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Elsa Valle, Nicaragua, presos políticos

Rebeca Montenegro de Trinidad, Carlos Valle y David Valle sostienen la foto de Elsa Valle. La han llevado a todas las protestas a las que asisten para exigir la liberación de la joven de 19 años, acusada por el delito de “portación ilegal de armas de fuego”. Ahora Carlos Valle también es un preso político. LA PRENSA/ OSCAR NAVARRETE

El clan de los Valle

Padre e hija son presos políticos luego de participar en las protestas contra el gobierno de Daniel Ortega. La madre afirma que continuará la lucha. Estos son los Valle Montenegro.

En la Cárcel de Mujeres conocen a Elsa Valle como la Reina del Sur. Primero porque es una muchacha bonita con aires de modelo y segundo porque es mandona. Siempre ha sido mandona y rebelde, y estando en primaria alentaba a sus compañeritos a protestar cuando algún docente abusaba de su poder, porque desde pequeña aprendió a distinguir entre autoridad e injusticia.

Su padre, Carlos Valle, también tiene su carácter. Y la última vez que ambos discutieron en serio, estuvieron dos meses sin dirigirse la palabra; sobre todo porque ella, orgullosa como es, se sentía demasiado ofendida para hablarle. Rompieron el hielo el día que Elsa se graduó de la secundaria, en el Colegio Público Miguel de Cervantes, el año pasado, a los 18 años de edad.

Ahora ambos están en la cárcel y se les considera reos políticos del régimen de Daniel Ortega. Ella guarda prisión desde el pasado 14 de julio y él fue capturado el 15 de septiembre, cuando ya cumplía 64 días protestando en marchas y plantones, plantones y marchas, por la liberación de su hija, con esa foto de Elsa que llevaba a todos lados, impresa en un gran banner que se colgaba del cuello.

Dos veces conversaron durante las visitas familiares que la joven recibe cada 21 días en La Esperanza, y ahora no saben cuándo se volverán a ver. De nuevo no pueden hablarse, pero esta vez están separados por pensar igual. Desde la cárcel se admiran mutuamente, él la respeta por su determinación y capacidad de liderazgo; ella sonrió llorando cuando en la última visita su madre, Rebeca Montenegro de Trinidad, le contó que su papá está preso “pero firme en la lucha”.

Elsa Valle cuando salía de su III Nivel de preescolar. Desde niña fue extrovertida y protegía a los compañeritos más tímidos. LA PRENSA/ CORTESÍA

Una familia liberal

Elsa Valle creció en un ambiente cargado de política. Su papá era militante del Partido Liberal Constitucionalista (PLC) e , incluso, Arnoldo Alemán fue el padrino en su boda con Rebeca.

Carlos Valle, hoy de 60 años, empezó peleando en las filas del Frente Sandinista, contra la dictadura de los Somoza; pero en los ochenta empezó a disentir por la forma en que el nuevo gobierno estaba llevando las riendas de Nicaragua. “Me desencanté, por el concepto materialista, la ideología marxista leninista, la violencia revolucionaria, los CDS (Comité de Defensa Sandinista) y la militarización del país”, comentó en una entrevista brindada a DOMINGO cinco días antes de su captura.

En 1983 cayó preso, según él por ser un disidente, y al salir libre decidió marcharse del país, rumbo a los Estados Unidos. Allá vivió siete años y solo regresó a Nicaragua cuando el triunfo de Violeta Barrios de Chamorro puso fin a diez años de gobierno sandinista, en 1990.

Volvió para incorporarse como asesor en la Alcaldía de Managua y ahí Arnoldo Alemán, entonces alcalde de la capital, le encomendó una tarea: “Necesito que organicés el PLC”. Valle se quedó en el partido y fue jefe de avanzada en las campañas de Alemán y Enrique Bolaños Geyer, para las elecciones presidenciales de 1996 y 2001. Por eso le gusta llamarse a sí mismo “El hombre de avanzada”.

Durante la campaña política de Bolaños Geyer y también en la de José Rizo (en 2006), Elsa lo acompañaba a todos lados. Fue con él a Bilwi, Bluefields, Corn Island e incluso a los Estados Unidos. La niña solía levantar el dedito índice para decir: “En la uno”, refiriéndose a la casilla del partido liberal y hay una foto donde aparece cargada en brazos por doña Lila T. Abaunza, esposa de Bolaños Geyer.

Fuera de eso, hasta las elecciones municipales de 2017 no mostró interés en la política. En noviembre del año pasado Elsa anunció con alegría que iba a trabajar en una Junta Receptora de Votos por el partido Ciudadanos por la Libertad (CxL).

