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El preso 198 quiso ser periodista

Solamente “en letra pequeña” he leído la columna de Fabián Medina ajustada a la pluralidad temática. Ahora conozco la publicación de un libro más que titulado numerado: El preso 198. En la atmósfera de la vivencia, cuando comenzaban a ser afiladas las navajas de la guerra, comprobé personalmente que el exprisionero quiso ser periodista. Incluso él mismo lo confirmó años después en conferencia de prensa en una rueda amistosa. Un periodista le preguntó qué profesión hubiera querido ejercer, excepción hecha de haberse entregado a la política. Daniel Ortega respondió: periodista. Junto a Carlos José Guadamuz sentí que efectivamente aspiraba a ser militante del oficio.

El difunto Francisco Carranza Chamorro y yo éramos entonces a partir de 1960 los directores del radio periódico La Verdad, en Radio Mundial. Miembros de nuestro equipo eran también Bayardo Arce Castaño y Denis Moncada Colindres a quien Francisco Ruiz Zapata con la cámara de sus ojos bautizó como “Petits Pois”.


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Carlos José Guadamuz, doloroso guerrillero, cuya capacidad periodística conocimos a fondo principalmente en la redacción en la que lucía la habilidad de la síntesis, decidió presentárnoslo. Un día de tantos puso en la mesa la propuesta que había guardado. Carlos nos dijo: “Aquí les traigo a un prospecto, a un elemento joven con madera para ser periodista: Daniel Ortega”. En coincidencia con la presentación el candidato en actitud premeditada llegó con el atuendo de rigor. Grabadora en mano, libreta y lápiz. Desde luego aceptó la credencial de novato. Se le mandó a cubrir una conferencia de prensa. Sería su único trabajo como practicante en lo que a La Verdad se refiere.

El evento estaba presidido por el ministro de Agricultura de Luis Somoza. Tenía el apellido Chamorro. Ya dentro del recinto oficial listo para preguntar Ortega vio que quien diseñaba la reunión —el director de relaciones públicas— había trabajado como torturador de la oficina de Seguridad. La exclusividad estaba en que lo había reconocido como un verdugo y eso lo hizo notar públicamente al ministro en la entrevista. ¿Cómo era posible que el funcionario tuviese a su servicio a un torturador? A Chamorro no le gustó la temeraria intervención. Llamó a Francisco Carranza para quejarse. Los efectos trascendieron. Ortega dijo: “Traigo la mejor noticia de la conferencia. Descubrí que el ministro tiene como su secretario a un torturador”. Carranza se indignó: le rompió el carné de novicio. La experiencia de Ortega apenas duró un día en “La Verdad”.

Escribo este artículo como un complemento al perfil trazado de Fabián. La versión original aparece en mi libro Medio siglo de radio, editado por Editarte en 2006 con motivo de la celebración de ese frondoso cumpleaños.

El autor es periodista.

Opinión Daniel Ortega periodista archivo
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