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Gabriel Álvares, analista político. LAPRENSA/O.Navarrete

Gabriel Álvarez: “La única salida es negociar con Ortega”

El abogado constitucionalista, Gabriel Álvarez, asegura que lo mejor para el país sería una salida consensuada con Daniel Ortega para generar estabilidad.

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Ni salida violenta ni Daniel Ortega pagando en la cárcel por delitos de lesa humanidad. Para el analista político, Gabriel Álvarez, la única salida sería una negociación consensuada con el caudillo sandinista que garantice estabilidad, democracia y que la economía salga a flote.

Para el también experto en Derecho Constitucional cualquier salida que no sea legal, pacífica ni cívica, regresaría al país al modelo de la Dirección Nacional de 1979: en el que solo unos cuantos comandantes tenían todos los poderes del país sin límites. Álvarez considera que Ortega todavía podría “contribuir a una transición menos caótica, menos traumática y más sostenible”.

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El escenario del diálogo todavía es viable para Álvarez, y para ello debería analizarse algunas garantías de seguridad y patrimoniales de Ortega y su familia. En esta entrevista explica los escenarios políticos, cómo podría darse un mejor diálogo, lo innegociable sobre la mesa, y los posibles incentivos que tendría el comandante para ayudar a sacar al país de la crisis.

¿En qué situación política estamos?
(Suspira) Quizás esa sea una de las preguntas más complicadas porque nadie sabe a ciencia cierta… Yo diría que estamos en una transición en donde lo viejo no termina de morir, porque ya está agotado y no tiene oportunidad de recuperación, y lo nuevo no termina de nacer. Esa situación es sumamente compleja. Estamos en una fase en que el Gobierno cree que salió victorioso, pero sabe que quedan ciertos focos importantes que pudiesen reactivar la rebelión, y como no tiene interlocutores institucionales válidos para resolver la crisis, no tiene otra estrategia más que la fuerza bruta.

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¿Usted cree que no hubo triunfadores?
Para mí triunfó el pueblo. En el sentido de que ese modelo quedó agotado. Ese modelo putrefacto que tenía una apariencia de estabilidad, de progreso, de amor, se rompió, y eso es bueno en términos históricos. El problema es que no se sabe qué modelo va a sustituirlo. Estamos en una fase para la construcción de un nuevo modelo y que la gran mayoría quiere que sea sostenible. Ortega sí cree que va a triunfar. Sobre todo lo cree porque se sigue rodeando de los mismos colaboradores que lo llevaron al problema del 18 de abril.

¿Pero usted no cree que de esta manera Ortega se podría imponer?
Yo creo que no. Lo que puede es prolongar el sufrimiento. Puede entregar un país en estado ruinoso y creo que al pueblo le hace falta una fase más de dolor y sufrimiento. No veo que el desenlace sea a corto plazo. Pero tampoco Ortega se podría imponer al largo plazo, ni siquiera en un estado ruinoso como Venezuela. No podrá establecer la sucesión dinástica, de manera gobernable. Puede que lo haga con la ley de la selva, de los paramilitares, pero eso no es una victoria.

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¿Qué cree que va a pasar entonces?
Va a seguir profundizando la represión en los próximos meses. Porque no tiene los elementos necesarios para cambiar de estrategia. A lo mejor está intentando otra salida. Porque sus asesores le siguen diciendo que él es el mesías. Pero tampoco veo cómo esa profundización de la represión no produzca una situación y una correlación de fuerzas que hagan insalvable al gobierno de Ortega. Mientras se sigue hundiendo en la represión, el pueblo se está organizando mejor. Ahorita claramente es la Unidad Azul y Blanco (UNAB), pero puede evolucionar a otra expresión organizativa.

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¿En qué podría desembocar esto?
Esto desembocará en un diálogo, entre más o menos fuerzas paritarias en la que haya una suerte de consenso de cuáles serían las salidas. Todavía veo posible eso. Pero esto va a depender de entre otros factores, principalmente de Ortega. Lo que no veo es una solución violenta. No solo que no es deseable, sino que es inviable, por las circunstancias internacionales e internas.