—¡Papa, voy a ser fiscal! —informó—. Pero no voy por los 500 pesos, voy para que los sandinistas no se roben los votos. ¿Creés vos que gane el candidato del CxL?
—Solamente Dios va a hacer que gane —respondió su papá.
—No importa, pero yo voy a defender los votos —insistió Elsa. Y los defendió hasta con las uñas. “Papa, no había ningún fiscal ni del CxL ni del PLC en las mesas, la única era yo en una mesa. Mirá, el CxL sacó 17 votos y el PLC sacó ocho, pero todos esos los peleé. ¡No querían que sacaran ni uno! Seguro en las otras mesas sacaron cero”, llegó contando a casa.

Después de esa experiencia no volvió a interesarse en la política. Encontró trabajo como vendedora en un cementerio privado de Managua porque no le gustaba andarle pidiendo dinero a nadie y entró a estudiar Periodismo por dos razones: quería seguir los pasos de su padre (quien fue periodista deportivo) y sueña con ser presentadora de televisión.

Fue expulsada de dos colegios de monjas antes de llegar al colegio público Miguel de Cervantes. La razón: en ese tiempo los Valle eran evangélicos (ahora son mormones) y ella no consideraba correcto que la obligaran a rezar el rosario.
LA PRENSA/ CORTESÍA

Siempre le han atraído las cámaras. De niña solía participar en bailes y concursos de belleza y más tarde acarició la idea de ingresar al certamen de Miss Teen Nicaragua, pero sabía que no le ajustaría el tiempo para hacerlo.
Elsa en realidad fue una adolescente bastante normal hasta el pasado abril.

Luego de sufrir por la quema de la Reserva Indio Maíz y ver cómo policías y paramilitares del Gobierno arremetían contra estudiantes en protesta por las reformas al Seguro Social, organizó a un grupo de compañeras de trabajo para llevar víveres a los muchachos atrincherados en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli). Y por la noche llamó a casa para avisar: “Papa, me voy a quedar”.

Así se fue quedando, hasta llegar a ser responsable de suministro y tener autoridad dentro de la Upoli. Ella organizaba el avituallamiento y la medicina; llevaba los heridos y los medicamentos al hospital que los atendía cada vez que la universidad sufría un ataque externo y, según su padre, fue ella quien en una asamblea de estudiantes sugirió que se entregara el recinto porque creía que al tenerlo tomado se mostraban incoherentes, pues violaban los derechos de los dueños de una propiedad privada.

El recinto se entregó el 11 de julio y la noche del viernes 13, según Carlos Valle, había planes de volverlo a tomar. Cuando se supo que policías y paramilitares iban a atacar a los estudiantes atrincherados en la UNAN (Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua), como en efecto sucedió, Elsa estaba dispuesta a regresar a la Upoli para ofrecerse como carnada y desviar la atención de los atacantes, aseguran sus padres.

A eso las 9:00 de la noche pidió, o mejor dicho, exigió a su papá que la llevara al sector de la colonia Miguel Gutiérrez y estaba tan decidida que él no pudo decirle que no. La dejó cerca de la universidad, donde Elsa se reunió con otros jóvenes, y luego regresó a casa, llorando.

Lo siguiente que supo, por una llamada telefónica de la joven, fue que entre los chavalos que apoyaban a su hija, había un infiltrado que informó los planes a la Policía. La nueva toma de la Upoli no pudo realizarse y Elsa pasó la madrugada escondida en una casa de la zona. La tarde del 14 de julio, según sus padres, la capturaron en casa de una amiga, donde varios estudiantes se habían reunido para almorzar.

La versión de la Fiscalía, que está acusando a la muchacha por “portación ilegal de armas de fuego o municiones”, es muy distinta. Según el Ministerio Público, Elsa Valle fue detenida junto con otros jóvenes el pasado 15 de julio a eso de las 12:30 de la medianoche, “cuando en compañía de 15 personas aún desconocidas, algunos en motos y otros a pie, se presentaron al portón trasero de la Upoli y portaban armas industriales y artesanales, armas de uso restringido y lanzamorteros”.

Arrestados

“A mi hermana la agarraron con un bolsito pequeño lleno de papeles. Ahí no alcanza ninguna arma”, sostiene David Valle, de 21 años, hermano mayor de Elsa.

Él, su mamá y su papá fueron detenidos por la Policía el pasado 15 de septiembre, tras finalizar la marcha “Juntos somos Patria”, pero solo Carlos Valle permanece en prisión, señalado como “terrorista golpista”.

Horas antes de que el papá de Elsa fuera detenido, un hombre que se desplazaba en motocicleta se detuvo cerca de él y según testigos empezó a gritarle que su hija era “una vaga”. Carlos Valle, como dijimos, tiene su carácter, y los insultos del motociclista lo enfurecieron al punto de golpearlo. Más tarde unos policías lo interceptaron y sin dar explicaciones se lo llevaron a la fuerza, junto con su esposa Rebeca, de 45 años.

A su hijo lo arrestaron después, cuando llegó al Distrito V para saber cómo estaban sus padres, pero fue puesto en libertad el mismo sábado por la noche, luego de una corta estadía en el Chipote.

