La represión a la primera convocatoria de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) para marchar el pasado domingo 14 es una respuesta clara del gobierno: Ortega no dialogará. Insistir en el Diálogo Nacional coloca la crisis en un callejón sin salida.
La UNAB es, sin duda, un mecanismo importante y válido que representa a diversos sectores de la sociedad civil relegados por el gobierno y encauza los cambios urgentes que demandan una amplia mayoría de nicaragüenses que no confiamos en una clase política pactista que perdió el apoyo de la población.
Si no fueron suficientes casi 500 muertos y miles de secuestrados, en estos seis meses, el gobierno repitió su mensaje en voz alta y clara: prohibido oponerse y el que lo intente va preso y presa. No importa si son luchadoras sociales históricas como Marlen Chow (ahora la vandálica del pico rojo), héroes condecorados como el doctor Francisco Ortega, símbolos populares como Alex el maratonista y doña Coquito o las hijas y nietas de viejos luchadores de prestigio como Miguel Ernesto Vijil y Ernesto “Tito” Castillo Martínez, referencia todos de la lucha por la justicia social en este país. Aunque fueron luego liberados, Ortega cumplió con su objetivo: intimidarnos. Y no se detendrá.
Por qué apostar entonces al diálogo con quien tiene voluntad cero de negociar. Un Ortega que dispara en abril a los que reclaman seguridad social; dispara cuando le piden renunciar; mata, apresa, tortura, miente y secuestra a quienes piden que se vaya por violar el supremo y sagrado derecho a la vida, en lugar de cumplir su obligación de protegerla; que desoye recomendaciones de la OEA, expulsa comisiones de la ONU, que destruyó a su propio partido porque es incapaz de ceder espacios, controló el registro nacional para manipular el padrón y los resultados electorales, se rodea de obediencia y servilismo, financia paramilitares, abusa de sus hijas, asesina y amenaza a quien limite su propósito de seguir hasta 2021 y reelegirse hasta donde los huesos le alcancen; viola a diario los derechos fundamentales de los nicaragüenses ¿es un líder dispuesto a negociar?
Ortega no discutirá para resolver la crisis en un gran acuerdo nacional, como hacen los estadistas y las naciones exitosas. Creer en eso más que ingenuo, es peligroso. Y aunque dialogara, ¿legitimarán la Alianza y la Iglesia a quien destruyó el Estado de Derecho para perpetuarse en el poder? ¿Se sentarán en la misma mesa con funcionarios que ordenaron crímenes atroces y cometieron delitos de lesa humanidad? En cualquier parte del mundo, a esos funcionarios se les destituye y se les juzga por sus crímenes.
A seis meses de la insurrección autoconvocada necesitamos una estrategia más contundente. Sin caer en la tentación histórica y el círculo vicioso de las armas, la violencia y el intervencionismo extranjero, es hora de activar otros músculos porque el social se está agotando.
La autora es periodista.