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“Me duele para respirar”

El que ya visitó Israel quizá ha tenido la oportunidad de estar en Yad Vashen en el monte de los recuerdos en Jerusalén o en Yad Layeled en el kibutz Lochmei ha-Getao. Son dos monumentos dedicados a las víctimas del odio fascista.

En el primero, hay una sección dedicada al millón y medio de niños muertos durante el asedio nazista. El segundo es totalmente dedicado a todos esos niños cobardemente asesinados y torturados por los esbirros hitlerianos.

Yad Vashem fue diseñado por el arquitecto Moshe Safdie cuyo hijo Uziel de apenas dos años y medio murió en Auschwitz. El profeta Isaías en su verso 56 inspiró esta obra monumental. El entonces presidente Moshe Katza, al inaugurar sus nuevos pabellones el 15 de marzo del 2005, dijo: “Es este un simbólico lugar para recordarle a la humanidad que cerca está el odio del crimen y el racismo del genocidio”.

Agregaría: Que cerca está la tiranía y la ceguera partidista de las bajezas más grandes como son el crimen, la tortura, la violación, el homicidio de un niño, la burla, la mentira y la impunidad.

Culpables son aquellos que a esa bella tridimensionalidad de cuerpo, mente y alma la enlodan ordenando, ejecutando, mintiendo —y lo peor— callando crímenes de lesa humanidad.

Todo por tener un poder miserable y fugaz, por mantener una posición económica de vanas ilusiones, para poder beber whiskey en clubes sociales ridículos y vestir ropas de lujo absurdas, para lucir relojes de oro que acabaran en manos desconocidas. Callar para poder decir mis negocios son prósperos y se me ilustra en la revista Forbes. ¿Cómo voy a opinar y arriesgar mis millones si yo soy hombre importante del Business Enterpriser, con apellido y mayor accionista de cuanto negocio existe en el país? ¿Cómo, si yo doy trabajo a miles que me deben agradecimiento y doy para las iglesias y las procesiones de las mil vírgenes y para los asilos, y para los hospitales dinero que no me cuesta nada pues lo deduzco de la contribución a los pocos impuestos que pago? Que maten al que maten, que torturen y encarcelen a quien sea, que profanen templos y se burlen de religiosos que apaleados y calumniados a como están, me sonríen y me dan su bendición. Callar siendo profesional, catedrático, de familia honorable y aceptar un puesto de embajador aun sabiendo toda la sangre que ha derramado el tirano, aun sabiendo que seré usado para mentir.

Yad Vashem y Yad Layeled son actualmente museos y símbolos para educar a las nuevas generaciones contra todos los atropellos que ahora vivimos en Nicaragua, contra la vileza de asesinar niños. Contra los que callan y se golpean los pechos impunes y maldecidos.

Cuántos jóvenes muertos que jamás tendrán una generación. No son solo 500, son infinitos los asesinados.

Muy pronto tendremos que construir en Nicaragua un museo titulado “Me duele para respirar” y no olvidar ni repetir la infamia más grande de nuestra historia.

El autor es médico.

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