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Columna Competitividad Empresarial

Carlos R. Flores

Ética y fatalidades laborales

Los accidentes industriales son una realidad, pero en su gran mayoría, son eventos que se anuncian anticipadamente por sí mismos

Cuando ocurre una muerte en el trabajo y cuya causa se origina en la inadecuación de los métodos administrativos operacionales, esto obliga a reflexionar sobre sus implicaciones integrales, no solamente acerca de la necesidad de prevención, sino también sobre los referentes éticos vigentes de la empresa.

Los accidentes industriales son una realidad, pero en su gran mayoría, son eventos que se anuncian anticipadamente por sí mismos –a veces sutil, otras estruendosamente– siendo lo pertinente revisar con su ocurrencia, cuál es el mensaje implícito que la gerencia le envía al personal de todos los niveles, especialmente al nivel operativo.

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En este mundo con un ánimo compulsivo de lucro,  los motivadores que una gerencia tenga para tomar medidas enérgicas de prevención no son tan obvias, sino más bien difusas; y aunque a los demás nos parezcan muy lógicas, frecuentemente cometemos un error de perspectiva, por lo que hay que pensar sobre cómo puede convencerse a un tomador de decisiones acerca de la urgencia de desarrollar medidas preventivas eficaces, y que eso transita –absoluta y necesariamente– por la inversión decidida de recursos, no solamente monetarios, sino en otros requerimientos socio-técnicos, cuya consecución insume un proceso de formación y acumulación de talento humano.

Me explico: a veces se piensa ingenuamente que las motivaciones gerenciales pueden ser las mismas que las del personal de línea en relación con los temas de Seguridad Operacional (SO). Esto no es tan sencillo. El empresario discierne conscientemente cualquier proyecto de mejora –por obviamente beneficioso que sea– con un criterio de retorno neto sobre la inversión, ya sea Tasa Interna de Retorno (TIR), Valor Actual Neto (VAN), Período de Recuperación (PO), también entre otros cualitativos.

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Es por eso la importancia de explicarle a las gerencias que los temas de SO, aunque relevantes como los demás tópicos organizacionales, requieren de mensajes claros y enérgicos mucho más allá de una simple arenga o estéril reunión, en donde se afirme cansonamente que la SO es lo número uno, entre otras frases melifluas y gastadas que sólo dejan al final un amargo sabor de boca.

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La mentalidad gerencial frecuentemente se sesga hacia la valoración –del todo y de todos– en pesos y centavos. Es por eso por lo que algunas gerencias ven las fatalidades como simples “costos de producción”, valiendo la pena elaborar desde una perspectiva independiente, sobre cuáles son los mensajes claves que el personal recibe como coletazo moral de este tipo de eventos, éticamente inaceptables, como son las muertes en el trabajo:

  1. Las personas son recursos descartables y reemplazables en su naturaleza: aunque en términos técnico-económicos pueda ser relativamente cierto, éticamente es totalmente inaceptable, sobre todo, por la obligación legal y moral que se tiene como empresario de no causar daño a ninguna persona, comunidad y medio ambiente.
  2. Lo “bueno y correcto” no es suficientemente atractivo: la suposición básica que mejorar la SO “es noble” por una pretendida “compasión empresarial”, –o bien, por conformar una plataforma de desempeño organizacional confiable, o incrementar la rentabilidad al disminuir los costos de fallas prevenibles– resulta más bien un plato de babas dialéctico. Algunos gurúes discurren sobre si el motivador principal para invertir en SO sea la creencia en “hacer lo correcto”. Mi opinión es que la mayoría de los empresarios siempre elegirán –reiteradamente– asignar recursos en productividad inmediata: maquinaria y equipo, logística, procesos, investigación y desarrollo, distribución; desestimando aquellas promesas de mejoras pero con resultados no-tangibles o no-visibles inmediatamente, como la SO, que se activa por otros factores decisorios tales como los imperativos legales u otros exógenos a la empresa.
  3. La Responsabilidad Social Empresarial es un fetiche: es indudable que en Nicaragua existen empresas que son un buen ejemplo de este concepto ético. Pero es también incontrovertible que hay numerosas organizaciones para las cuales esta noción es más un bulo, un sustantivo más que verbo, un baile de máscaras, un embuste elegante que es como una hoja de papel: flexible, plegable, pero que carece de una columna vertebral.

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Entonces, ¿qué es lo que moralmente le debemos a nuestro personal y comunidades en que operamos por obtener riqueza, desde y por ellos? Tal vez esta interrogante gerencial sea un buen punto de partida para invertir en SO.

El autor es Director Ejecutivo Cambio Cultural Consultores

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