¿Pero Ortega va a negociar cuando el país esté en ruinas?
Eso podría ser cierto. Por eso, el desafío es que su entorno lo persuada de que no vale la pena dialogar hasta ese momento. Porque si dialoga en ese momento, él estaría en la silla de los vencidos y todos los que están detrás de él. El momento en que Ortega dialogue será cuando se dé cuenta de que no es cierto que venció y derrotó a la rebelión.

¿Qué otras salidas existen?
Ortega tiene intereses que proteger y defender, entre otras cosas, su seguridad, la de su familia y colaboradores cercanos, y su patrimonio. Por lo tanto en la mesa de diálogo habría que conversar sobre las precondiciones a qué conduciría un diálogo en relación con la seguridad de Ortega, sus familiares y su patrimonio. Eso él no lo ve claro. ¿Cuál es el incentivo que tiene Ortega para sentarse a dialogar si todo lo que le han puesto sobre la mesa es cárcel por delitos de lesa humanidad y entregar todo el patrimonio mal habido? Ese elemento habrá que ajustarlo y afinarlo para que tenga incentivos.

¿Pero entonces se vale negociar con Ortega por encima de todo lo que ha pasado desde abril?
No solo se vale, hay que hacerlo. Es que no hay otra salida. Porque Ortega es el que no quiere negociar, ya que cree que puede imponerse a punta de balazos. Lo que hay que decirle a Ortega es que se siente y que diga sus preocupaciones y sus intereses.

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Hay personas que se opondrían a lo que me está diciendo…
Esa visión radical no lleva a la superación de la crisis actual. Lo que quiero decir es que no ofrece una estrategia de solución de la crisis viable. Porque radical no es el que quiera justicia. Eso no es ser radical, porque todos queremos retornar a un estado democrático. Radical es el que dice que a Ortega hay que echarlo preso antes de cualquier cosa. O el que dice que “se vaya ya, que renuncie ya, y después vamos a ver cómo resolvemos”. Eso me parece radical porque me parece inviable. Ese tipo de planteamiento no ofrece una salida.

“No solo se vale (negociar), hay que hacerlo. Es que no hay otra salida. Porque Ortega es el que no quiere negociar, ya que cree que puede imponerse a punta de balazos. Lo que hay que decirle a Ortega es que se siente y que diga sus preocupaciones y sus intereses”.
Gabriel Álvarez, analista político

¿Cuáles serían los incentivos para Ortega?
A mí me parece que la verdad es innegociable, así como la reparación de las víctimas, los daños a sus familiares, etc. Ahora la parte punitiva, la parte sancionatoria, creo que se puede conversar. La justicia que debe venir después no puede ser revanchista ni vengativa. Hay distintos modelos, por eso es que Ortega debería de sentarse a negociar estas cosas. El segundo elemento son los recursos mal habidos. Aquí hay una opacidad total con el dinero venezolano. Por eso habría que establecer una política para la transparencia de su patrimonio, que no necesariamente significa confiscación. Pero se puede expropiar, dar opciones de pago, puede haber participación estatal. Ortega todavía es un factor de poder y podría contribuir a una transición menos caótica, menos traumática y más sostenible.

Gabriel Álvarez, abogado constitucionalista. LAPRENSA/O.Navarrete

¿Ortega podría negociar su supervivencia política y del FSLN?
La supervivencia política de Ortega es probable que no sea posible, pero no necesariamente sea la del partido. Eso lo decidirá el pueblo, y eso es el problema fundamental: Ortega le quitó al pueblo el ejercicio de elegir a sus gobernantes. Hay que recuperarlo. Ahora, los militantes del Frente Sandinista no están haciendo mucho para que eso sea posible. Parece que se quieren inmolar con Ortega. Ahora, yo no veo la razón para que en una mesa de diálogo le digás: “Vos y tu partido quedan expulsados de la historia futura de Nicaragua”. Entonces mejor no dialogo, me encierro en mi búnker y que me lleguen a sacar. ¿Para qué voy a dialogar?

