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Concertación, unidad y democracia

La profunda crisis que padece Nicaragua es una demostración más de las consecuencias devastadoras que produce el abuso del poder. El número de personas muertas, así como el número de heridos, desaparecidos, encarcelados, torturados, junto a la persecución de los participantes en las marchas cívicas realizadas por la ciudadanía, son un testimonio del grado de represión al que puede conducir el ejercicio de un poder sin límites y una muestra de la necesidad de hacer prevalecer la justicia como garantía legal y moral de las personas y la sociedad.

De esta situación compleja y dolorosa que sufre el país, se desprende ya una realidad diferente y sin retorno a la anterior al 18 de abril. En medio del dolor, la angustia y la indignación que la violencia oficial ha producido, ha surgido, no obstante, una nueva circunstancia en la que se evidencian valores y principios como la decisión de lucha por la dignidad, la libertad y la justicia, la convicción de que hay que alcanzar la democracia y el Estado de Derecho mediante la vía cívica y pacífica, como es para algunos el adelanto de las elecciones que deben realizarse con la honestidad y transparencia requeridas, para lo cual hay que garantizar la observación nacional e internacional, y hacer los cambios institucionales que se requieren en el sistema electoral. Igualmente, hay quienes consideran necesaria la realización del Diálogo Nacional y la concertación, como la forma más adecuada de alcanzar los objetivos democráticos sin violencia ni confrontación.

Si bien cuando se habla de diálogo y concertación se hace referencia principalmente al que debe producirse entre las partes en conflicto, ambos, diálogo y concertación, deben realizarse entre los diferentes sectores, sociales, económicos, políticos, estudiantiles, campesinos, para tratar de forjar la unidad, a partir de una plataforma de coincidencias fundamentales sobre valores y principios comunes, dando paso a una alianza unitaria construida sobre la base de una propuesta de país, de un plan o proyecto de nación.

Esta posibilidad que ha surgido de la crisis debe priorizarse promoviendo el diálogo y alcanzando la concertación sobre aspectos fundamentales de la vida nacional, conscientes del sentido y alcance de lo que la concertación significa.

La concertación debe orientarse a la construcción de la unidad y debe considerarse también un medio para dar respuesta a los problemas apremiantes que gravitan sobre nuestro pueblo. Cuando la concertación se produzca entre sectores en abierta contradicción, esta debe significar un salto cualitativo sobre lo que han sido dos expresiones dominantes de la política nicaragüense: la confrontación o la claudicación.

Se concerta para tratar de encontrar los puntos de coincidencia en medio de las diferencias, los puntos de convergencia entre las contradicciones, la unidad en la diversidad. Pero sobre todo, la concertación tiene por objeto contribuir a garantizar los derechos fundamentales de la persona y la sociedad, los intereses comunes y tratar de dar respuesta a los problemas, angustias y esperanzas de la población.

Creo que en lo que se refiere a la concertación entre los múltiples sectores opuestos al autoritarismo gubernamental, esta es fundamental para la elaboración del proyecto de nación, para superar la fragmentación que ha caracterizado a la sociedad nicaragüense y construir la unidad conceptual y orgánicamente estructurada.

En medio de la crisis ha surgido la nueva situación que se está viviendo y padeciendo a partir de la cual y frente a ella se podría producir la construcción de la nueva Nicaragua, la Nicaragua Posible, basada en el respeto a la dignidad, la libertad, la justicia y los Derechos Humanos, condiciones esenciales del Estado de Derecho y la democracia.

El autor es filósofo y escritor.

Opinión democracia Nicaragua archivo
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