y a la hora del sacrificio huyen. No les importa destrozar los principios morales y éticos del otro. Son falsos e hipócritas. Son dominantes y anulan a los demás. Por eso Proverbios dicen: “Hay amigos que sólo son una ruina” (Prov. 18, 24). Por los falsos amigos muchos jóvenes se han metido en el pozo de la droga, del vicio, del alcohol y les ha llevado a huir hasta de la misma familia. Por los falsos amigos muchos han roto hasta sus propios principios, su moral y su personalidad.

Jesús tuvo amigos, convivió con ellos, compartió con ellos y les amó hasta el fin (Jn. 13.1), hasta dar la vida por ellos (Jn. 15, 13). Pero, como siempre, Jesús nos impresiona por su absoluta libertad, aun frente a sus propios amigos: a Judas no le permitió que fuera un “pantallero” caritativo, cuando Jesús sabía que era verdaderamente un ladrón (Jn. 12, 4-8).

A Santiago y Juan les habló con dureza porque solo pensaban en buscar su propio interés (Mc. 10, 35-49. Se indignó contra los doce porque impedían que los niños se le acercaran (Mc. 10, 13-16). A Pedro le contestó con dureza porque no quería dejarse lavar los pies (Jn. 13, 8-9), y en el evangelio de este domingo hasta le llama “Satanás” porque quería apartarle de su camino de fidelidad (Mc. 8, 32-33).

Jesús es capaz, y así lo hizo, de dar hasta la vida por sus amigos (Jn. 13, 1); pero jamás les permitió que le apartaran de cumplir con su misión o que le llevaran por caminos que no eran los del Padre. Un buen amigo es un gran tesoro, nos puede hacer mucho bien; pero un mal amigo es una ruina, nos puede hacer mucho mal.

El autor es sacerdote católico.

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