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¿Qué persigue realmente Ortega?

Para él, el retorno al poder significó la oportunidad de oro para incrementar la fortuna y explotar los bienes adquiridos a la sombra de la piñata

Las distintas respuestas del régimen al descontento popular y a la presión ejercida por la comunidad internacional demuestran solo su temor de dejar el poder antes de conseguir sus metas y cumplir sus compromisos.

Mientras sus simpatizantes lo apoyan pensando que desea el poder para seguir con sus dádivas y la mayoría lo repudia por considerarlo un obsesionado, Ortega se aferra al poder persiguiendo objetivos garantes de su retiro, el cual ve ya muy cerca.

Para él, el retorno al poder significó la oportunidad de oro para incrementar la fortuna y explotar los bienes adquiridos a la sombra de la piñata, lejos de cualquier competencia de sus antiguos aliados, lo cual se le facilitó aun más con la propuesta hecha por Hugo Chávez de premiarlo a título personal por el alineamiento del país al plan personal del dictador venezolano.

Pero la avaricia de Ortega no tiene límites y su afán por asemejarse en lo económico a Salomón lo llevó a vender la soberanía nacional a un mercader chino cuyo negocio fue apoderarse de una concesión y a quien lo que menos le interesa es construir un canal.

Pero con las sanciones de Estados Unidos a sus testaferros, y pendiendo sobre su cabeza y la de su familia, Ortega se siente tan acosado como un secuestrador cargando un saco lleno de dinero y rodeado de policías honestos listos a capturarlo y alentados por un rehén que les grita, sin importarle su suerte: “Atrápenlo”.

Con su fortuna en juego, Ortega pretende llevar a sus simpatizantes y a las mayorías opositoras a una confrontación y caos total en la que su salida del poder sea vista como un sacrificio de parte de sus adeptos y como una inmejorable oferta por sus adversarios, buscando cargar en silencio con sus riquezas para no mostrarse como un traidor ante los primeros y pidiendo la absolución por los asesinatos y demás vejámenes cometidos contra los segundos. De ahí sus afanosos llamados a la reconciliación en cada una de sus marchas aunque al pueblo le aplique cada día más represión.

Con esto en mente, el diálogo es el peor escenario para Ortega y su pandilla ya que en este no tendrá oportunidad de imponer sus condiciones y el pueblo no aceptará nunca un derecho a cambio de su impunidad.

Mientras tanto él seguirá ideando cómo mantener limpia su imagen ante sus seguidores sin darles la mínima sospecha de sus planes y seguirá creando las condiciones que le permitan llevarnos al punto donde crea es el indicado para ofrecerse como sacrificio, salir al exilio y vivir en “paz” sus últimos días con su riqueza, que es por la que realmente engaña a unos y mata a otros.

El autor es ecólogo.

Columna del día Daniel Ortega dictadura régimen archivo

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