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Dios en el cielo y en la tierra el dinero

Para comprender el apego a la riqueza se necesita el “espíritu de sabiduría” (Sap. 7, 7). Así se puede entender la actitud del joven rico (Mc. 10, 17-30).

La pregunta del joven a Jesús es clave: “¿Qué tengo que hacer para alcanzar la vida?” Es decir, ¿qué debo hacer para vivir la vida en plenitud? La vida por la que pregunta el joven no es una vida cualquiera, sino una vida al estilo de la vida de Jesús.

Esta misma pregunta ya se la había hecho antes a Jesús un maestro judío, Nicodemo, y Jesús le responde que “tenía que nacer de nuevo” (Jn. 3, 3). Tanto para el joven como para el anciano Nicodemo, la cuestión es clave: se trata de salvar, por encima de todo, lo que más vale, la vida.

Esta es la cuestión también clave para todos nosotros. La vida es el tesoro a custodiar con todo esmero. No hay riqueza más grande que la vida. No hay dinero con el que se pueda comprar el tesoro de la vida. Todo está y debe estar, al servicio de la vida. El mismo Jesús tiene como misión el “darnos vida con abundancia” (Jn. 10, 10).

Pero el problema del joven es que hace una pregunta a la que él ya le ha dado de antemano la respuesta “en la práctica”. Su vida la ponía en cumplir las leyes y, sobre todo, en tener una buena cuenta de ahorros. Para él lo primero para vivir a plenitud era “tener y cuanto más mejor”. El tener era el Dios de su vida: “Vivir era tener y tener era vivir”. Tenía como norma de vida aquel refrán que dice: “Dios en el cielo, y en la tierra el dinero”.

Puede que la pregunta del joven estuviera motivada por su insatisfacción. Tenía mucho, pero también era consciente de que su vida estaba vacía, sin sentido. Quizá, por eso, San Marcos nos dice que Jesús: “Fijó en él su mirada, le amó y le dijo: Una cosa te falta: anda, cuanto tienes, véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme” (Mc. 10, 21).

Jesús, ante la pregunta del joven, le dice bien claro: “Si quieres la vida, libérate del tener y sígueme” (Mc. 10, 21). Para Jesús la cuestión no está en dejarlo todo para poder vivir, sino en liberarse de todo para que sea posible la vida.

Para Jesús la vida es el valor supremo y todo lo demás debe estar a su servicio. Cuando el dinero se convierte en ídolo a quien se le adora. Todo sobra. La moral está a su servicio y la honradez no es un valor necesario.

Ante el ídolo dinero se robustecen la avaricia, la corrupción y el egoísmo que acaparan y hacen desaparecer la honradez y el amor. El dinero no es malo, sino su uso y el ponerlo sobre todo y sobre todos. La lección es bien clara: “No es cuestión de dejarlo todo, sino de liberarse de todo cuanto esclaviza la vida”.

El joven rico “se marchó entristecido” (Mc. 10, 22). ¡Qué razón la de Jesús, cuando se atrevió a decir lo que nadie quiere oír, pero que es una verdad como un templo! “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt. 5, 3). “No vendamos nuestra libertad por dinero”.

El autor es sacerdote católico.

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