La conmemoración del Día de los Muertos es una tradición religiosa que celebran países de Latinoamérica con distintas culturas. En Nicaragua, las familias aprovechan esta fecha para visitar a sus muertos, enflorar sus tumbas, dedicarles serenatas y algunos pasan el día completo en el cementerio.
En Managua existen 14 cementerios públicos o municipales, como son conocidos. La mayoría están saturados desde año atrás. El más antiguo de la capital es el Cementerio San Pedro, fundado en 1855 —destaca el rótulo de la entrada— en él descansan los restos de importantes personajes de la historia, como el general José Santos Zelaya López, presidente de Nicaragua entre 1893 y 1909. Fue declarado Museo Histórico y Patrimonio Cultural de la Nación.
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La venta de flores son parte de la celebración. Desde finales de octubre los mercados se inundan con flores y las afueras de los cementerios se tupen de comerciantes temporales que llegan para ofrecer este producto.
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En el Cementerio Oriental (1959) están enterrados muchos héroes y mártires de la Revolución Sandinista. Además de la saturación de este cementerio, en octubre de 1998 se inundó por completo producto del huracán Mitch, lo que aceleró la decisión de la comuna de cerrar de forma permanente sus puertas en 1999.
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Los mariachis ofrecen sus servicios el propio 2 de noviembre dentro de los cementerios, las familias contratan sus servicios para rendir homenaje a sus muertos, quizás con el tema musical del que gustaba en vida.
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En orden de fundación, el segundo más importante es el Cementerio Occidental, más conocido como General de Managua. Se fundó en 1922 y se cerró oficialmente en el año 2004 porque las 39 manzanas de terreno están saturadas con más de un millón de personas enterradas, no hay espacio para más. Aquí yacen ilustres personajes como Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, René Schick Gutiérrez, Camilo Ortega Saavedra y otros.
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Entrar aquí es deleitarse con el arte sacro que predomina sobre las lápidas. Jarrones, mausoleos, capillas, imágenes, cruces elaboradas en mármol o en granito de colores blanco y negro prevalecen en las pinturas. Como si se tratara de dos cementerios en uno mismo, mientras otro sector del camposanto denota mayor sencillez.
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Don Francisco Gaitán es un capitalino que empezó a llegar al Cementerio General de Managua desde que era niño, de la mano de su mamá. Más de treinta años después sigue llegando todos los días a cuidar la tumba de su progenitora y la de un hermano.
Acarrea agua con barriles sobre un carretón para que las tumbas “estén fresquecitas” y también ayuda a una hermana que tiene el empleo de cuidar las sepulturas. Como ella, hay decenas de personas que se hacen cargo de una o varias tumbas y le dan mantenimiento cada día del año por unos 200 córdobas al mes.
En León, además de las flores, en las entradas a los cementerios se aglomeran los vendedores de buñuelos, plato típico de la cocina nacional que como parte de la tradición se degusta en esta fecha. Aunque el postre es consumido por todos los nicaragüenses, el arraigo está en la ciudad de occidente.
Hay quienes establecen fechas específicas para visitar a sus familiares y no solo el 2 de noviembre. Yarel Gutiérrez desde hace 11 años visita a su abuelita en su cumpleaños, el Día de las Madres, el Día de los Muertos y siempre que puede, dice. En sus manos nunca faltan las flores con las que embellece el lugar donde permanecen los restos de su abuela.
La celebración de origen religioso se ha mezclado con las características culturales de cada país y ha dado como resultado festividades únicas. Tal es el caso de México, donde la fiesta, concebida prehispánica y herencia de los indígenas, fue declarada por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2008.