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Román González. LAPRENSA/ARCHIVO

Chocolatito, un reflejo de la división y falta de tolerancia

La herida profunda en la sociedad nicaragüense provocada por el estallido de la juventud y distorsionada por la obsesión de poder también ha llegado al deporte

Aquí estoy otra vez con la página en blanco, pensado cada segundo si es correcto o no expresar mi opinión en estas líneas. Pero el impulso me gana la partida. Estando en una sociedad dividida por lo real y el mundo paralelo que pretenden hacerte ver en todas las esferas, el deporte tampoco se escapa de esa “Matrix”. Y el caso recientemente más emblemático se convirtió el de Román “Chocolatito” González, sin dudarlo el mejor boxeador que ha producido Nicaragua en calidad boxística, así como lo sostuve en el libro La Luz de la Esperanza.

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Este lunes mientras pretendía darle seguimiento a la preparación de Chocolatito en el Gimnasio Róger Deshon y aclarar ciertos rumores deportivos, tales como: una posible pelea el 8 de diciembre en Estados Unidos, si tenía15 días sin aparecerse en el gimnasio, su continuidad con Marcos Caballero y sus objetivos a corto plazo con la curva del declive tocando su puerta. Por primera vez, se prohibió hacer videos y fotos del adiestramiento en Nicaragua, y luego al final Chocolatito amablemente había indicado que atendería al periodista. Confesó estar molesto, siendo su principal argumento la mezcla del deporte con la política, sentía que habían existido ataques a su esquina y publicado notas que no eran ciertas. El aluvión de críticas y un entorno poco alentador hacían de Román, que nunca perdió la calma, otra persona con la prensa, más impulsivo que pensante.

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Después de una larga relación de carácter profesional entre periodista y atleta, Chocolatito ha decidido no brindarme más entrevistas, eso no es lo más importante, porque ya en Las Vegas se la había negado a todos los periodistas independientes que cubrieron su combate frente a Moisés Fuentes, haciendo grandes gastos para una cobertura de ese tipo. Pero si refleja la falta de tolerancia y en donde se impregna la ley de la ceguera: o está conmigo o en mi contra. Por más agradecimiento que exista no debe ser sinónimo de terquedad y ceguera. También marca una línea peligrosa que él no se ha dado cuenta: se está convirtiendo en un boxeador auto confiscado para un sector.

Lo curioso es que todas las notas publicadas se convirtieron en realidad: su marcha a un campamento a Estados Unidos, su nuevo entrenador Marcos Caballero y la única excepción, que fue falso, sucedió cuando su encargado de comunicación Henry Membreño, aseguró que Gustavo Herrera se iba a mantener y que entrenaban en River Side, junto a Robert García.

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La creación de la histeria es el nuevo huésped. En la conversación con diferentes puntos sin coincidencia tras el entrenamiento se dijo que debía escribir cosas agradables y no negativas. No obstante, el periodismo no es relaciones públicas, si un buen manejo estratégicamente, pero no el colapso de lo descriptivo hasta la adoración obviando los hechos importantes. Aprendí que el único tiempo que te acompaña hasta la muerte es el del aprendizaje y aunque a veces desde la beatitud de las alturas surge el sentimiento del éxito y la inmortalidad en los deportistas, los redactores no somos chefs capaces de llevar hasta el paladar lo dulce y lo salado en un mismo bocado, muchas veces es amargo.

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La herida profunda en la sociedad nicaragüense provocada por el estallido de la juventud y distorsionada por la obsesión de poder también ha llegado al deporte. Ojalá Román y su equipo reflexionen y no sean un reflejo de la división y falta de tolerancia. Las dudas sobre si peleará el 8 de diciembre siguen sobre la mesa, aunque por la manera suave de su corto entrenamiento, sin preparador físico ni entrenador, solamente con su papá Luis González, dan señales de su futuro a corto plazo.

Deportes Román González archivo

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