Lejos de amedrentarse, Rebeca Montenegro de Trinidad compareció ante los medios de comunicación para confirmar lo que ya había dicho antes: que no tiene miedo. “El peregrinaje que mi esposo, Carlos Valle, inició para lograr la libertad de mi hija, Elsa, yo lo voy a iniciar por ellos”, dijo durante una conferencia de prensa en la Comisión Permanente de los Derechos Humanos (CPDH).

Ahora a los Valle se les hace corto el día peregrinando y dando seguimiento a los casos de padre e hija. Carlos y Elsa ponen de su parte, sonriendo de oreja a oreja cuando los enfocan las cámaras de los Ortega Murillo.

En La Esperanza

En la Upoli la llamaban Frozen, por Elsa, la princesa de hielo de la película homónima. En La Esperanza es la Reina del Sur. Ahí comparte una celda de ocho por cuatro metros con otras diez mujeres, aunque solo hay cama para diez, dice su familia. “Cada once días se duerme en el piso”, les ha contado la joven a sus parientes durante las visitas reglamentarias.

Hace un tiempo, durante la única hora de sol que tiene permitida a la semana, Elsa corrió para animar a sus compañeras y se lesionó un tobillo, así que otra presa política le cedió su cama: Irlanda Jerez, que en la cárcel ha sido como “una madre” para la joven. Y otra muchacha la ha cargado en la espalda a todos lados.

Las presas aprovechan esas lentas horas en la celda para tejer pulseritas con pajillas azul y blanco, que luego regalan a sus familiares. Y a las 2:00 de la mañana entonan religiosamente el Himno Nacional de Nicaragua para “torturar” a las carceleras que durante el día las maltratan a ellas. Las reas comunes se unen a la serenata y por unos minutos La Esperanza se llena de cantos como “Nicaragua Nicaragüita” y “Que vivan los estudiantes”.

A pesar de todo, en la cárcel se vive. Ahí cumplió Elsa sus 19 años, el pasado 16 de agosto, y sus compañeras de celda le regalaron una mandala arrancada de un libro para colorear y firmada al reverso por todas.

En el papel decorado con dibujos de morteritos y flores, esta fue la dedicatoria de Irlanda Jerez:

“Doy gracias a Dios por haberte conocido y compartir juntas esta maravillosa experiencia, sé lo difícil que es y más cuando se cumplen 19 años y toda una vida por delante. Sos parte de la mejor historia de nuestro país; sos inspiración y ejemplo para todos los jóvenes del mundo. Sigue adelante…” .

A Elsa siempre le gustó tomar parte en las actividades de sus colegios.

Asediados

La familia Valle Montenegro ha sido perseguida desde que la joven Elsa Valle fue arrestada.

Rebeca Montenegro de Trinidad trabajó durante 17 años en el estatal Instituto Nacional Tecnológico (Inatec), donde era asesora legal en el área de auditoría interna. Sin embargo, a raíz de la captura de su hija, fue despedida y se le prohibió volver a las instalaciones de la institución. Solo le permitieron regresar por su liquidación y sin pasar de la caja.

“No les tengo miedo y seguiré en la lucha y ahora más que nunca porque ahora sí me siento liberada. Me sentía reprimida y acosada estarle trabajando al Estado mientras tenía una hija presa. Ahora me siento con total libertad y más que nunca voy a luchar junto al pueblo de Nicaragua para sacar o derrotar a este gobierno”, expresó Montenegro cuando denunció su caso ante la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH).

Recientemente casi toda la familia fue arrestada. Solo hizo falta la hija menor del matrimonio. Sin embargo, solo Elsa y Carlos permanecen presos. Ella, acusada de portación ilegal de armas; él, señalado de “terrorista”.


Con su familia el día de su graduación de quinto año de secundaria. Luego Elsa entró a estudiar la carrera de Periodismo.
LA PRENSA/ CORTESÍA

Nostalgia

En su calidad de presa política, Elsa Valle debe estar extrañando cosas tan simples como comerse un pedazo de pizza o una carne asada comprada en su fritanga favorita. Seguramente extraña su habitación, dice su mamá. Y es posible que le haga falta ver la Rosa de Guadalupe.

Miraba el programa todos los días sin falta. “A las 5:00 de la tarde nadie podía tocarle el televisor”, cuenta Rebeca. Y se acercaba al abanico de la sala para que el aire le agitara el cabello suelto: “¡Ya viene la Rosa de Guadalupe!”, exclamaba.

¿Por qué a una persona tan dura de carácter como ella le gusta un programa como la Rosa de Guadalupe? Su papá cree que es porque ahí las cosas siempre terminan bien.

El padre de Elsa Valle muestra la foto de su hija a los antimotines que asediaban la protesta ciudadana. Ahora su esposa está saliendo a protestar por la libertad de los dos.

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