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A la izquierda, el joven Edwin Carcache Dávila, en una manifestación. Carcache Dávila tiene 27 años de edad y es egresado de la carrera de Comunicación Social. También es miembro de la Coalición Universitaria y como parte de la Alianza Cívica por la Democracia y la Justicia, participó en el Diálogo Nacional. Hoy es un preso político.

Edwin Carcache, el muchacho del gorrito azul y blanco

Profesional, padre, fanático del Futbol Club Barcelona, líder de las protestas ciudadanas. Esta es la historia de Edwin Carcache Dávila, el joven del sombrero azul y blanco

Antes del 18 de abril Edwin Carcache Dávila era un muchacho hiperactivo que veía series de zombis, cantaba en karaokes, jugaba videojuegos en línea, los domingos organizaba partidos de futbol en su cuadra y solo peleaba cuando alguien le ofendía al Barcelona. Vivía con su madre en una casa de Managua y su mayor sueño era ser cronista deportivo, porque para eso estudió Comunicación Social en la Universidad Centroamericana (UCA) y porque se imaginaba a sí mismo narrando un partido desde el Camp Nou.

Su vida cambió un miércoles por la noche, el pasado 18 de abril, cuando vio imágenes desconcertantes que llegaban desde la UCA y Camino de Oriente. Jóvenes universitarios que se habían reunido para protestar con cartulinas y banderas contra las reformas al Seguro Social eran replegados violentamente por antimotines de la Policía Nacional y perseguidos por enardecidas turbas del Frente Sandinista.

Como muchos nicaragüenses, esa noche el muchacho se indignó ante la represión desmedida e innecesaria empleada por el Gobierno y decidió que no podía quedarse de brazos cruzados. Así que al día siguiente, el 19 de abril, fue a la avenida universitaria para apoyar a su manera a los estudiantes de la UCA y de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) que desde muy temprano empezaron a protestar contra las reformas firmadas por Daniel Ortega.

Ahí vio más represión y la reportó en redes sociales, recuerda su madre, doña Mercedes Dávila. “Él andaba filmando con su teléfono celular porque a mi hijo siempre le ha gustado su carrera”, expresa la señora, quien desde el pasado 4 de septiembre no ha parado de llorar. Ese día la Policía capturó a su hijo para acusarlo, entre otros delitos, por terrorismo.

Edwin en su primera comunión. Su familia es católica y él estudio en la escuela de una parroquia. LA PRENSA/CORTESÍA

El joven que el 19 de abril solo llegó para grabar la represión, se fue involucrando en las manifestaciones ciudadanas hasta convertirse en una de las principales figuras de la Coalición Universitaria y de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia. Su gorrito azul y blanco no faltaba en los plantones, primero exigiendo justicia por las víctimas de la represión del Estado y luego pidiendo la libertad de los presos políticos del Gobierno.

—Hijo, no salgás, te lo pido de corazón, no salgás —le imploraba, por teléfono, doña Mercedes, pues a partir de la última semana de abril dejó de verlo en casa.
—No puedo, madre. Porque no podemos dejar impune todo lo que ha pasado —contestaba Edwin.
—Pero estás en peligro.
—No importa… Mis amigos están presos y si yo paro esta lucha, ¿quién la va a seguir, madre? ¿Quién va a sacar a Rodrigo, a Hanssel, a Marlon? ¿Quién los va a sacar?

Por eso el día de su captura le encontraron —además de tres agendas con discursos e información sobre reuniones y convocatorias— un libro sobre los derechos y deberes de los privados de libertad en Nicaragua. Y ahora, desde la cárcel, donde enfrenta cargos por terrorismo, robo agravado, facilitación de evasión (fuga de reo) y entorpecimiento de servicios públicos, está pidiendo que siga la lucha por los presos políticos. Por él, por Hanssel, por Rodrigo, por Marlon, por Medardo, por Elsa. Por todos.

Doña Mercedes Dávila ha continuado la lucha de su hijo por la liberación de los presos políticos del régimen de Daniel Ortega. Esta foto fue tomada durante la Marcha de los Globos, que ella misma convocó y que se realizó el domingo 9 de septiembre. LA PRENSA/ MANUEL ESQUIVEL

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Orígenes

Quienes lo conocieron en la universidad lo recuerdan preguntón y bromista. Edwin Carcache Dávila era el alumno que siempre levantaba la mano para participar en clase y acababa haciendo reír a todos, recuerda el periodista Wilih Narváez, compañero suyo en la carrera de Comunicación Social.

Casi todos lo llamaban por su apellido: “Carcache”. Edwin participaba en ferias, seminarios y programas de la universidad. Mantenía el promedio para conservar la beca del ciento por ciento que le permitía estudiar en la UCA y de alguna manera encontraba tiempo para tener novias y meterse a ligas de futbol. Sin embargo, con todo y lo participativo que era, a sus amigos les sorprendió verlo al frente de las manifestaciones azul y blanco, mostrando un liderazgo enorme que hasta entonces no le habían conocido.

A partir de abril su actividad en el chat grupal de excompañeros de la UCA en WhatsApp se volvió menos frecuente y más tarde, cuando sus amigos hablaban de salir a divertirse un rato, él protestaba señalando que en la situación actual del país eso simplemente no era una posibilidad.

Incluso su madre dejó de verlo. Todavía en la primera semana de la revuelta ciudadana Edwin llegaba a dormir a su cama; pero luego, por unos días, estuvo atrincherado en la Universidad Politécnica (Upoli), adonde llevaba víveres para los estudiantes en protesta, y pronto empezó a quedarse en casas de seguridad.

