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Interrogantes

A días de las elecciones presidenciales del domingo 7 de octubre, Brasil muestra un horizonte matizado por más de una interrogante. ¿Quién va a ganar? ¿Y en la segunda ronda del domingo 28 quién será el ganador resultante de la carrera? Y después ¿qué pasará?

En Brasil hay muchas cosas que no ocurren de acuerdo a lo esperado. Por ejemplo, el más cercano y notorio: Lula está preso, condenado a 12 años por corrupción y por tal razón no pudo ser candidato. Y “la calle” no se incendió como parecía y se auguraba que iba a ser, según muchos heraldos. Todo bajo control, aparentemente.

Lo que hay son las encuestas. Bailan las encuestas, suben y bajan. Según los sondeos al ballotage pasarían Jair Bolsonaro del Partido Social Liberal, de derecha, y Fernando Haddad, quien hubo de sustituir a Lula como candidato del Partido de los Trabajadores (PT) de izquierda.

Lo de Haddad no debería resultar extraño. Es el heredero del líder que en las encuestas mostraba un apoyo de más del 40 por ciento de los consultados. Con solo el traspaso de la mitad de ese respaldo, ya le basta para seguir en carrera.

Lo de Bolsonaro es más interesante y curioso, pero no por ello menos difuso. Diputado, aparentemente no rozado por la corrupción, exmilitar y convaleciente lento de un atentado, su nombre siempre va recargado de adjetivos: ultraderechista, nostálgico de la dictadura militar, nazi, misógino, homofóbico y racista. Menú completo. Y no es que él lo disimule; su candidato a vicepresidente el general Hamilton Mourao aún es peor, visto desde esa perspectiva. Hay como unas ganas de advertírselo a la gente: ¡cuidado! , miren de qué se trata. El esfuerzo puede dar resultados, pero no hay que descartar nada, incluso un efecto boomerang por lo que íntimamente sienten muchos ciudadanos, lo que no se refleja en las encuestas pero que sí puede manifestarse en la soledad del cuarto de votación. ¿Quién iba a pensar, meramente calcular, que Donald Trump iba a ser presidente de los EE. UU.? Ni siquiera candidato del Partido Republicano; con lo que la prensa decía de él , imposible. Y ahí lo tenemos. Todo puede ocurrir.

¿Es Bolsonaro el candidato de los militares? Esto nadie lo ha dicho. Pero es una interrogante que tendría una respuesta bastante clara y que consiste en otra pregunta: ¿y para qué quieren los militares brasileños un candidato presidencial que los represente y les dé mayor visibilidad? Qué necesidad, ¿no se han manejado bien hasta ahora así sin ningún candidato o cualquiera sea el candidato?

Con los datos de la realidad, esto es, los porcentajes de las encuestas y en función de lo marca el calendario institucional, parece seguro que en la segunda ronda Haddad le ganaría a Bolsonaro. Pero también dicen las encuestas que tanto el izquierdista Ciro Gomes como el conservador Geraldo Alckmin le ganarían a Bolsonaro y este a lo sumo empataría con la ambientalista Marina Silva. En consecuencia, lo único seguro, según las encuestas, es que el 28 de octubre habrá un perdedor: Jair Bolsonaro. Y eso hace diferencia; la gente no elegirá presidente sino que decidirá, expresamente, quién quiere que no lo sea.

Y la tercera interrogante: ¿qué va a pasar después?

Lo de la segunda ronda para asegurar respaldo y legitimidad al titular del ejecutivo, da para reflexionar. No siempre es tan así. Hay varios ejemplos y el más reciente es el de Perú, en que Pedro Pablo Kuczynski (PPK) alcanzó la presidencia en el ballotage solo porque un poquitito más del 50 por ciento de los peruanos no quiso que la presidenta fuera Keiko Fujimori. Y así le fue, después, a ese buen hombre. De todas formas, con Brasil es diferente; desde el Tratado de Tordesillas hasta hoy.

El autor es periodista uruguayo. Fue presidente de la SIP.

Opinión Brasil elecciones archivo
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