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¿Qué decidirán los Ortega-Murillo?

Consecuencia probable de permitirlas sería la suspensión de las sanciones que amenazan la economía y a muchos allegados al régimen

La pareja Ortega Murillo tiene en sus manos permitir, o no, elecciones verdaderas antes del 2021. Lo que escojan afectará decisivamente la vida y el futuro de todos. Es pues de primera importancia, para quienes puedan influir en tal decisión, analizar seriamente sus posibles consecuencias.

Consecuencia probable de permitirlas sería la suspensión de las sanciones que amenazan la economía y a muchos allegados al régimen. Otra: el gradual restablecimiento de la confianza con el consiguiente freno en la fuga de depósitos y el reinicio de planes de inversión. Cabe advertir, empero, que tardarían en revertirse los daños causados por la crisis y que la contracción prevista para 2019 es casi inevitable.

En comicios libres es probable que Ortega logre el 20 y con suerte el 30 por ciento de los votos. Murillo unos cinco puntos menos. La oposición posiblemente ganaría a menos que se fragmente. Un Ortega perdedor quedaría como diputado, con inmunidad parlamentaria y mucha influencia, particularmente en la CSJ, la policía y posiblemente el ejército. Esto, quizás, conduciría a un tortuoso proceso negociador, con similitudes al que hubo tras las elecciones de 1990. Mientras tanto la economía iría recuperándose.

En cuanto a la segunda alternativa (2021), una consecuencia no probable, sino segura, es un calamitoso hundimiento económico junto con aplicación de sanciones que frenarían importantes flujos externos, empeorarían el riesgo país y a afectarían directamente a decenas de amigos de Ortega. La mayoría de los análisis proyectan ya una contracción para el 2020 cercana al 10 por ciento, mientras otros la suben al 20. El economista Pedro Belli estima que cada mes que pasa la economía pierde US$90 millones y que sin elecciones adelantadas esto no parará hasta el 2021. Y conste que los analistas, por prudencia, prefieren no estimar las consecuencias de probables quiebras bancarias, devaluaciones, o inflaciones galopantes.

Gobernar en estas circunstancias será tarea amarga. Ortega habla felizmente de volver a una economía “popular” de arroz y frijoles— quizás porque a él no le tocará vivirla con los millones que tiene. Pero el pueblo sufrirá horribles privaciones, peligrará gravemente el pago de las pensiones del INSS y tarde o temprano tendrá que despedir empleados públicos y congelar salarios.

¿Resistirá el pueblo pacientemente estos tres años? ¿Seguirán sumisos los militares ante un jefe carente de legitimidad y que innecesariamente perjudica gravemente a todos? Nadie sabe.

De lo que podemos estar ciertos es que esta sería una aventura que acaba, o con un tirano envejecido, cabalgando sobre cadáveres y miseria, o como Gadafi. Inteligencia y prudencia llevan al mejor camino. Estupidez y arrogancia al despeñadero. Quiera Dios que brillen las primeras.

El autor es sociólogo. Fue ministro de Educación.

Columna del día Daniel Ortega Ortega-Murillo archivo

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