Para poder verlo su madre tenía que asistir a las marchas y buscar el gorrito azul y blanco entre el gentío. Así fue el 30 de mayo, Día de las Madres y “Día de la Masacre del Día de las Madres”. Desde la parte superior del paso a desnivel de la Centroamérica, doña Mercedes lo distinguió abajo, entre la multitud, y empezó a gritar su nombre: “¡Edwin! ¡Edwin! ¡Edwin!”

Edwin miró hacia arriba y también la reconoció entre la gente. Entonces se quitó el gorrito azul y blanco, para saludarla, y se puso a llorar. Doña Mercedes avanzó entre la muchedumbre, corriendo, apartando personas y banderas, hasta que llegó al sitio donde estaba su hijo, acompañado por amigos como Hanssel Vásquez y Rodrigo Espinoza.

Ahí lo abrazó, cuenta llorando. Y muestra la foto en la que ambos aparecen vestidos de negro, en medio de una marcha que acabó en más represión y más luto.

Uno de los muchos reconocimientos que Edwin Carcache Dávila recibió en la Universidad Centroamericana. LA PRENSA/ CORTESÍA

El muchacho temía por la seguridad de su madre más que por la de él mismo. Se acostumbró a recibir amenazas y ofensas en las redes sociales y cuando su mamá perdía la compostura ante las acusaciones que le hacían, él, sereno, le pedía: “Tranquila, madre. Usted sabe que todo es mentira”.

Cuando creció la intensidad de las acusaciones, en medio de una cacería de líderes campesinos y estudiantiles, la familia le pagó la visa para que se pusiera a salvo en Costa Rica, como ya habían hecho otros muchachos de la Coalición Universitaria. Pero Edwin no se quiso ir. Se sentía responsable por sus amigos presos y para él, irse del país era abandonarlos.

Siguió al frente de los plantones por la liberación de los reos políticos de Daniel Ortega. “Nosotros preferimos manifestarnos a muerte, es decir, a pesar de que nos puedan matar, que vivir como esclavos, por eso la gente ya no tiene miedo a pesar de que nos agredan, a pesar de que nos amenacen”, declaró el 28 de julio, un mes y siete días antes de que lo arrestaran.

La mañana del jueves 6 de septiembre la Policía lo presentó ante los lentes de los medios de los Ortega Murillo como líder de una banda terrorista. Edwin estaba sereno y sonreía. De pronto vio hacia el cielo, murmuró algo y mirando fijamente a las cámaras volvió a sonreír.

“Yo sé que mi hijo estaba rezando”, solloza su madre.


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Tortura

Edwin Carcache Dávila tiene 27 años y es el mayor de tres hermanos, todos varones. Su papá es pintor automotriz y su madre siempre ha trabajado como conserje, pero desde pequeño le enseñaron que la política no era el camino para salir de pobre, sino el trabajo.

Luego de egresar de la universidad Edwin hizo sus pasantías en la Radio Ya y decidió que nunca más quería trabajar para este Gobierno; entonces laboró en Conexiones, de la Universidad Centroamericana, y después vivió por un tiempo en Panamá, donde trabajó en lo que pudo. Al volver a Nicaragua encontró empleo en el área de administración de una empresa de transporte, pero él lo que quiere es ser cronista.

Durante su audiencia preliminar, Edwin Carcache Dávila tenía la mirada perdida. Luego de ser detenido con un libro sobre los derechos y deberes de los privados de libertad en Nicaragua, enfrenta cargos por el delito de terrorismo, entre otros.

Reportar la represión sufrida por los universitarios ese 19 de abril fue una forma de ejercer la profesión para la que se preparó. Lo que vino después, su participación en las protestas y en el Diálogo Nacional, fue su manera de cumplir los deberes ciudadanos con los que se comprometió.

Ahora su padre, Edwin Carcache Bello, está totalmente enfocado en el proceso legal que la Fiscalía está dirigiendo contra su hijo. Y Julio Montenegro, abogado de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), ha denunciado que en ocho días el muchacho fue interrogado al menos 26 veces, que todo el tiempo ha permanecido en boxer y que lo han golpeado en el estómago, la cabeza y una mano.

“Sigan luchando por los presos políticos”, le pidió Edwin a su papá el día de su audiencia preliminar, el pasado 11 de septiembre.

A la cárcel sus parientes más cercanos le llevan sus comidas favoritas, salpicón, maduro con queso y bebidas energéticas. Pero no saben si las está recibiendo.


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Orgullo

Su madre ha tomado el lugar de su hijo en las protestas ciudadanas. Y se le ha visto como una fiera dirigiendo las marchas desde lo alto de una camioneta. Sin embargo, dice, no quiere que la vean como una líder. “Solo quiero la libertad de mi hijo y de todos los presos políticos”, afirma doña Mercedes.

Aunque llora todo el tiempo, está orgullosa de su hijo y lo demuestra en todas las formas posibles. Como la noche que fue a parar al Hospital Militar luego de un plantón en la UCA. No quiso que le quitaran el gorrito azul y blanco. Se lo dejó puesto porque quería que todos supieran quién es ella: la madre de Edwin Carcache Dávila.


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Apuntes sobre Edwin

Edwin Carcache Dávila es padre de una niña y un niño. Se convirtió en papá hace cinco años, cuando nació su hija.
En el año 2008 empezó a estudiar la carrera de Comunicación Social en la Universidad Centroamericana (UCA), con una beca del ciento por ciento y la culminó en 2012.

Hasta antes de las protestas de abril se encontraba estudiando una segunda carrera: Administración de Empresas, en la Universidad del Valle.

Edwin fue boy scout de los 12 a los 18 años. En esa época adquirió el gusto por los sombreritos.

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