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Desastres naturales y corrupción

Las intensas lluvias de los últimos días han causado daños severos, incluyendo la muerte de varias personas.

El desastre natural de las inundaciones ha venido a sumarse a la catástrofe humanitaria que sufre el pueblo de Nicaragua desde hace casi seis meses, causada por la represión de la dictadura contra la gente que se ha alzado cívicamente en demanda de libertad, justicia y democracia.

Como suele suceder en estas circunstancias, el régimen ha aprovechado el drama de las familias damnificadas por las lluvias para hacer propaganda populista y politiquera. Le reparten a la gente modestas ayudas que son adquiridas con dinero público, pero le hacen creer que es una generosidad de la pareja dictatorial y del partido gobernante. Esto es una forma despreciable de corrupción.

Pero siempre ha sido así. La dictadura de Somoza Debayle aprovechó la tragedia nacional del terremoto de diciembre de 1972, para repartir migajas y apoderarse de la mayor parte de la asistencia humanitaria internacional.

Lo mismo ocurrió cuando el desastre del huracán Mitch, a fines de octubre y principios de noviembre de 1998, que motivó una generosa y cuantiosa ayuda internacional para atender a las víctimas y reparar los daños materiales. Pero esta fue usada por el gobierno de Arnoldo Alemán no solo para realizar las obras indispensables de reparación y reconstrucción –que hizo bastantes y esto hay que reconocerlo–, sino también para su enriquecimiento particular y el de sus allegados, lo cual tampoco hay que olvidarlo.

La corrupción gubernamental después del huracán Mitch, hace veinte años, fue peor incluso que la del somocismo cuando el terremoto de 1972, como quedó registrado en los periódicos de la época, en los archivos judiciales y en los textos de historia nacional contemporánea.

La corrupción gubernamental casi siempre ha estado vinculada a las calamidades naturales. Esto se debe a que los políticos corruptos que detentan el poder se apropian de gran parte de los recursos públicos nacionales e internacionales, destinados a atender las consecuencias de los desastres, para su propio enriquecimiento y el de sus allegados.

De hecho el vínculo de la corrupción con los desastres naturales existe desde antes de que estos ocurran. Esto es por la ineptitud, la ineficiencia y la falta de probidad de los gobernantes que no ejecutan debidamente las acciones preventivas necesarias; por las malas regulaciones legales o ausencia de las mismas; porque hay reglas bien diseñadas gracias a la asesoría externa, pero son mal ejecutadas por los funcionarios irresponsables; porque se autorizan construcciones formales e informales en terrenos inadecuados y riesgosos; porque se destruye el medioambiente para hacer cualquier clase de negocios, etc.

Se dice que la corrupción gubernamental es también una asesina colectiva. Lo cual es cierto, porque la corrupción causa prácticamente los mismos daños que la matanza de centenares de personas que solo piden lo que les pertenece, pero les han arrebatado: libertad, democracia, justicia y respeto a sus derechos humanos.

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