14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Doctor Ricardo Pineda asilado en Costa Rica. LA PRENSA/Manuel Esquivel

El relato de un médico que vivió el ataque de paramilitares a la iglesia Divina Misericordia: “Tenían sed de sangre”

Ricardo Pineda fue uno de los dos médicos que voluntariamente acudió a la iglesia Divina Misericordia para cumplir con su deber de curar a los heridos

La única explicación que el médico Ricardo Pineda encuentra para un agresivo ataque utilizando armas de alto calibre, durante 18 horas en contra de personas refugiadas en un templo, es que estos “tenían sed de sangre” y buscaban una masacre.

Se trata de uno de los dos médicos que voluntariamente acudió para cumplir con su deber de curar a los heridos y al quedar atrapado junto a los jóvenes y sacerdotes que se encontraban en la iglesia de la Divina Misericordia, en Villa Fontana, vivió minuto a minuto la agonía de su posible muerte.

Para Pineda, entre las 10:00 p.m. del 13 de julio y la 1:00 de la madrugada del 14 de ese mes, fueron los momentos “más brutales”.

Pineda forma parte de los treinta mil nicaragüenses que han solicitado refugio en Costa Rica, hasta donde llegó con solo lo que andaba puesto. Casi al mismo tiempo que se registraba el ataque de paramilitares y que se supo de su presencia en ese sitio, comenzaron las amenazas en su contra a través de las redes sociales, por lo que una vez que logró llegar a la Catedral de Managua junto al resto que fue rescatado con ayuda de los sacerdotes, decidió que debía abandonar el país porque su vida estaba en peligro.

Pineda, un médico jubilado y que antes del 18 de abril vivía cómodamente y ejercía su profesión desde una clínica privada, no pudo resistirse al deber profesional de acudir a las marchas para curar a los heridos de la represión.
Esa noche, cuando los jóvenes atrincherados en la Universidad Nacional Autónoma (UNAN Managua) fueron obligados a replegarse al templo católico por el ataque brutal de las fuerzas de la Policía Orteguista junto con paramilitares, Pineda no dudó en acudir nuevamente a cumplir con su deber de galeno.

En imágenes: Así quedó la parroquia Divina Misericordia tras el ataque de paramilitares

El médico no encuentra explicación lógica del ataque pues el objetivo era “libre circulación” y “desalojo de las instalaciones universitarias” y eso ya había ocurrido, por tanto concluye que “ellos atacaron ese día y después atacaron la Divina Misericordia porque ellos tenían sed de sangre”.

“Las horas fueron larguísimas”, comenta Pineda, quien considera que el momento más desesperante fue cuando dejó ese recinto el periodista del Washington Post. Esto, “porque entraron la Cruz Roja, un par de sacerdotes, se llevan a un periodista norteamericano y se llevan a los tres heridos, la pregunta era qué sigue, o sea, cuál es el objetivo de ellos si sacan al gringo y nos dejan a los demás, concluimos que nos iban a matar”, recuerda el médico. Tras la salida del periodista extranjero, “automáticamente se reanudaron los ataques. Entre las 10:00 de la noche y la 1:00 de la madrugada fueron los más brutales”.

Recuerda que antes que permitieran la salida del periodista extranjero, él había considerado la posibilidad de salir, pero ya después “era una crónica de una muerte anunciada”.

“Yo pensé en mi familia, (…) ahora con las redes sociales esto es cruel porque mi familia estaba en contacto conmigo permanente y cada que hablábamos escuchaban los disparos, los gritos”, sobre todo cuando entraron los paramilitares al sector sur. Ahora considera que la llegada de la caravana de familiares y amigos tuvo un gran efecto, porque los atacantes tuvieron que dividir sus fuerzas, “y eso hizo que disminuyera su volumen de fuego”.

Divina Misericordia
Así quedaron las paredes de la iglesia Divina Misericordia tras el ataque. LA PRENSA/Martha Vásquez

Sin embargo, a primeras horas del día cuando los paramilitares incursionaron por el sector sur y dispararon directamente a la casa cural, entre las 5:00 y 6:00 a.m. del día siguiente, los francotiradores dispararon de forma certera a la cabeza de los jóvenes Francisco Flores y Gerald Vásquez, las dos víctimas de ese ataque criminal.

Armas de grueso calibre

Las armas utilizadas eran de grueso calibre, cuyos impactos prácticamente hicieron explotar la cabeza de una de las víctimas, explicó el médico Ricardo Pineda. “Yo tenía mi mano en el cráneo de Gerald Vásquez y prácticamente mi mano entraba completa, era imposible, ni aquí, ni en cualquier hospital del mundo hubiera sido posible salvarlo”, expuso Pineda. Igualmente sucedió con la otra víctima, Francisco Flores, quien recibió un disparo de bala que entró por el lado de una de las orejas “y también le partió”. “Eran disparos de tiradores profesionales, allí no había forma humana de detenerlos. Y no sé, solo la mano de Dios pudo detener eso”, relató.

Los jóvenes que se habían atrincherado en la iglesia únicamente contaban con su valor, dice Pineda, quien recuerda que en un momento un paramilitar con una ametralladora PKM de uso militar “entró a disparar una ráfaga inmensa de más de cien tiros; los chavalos empezaron a gritar otra, otra”. Pineda no entendía cómo esos muchachos “a fuerza de grito y de valor hicieron retroceder a una fuerza paramilitar armada”. Luego de varias horas de ataque a los sacerdotes les llevó horas convencer a los jóvenes que serían evacuados, porque tenían temor a ser ametrallados en el trayecto.

Fe de erratas 

En una versión anterior a esta se había colocado una fotografía de Miguel López Baldizón a quien se le identificaba equivocadamente como el médico Ricardo Pineda. Pedimos disculpas por el error.

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí