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El antimotín Julio César Espinoza Gallegos. LAPRENSA/Cortesía

El antimotín que se negó a matar manifestantes

Julio Espinoza fue dado de baja por negarse a reprimir manifestantes. Días después él y varios de sus familiares fueron arrestados y ahora están siendo acusados de terrorismo

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Cuatro días después de haber entregado su uniforme y su placa, el policía antidisturbios, mejor conocido como antimotín, Julio Espinoza fue sacado de su casa por policías y paramilitares. Tenía casi cuatro meses de estar lesionado, con un golpe en la cabeza que recibió el 19 de abril en Monimbó, donde lo enviaron para reprimir a los primeros manifestantes que se alzaron en el barrio de Masaya.

Aquel día, según les dijo a sus familiares, solo disparó balas de salva contra los rebeldes que enardecidos lanzaban piedras y morteros. En esa riña una compañera policía cayó herida y él se encargó de llevarla en una camioneta al hospital. Iba en la tina, atento a su amiga, y es por eso que se le olvidó colocarse el casco. La patrulla se abría paso a toda velocidad por los barrios, cuando una piedra, de las muchas que los protestantes lanzaron, impactó en la cabeza de Espinoza.

Al hospital llegó inconsciente, y en lugar de uno, fueron dos los policías que ingresaron para ser atendidos en aquel momento. Eran las 10 de la mañana y Espinoza despertaría del coma hasta el tercer día, cuando le avisaron a sus familiares lo que le había pasado.

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En términos clínicos sufrió un trauma encefálico severo que no le reventó el cráneo pero que le ha afectado el cerebro, al punto de que convulsiona desvaneciéndose y vomitando. Fue por eso que había estado en su casa reposando, después de que los 19 de cada mes le renovaban el subsidio en el hospital.

Liseth Espinoza Gallegos, hermana del policía. LAPRENSA/O.Navarrete

“Mi hermano no tiene las manos manchadas de sangre”, dice Liseth Espinoza, hermana del antimotín. “Gracias a Dios lo lesionaron desde el primer día y ya no hubo oportunidad de que lo mandaran a matar”, agrega.

El lunes 5 de noviembre Espinoza, junto a su cuñado Reymundo Gutiérrez, su padrastro Alejandro Bermúdez y Wilmer Baltodano, un vecino del barrio Mauricio Duarte, sector de Las Esquinas de Diriamba, fueron enjuiciados por crimen organizado, terrorismo, lavado de dinero, secuestro simple, destrucción a la propiedad pública y privada, y asalto. En el caso del ex suboficial de 29 años de edad es acusado de “uso indebido del uniforme, emblemas y pertrechos de la Policía Nacional”.

Según la acusación, Espinoza se ponía el traje de antimotín para resguardar uno de los tranques ubicados en su barrio. Sin embargo, la familia asegura que el uniforme, entre otras pertenencias, había quedado en manos de un teniente de Masaya desde el día que Espinoza fue lesionado.

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Renuncias

De manera oficial se conoce que al menos dos policías desertaron de las filas de la institución tras la masacre que inició en abril. Los exagentes entregaron sus uniformes, chapitas, carnés e insignias en la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH). Uno de ellos, incluso, dejó su arma y municiones ante los defensores para que ellos las entregaran a la Policía.

Los expolicías que desertaron son Michael Alejandro Delgado Vargas, con chip policial número 24645, carnet de Policía 79585, y el oficial Juan José Blandón Gómez, chip número 3431. Este último fue quien entregó una pistola Bersa, calibre 9 milímetros, con dos cargadores y 28 proyectiles, más cuatro uniformes color celeste.

En la acusación indican que Julio César anduvo vestido de antimotín en los tranques. LAPRENSA/O.Navarrete

Según Julio Montenegro, abogado de la CPDH, los policías desertaron por negarse a reprimir y hacer labores “más allá del cometido que tienen como oficiales”. Sin embargo, Montenegro aclara que hubo muchos policías que llegaron al centro de derechos humanos solicitando ayuda porque no querían pertenecer a la Policía Nacional.

“No sabemos si se fueron del país, si se encuentran escondidos o si siguieron la línea de la Policía. Lo cierto es que hubo una gran cantidad de ellos que estuvo viniendo. Venían con muchos temores, con ganas de irse del país, preguntando por garantías. A raíz de que esto iba recrudeciendo, muchos dejaron de venir, y por eso sospechamos que se fueron del país”, dice Montenegro.

Otro de los casos que se conoció fue la baja de la exteniente María Teófila Aráuz, quien fue expulsada después de que escribió en su estado de WhatsApp: “¡Que vivan los estudiantes!” Y en el departamento de Matagalpa una fuente informó que 14 policías habían renunciado en el mes de junio. Entre los agentes que pidieron sus bajas, con distintos rangos y de diferentes especialidades policiales, están Luis Suazo, Ana Cruz, Óscar Centeno, Nolvia López, Marlon Pérez, César López, Héctor Méndez, Francisco López y Diego Reynerio, entre otros. La mayoría tenía entre 10 y 16 años de servicio.

Julio César Espinoza Gallegos tenía cinco años de servir como policía. Antes de las protestas fue enviado a misiones importantes a la municipalidad de Siuna, en la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte (RACCN) y a la ciudad de San Carlos, Río San Juan, según sus familiares.

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El viernes 10 de agosto cuatro patrullas policiales y varias camionetas Hilux llegaron hasta su casa en Diriamba. Se calcula que en el operativo para capturarlo participaron unos 15 agentes, acompañados de paramilitares, quienes llevaban la lista de los arrestados.


Encarcelados

Seis miembros de la familia Espinoza fueron encarcelados. Actualmente hay cuatro en proceso judicial. Julio César tiene esposa y tres hijos. Es el único que mantiene económicamente a su familia.

Reymundo Gutiérrez, de 31 años de edad, cuñado de Espinoza, es el esposo de Liseth. Con ella tiene cuatro hijos y se dedican a la venta de huevos. Reymundo fue torturado, según contó a Liseth, en las celdas del Chipote. Durante cinco días estuvo encarcelado en un espacio donde tenía el agua hasta los tobillos y no podía recostarse ni dormir. El día que lo llegaron a visitar, salió de su celda empapado.

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Reymundo Gutiérrez, cuñado del policía, también está siendo acusado de financiar los tranques. LAPRENSA/Cortesía

“Cuando fueron trasladados del Chipote a la cárcel de Tipitapa se sintieron que habían salido libres”, dice Liseth, quien los visitará este próximo 13 de noviembre.

Los otros encarcelados son Alejandro Bermúdez, de 29 años de edad, padrastro del policía, y Wilmer Baltodano, de 35 años de edad, vecino de la familia Espinoza.


Tranque

Los tranques ubicados en Las Esquinas, de Diriamba, eran de los más bravos. Decenas de jóvenes del barrio Mauricio Duarte custodiaban toda la noche e impedían la circulación de vehículos. Liseth Espinoza y Reymundo Gutiérrez son una pareja que se dedica a la venta de huevos. Para poder atravesar los tranques sin problemas, comenzaron a regalar gaseosas o pan a quienes resguardaban los bloqueos de carreteras.

“Los muchachos eran del barrio y es por eso que también nosotros les empezamos a regalar bebidas o alimentos”, dice Espinoza. Eso sí, toda la familia estaba de acuerdo con la lucha que había contra el Gobierno y asistieron a las marchas junto a miles de personas que se realizaron en Managua.

“Nosotros éramos sandinistas. Siempre votábamos por Daniel Ortega. Pero desde el primer día que vimos la represión, nos decepcionamos”, dice Josefa Gallegos, madre del policía.

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Salió del hospital furioso y con ganas de regresar para reprimir a los manifestantes. Estaba convencido de que los policías solo andaban disparando balas de salva, pues eso es lo que asegura que anduvo haciendo el 18 y 19 abril. “Pero después él (Julio César Espinoza) empezó a ver a los jóvenes muertos. Miró que los policías andaban con armas de guerra y del otro lado solo había morteros”, dice Liseth.

Cuando en los primero días ya la cifra de muertos ascendía a 60, Espinoza le dijo a su familia que tenía miedo de regresar y que iba a renunciar a la Policía. En esos días, incluso, lo llamaron para que se presentara a la delegación, pero él argumentó que se encontraba de subsidio. Según sus familiares, le prometieron aumento de salario y rango dentro de la institución, pero su respuesta siempre fue negativa.

Josefa Gallegos, madre del antimotín, muestra la foto de Alejandro Bermúdez, su pareja, también detenido. LAPRENSA/O.Navarrete

“Julio decía que no renunciaba porque todavía le estaban pagando. Pero cuando ya se recuperara, iba a entregarlo todo en la delegación”, dice Liseth. El 5 de agosto Espinoza no recibió pago, y fue por eso que al día siguiente viajó hasta Plaza El Sol, en Managua, para preguntar qué había pasado.

De inmediato fue ingresado a un cuarto, mientras su hermana Elieth, se quedaba esperando en recepción. Al expolicía le mostraron videos y fotos de los jóvenes en los tranques de su barrio. Algunos de ellos eran sus sobrinos o vecinos.

—¿Los reconocés? —le preguntó un compañero policía, según el relato que Espinoza le contó a su familia.

Espinoza negó la información, a pesar de que le ofrecieron nuevamente subirle el salario y ascenderlo otro grado.
—Te dimos la oportunidad y no la aprovechaste —fue lo último que le dijo el policía que lo dejó salir de la estación. De forma inmediata le entregaron una carta de baja y le dijeron que se seguirían comunicando.

A la derecha de la foto, Julio Espinoza, en el inicio del juicio. LAPRENSA/Y.Reyes

A la casa en Diriamba Espinoza llegó contento de que no había tenido consecuencias salir de la Policía. No pudo sospechar que solamente cuatro días después se convertiría en uno de los más de 400 presos políticos del régimen orteguista, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Ilegal

Para el abogado de la CPDH, Julio Montenegro, quien lleva el caso de Espinoza, el arresto de su defendido es ilegal desde tres puntos de vista que se han generalizado en todos los procesos de los presos políticos: el caso fue remitido de Diriamba a Managua, lo capturaron paramilitares y las pruebas que presentaron las encontraron durante el allanamiento.

“Todo esto violenta la Constitución Política de Nicaragua porque no está siendo juzgado por su juez natural. Consideramos que este proceso es nulo, ni siquiera debería haber juicio”, dice Montenegro.

El antimotín fue lesionado desde el 19 de abril en Monimbó. LAPRENSA/Cortesía

José López, abogado encargado de responsabilidad social y derecho laboral de la CPDH, dijo que a Espinoza no debieron haberle dado de baja porque se encontraba con un subsidio vigente. “A él lo expulsan por no reintegrarse al trabajo, pero lo procesan por un asunto político: por negarse a participar de la represión”, indica López.

El 10 de agosto, en total, fueron arrestados seis miembros de la familia Espinoza. Liseth (hermana) y Josefa (madre del policía) también fueron trasladadas a las celdas de Jinotepe. Ahí estuvieron cuatro días sin que les preguntaran algo, hasta que fueron liberadas el 13 de agosto.

“A nosotros nos arrestaron por venganza, porque él (Julio) no quiso seguir en la Policía, no quiso hacer lo que ellos querían. Por eso se vengaron con la familia”, dice Liseth.

A pesar de que la acusación fue presentada el 14 de agosto y la primera audiencia se realizó al día siguiente, la familia Espinoza hasta ahora habla del caso porque dicen estar superando el temor de que las vuelvan a arrestar. “Estuvimos detenidas. Fue horrible. Cuando salimos nos decían que nos iban a volver a capturar”, dice Gallegos, la madre del policía.

En los últimos días libres, Julio César Espinoza se quedaba viendo televisión y ayudando a su esposa Mildred Quintero, en la venta de pollos que tiene en su casa. “Nunca salió de la casa. Hay varios testigos que lo pueden confirmar”, dice Liseth, la hermana, quien asegura que el policía ha sufrido tres convulsiones en la cárcel porque todavía no se ha recuperado. De hecho el 13 de agosto, tres días después que lo capturaron, tenía cita en el hospital.

Julio Espinoza tenía varias razones para no seguir en la Policía, entre ellas, que algunos sobrinos participaron en los tranques. Su hermana Liseth siempre le decía: “Cuidado una bala que tirés le va a dar a uno de estos chavalos”. La otra razón, según su hermana, era que asiste a una iglesia con su esposa, y uno de los mandamientos que juró cumplir es: “No matarás”.

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