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La profecía de monseñor Báez

Desafortunadamente, muchas veces son desoídas sucediendo entonces las calamidades anunciadas

Hay voces proféticas que, inspiradas por Dios, advierten a pueblos y gobernantes de los males que les pueden sobrevenir si no cambian su conducta. Desafortunadamente, muchas veces son desoídas sucediendo entonces las calamidades anunciadas. Esto pasó exactamente el 18 de abril de 2018, en vísperas de la explosión ciudadana que sacudió Nicaragua. Recordémoslo:

Ese día muchos nicaragüenses vieron con estupor como militantes de la Juventud Sandinista arremetían con palos, tubos y patadas, contra jóvenes y ancianos, desarmados y pacíficos, que protestaban por la reforma a las pensiones del INSS. Las víctimas caían al suelo ensangrentadas en escenas que eran gravadas e inmediatamente transmitidas a todo el país.

Inmediatamente monseñor Silvio Báez, antes de que hubiera un muerto, mandó por Twitter un mensaje profético a la pareja presidencial que vale la pena resaltar: Hago un llamado a Daniel Ortega y a su esposa para que detengan la violencia y la represión. ¡No pongan en peligro la paz del país! Sepan escuchar, dialoguen, tengan la madurez de rectificar tantos errores por el bien de Nicaragua. ¡Sean sensatos!

¿Qué hubiese pasado si sus palabras hubiesen sido acatadas?; ¿si, en lugar de reprimir a sangre y fuego los Ortega Murillo hubiesen ordenado a sus gentes cesar toda agresión y hubiesen dialogado y actuado con mensura con los estudiantes que al día siguiente protestaban desde la UNA, UCA y otros recintos? Posiblemente se hubiese evitado la mortandad y el desastre que vino después. Pero, en su lugar, la señora Murillo, en una defensa cerrada de la violencia por ellos desatada, culpó a las víctimas: “grupúsculos” malvados, egoístas, tóxicos, vampiros deseosos de chupar sangre”, añadiendo: “¿Nos dejaremos provocar?”, para concluir que sus partidarios actuaban “en legítima defensa”… y arrojó sus tropas. Indoctrinados en el odio y desenfrenados, la policía orteguista la emprendió contra los estudiantes matando a dos el 19 y a 24 el veinte. Echaron fuego al combustible y pulverizaron la paz.

De allí en adelante fue una orgía de represión y violencia que cambió para siempre el país, enlutó centenares de hogares, destruyó la economía y enterró el futuro del régimen. Todo comenzó por no acatar palabras proféticas de alguien verdaderamente preocupado por la paz, y continuó por no escuchar otras que llamaban al diálogo y a cesar la represión.

¿Seguirá la insensatez? ¿Acatará la pareja la voz de quienes llaman a soluciones políticas o elecciones anticipadas, como una mejor alternativa al hoyo negro que acecha? ¿O seguirán apostando a que los AK traerán la paz? Hoy, como hace siete meses, el clamor de monseñor Báez sigue resonando con igual urgencia: “No pongan en peligro la paz del país… ¡sean sensatos!”.

El autor es sociólogo. Fue ministro de Educación.

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