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Una de las razones que usted decía que provocó la rebelión de abril fue que se cortaron todos los mecanismos institucionales hasta que todo reventó. Ahora lo que se ve es que se ha eliminado cualquier opción de protesta. ¿Esto podría incentivar a que se piense en una salida violenta?
Claro, de alguna manera hace que haya individuos o grupos, cada vez más numerosos, que piensen que no hay opción cívica y electoral para cambiar el país. Es relativamente normal, en términos intelectuales, analizar que si a la gente se le cierra toda posibilidad de expresarse cívica, pacífica y dentro del orden legal, no queda más que una salida violenta. Para mí esa no es una solución. Porque a mi manera de ver las cosas se vería reducido a algo así como: “Quitate tú para ponerme yo”.

¿Por qué?
Supongamos que estos señores (Ortega Murillo) no entienden. Y por X o Y razón se les derroca por algo que no es legal, pacífico ni cívico. Ese nuevo gobierno tendría básicamente poderes parecidos a los que tuvo la Dirección Nacional en 1979: sin sometimiento a ninguna limitación de racionalidad jurídica que permita la convivencia pacífica sostenible. Puede ser que tengan la mejor intención del mundo, como seguramente la tuvieron los comandantes sandinistas, pero la dinámica te lleva a que si vos sos la persona que derrocó a Ortega, vos sos el que vas a llegar a repartir con la cuchara grande. Así como decían “después de Somoza, cualquier cosa”, hay quienes creen que lo más importante es salir de Ortega a como sea y después ya veremos. No. Hay que salir de Ortega mediante una transición democrática consensuada que garantice sostenibilidad, que garantice la democracia y que impida la destrucción total de la economía. Eso da garantía de no repetición.

Algunos analistas han visto el nuevo proyecto de Ley de Reconciliación como una amnistía. ¿Qué piensa usted?
A lo mejor los señores Ortega Murillo pretendan en algún momento dictar algo que favorezca una amnistía para ellos. Pero yo no veo en esta propuesta que ese sea su principal interés. A mí me parece muy lógico que no sea así, porque una autoamnistía sería tanto o más aborrecible que los crímenes que pretendan amnistiar, es poco factible porque ya hay jurisprudencia internacional más que suficiente para saber que estas leyes de amnistía se declaran inconstitucionales.

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¿A más de un mes de creada ha funcionado la UNAB?
Creo que es comprensible la crítica que se hace desde algún sector de que la unidad no ha respondido de manera oportuna a las demandas de movilización, o a dar respuestas a determinadas situaciones. Pero creo que es natural: tiene un mes. Pero además coincidió con la represión más brutal y más dura. No es que la unidad no quiera movilizarse, sino que tiene una responsabilidad por la seguridad de los ciudadanos nicaragüenses. Y se han expresado de múltiples maneras de repudio al régimen. Lo que veo es un fortalecimiento de la unidad y una mejor vinculación con el sentir y con las demandas de la población.

Hay quienes dicen que la esencia de los jóvenes y universitarios de la lucha se ha perdido en la UNAB y ahora son los políticos tradicionales quienes están al frente…
Yo creo que esta rebelión no era solo de los universitarios. Y por lo tanto, desde ese punto de vista, no se ha perdido la esencia universitaria. La misma Alianza Cívica no era universitaria: ahí había campesinos, empresarios, sociedad civil, académicos, y también universitarios. Y la población de las marchas multitudinarias no era universitaria, en su mayor parte. Yo creo que todos los sectores tienen derecho a participar en los esfuerzos, en la lucha para recuperar la democracia. Pero además los universitarios siguen jugando un rol de primer orden en el seno de la UNAB.

¿Cree que la Iglesia cumplió bien su rol de mediador?
Tenían que ser los mediadores porque Ortega demolió todas las instituciones del Estado y los partidos políticos, que son los instrumentos que se utilizan para resolver estas crisis. Y por lo tanto, eso significó que la única institución con credibilidad fuera la Iglesia. Lo otro que me queda claro es que los obispos no están trabajando para obtener poder político, ni riquezas ni prebendas. Y creo que tuvieron una buena escogencia con los miembros de la Alianza. Sin embargo, creo que era imposible estar al lado del sufrimiento del pueblo y simultáneamente jugar el mejor rol de mediador. Por lo tanto, en algunas ocasiones no pudieron mantener los tonos. Y por otro lado creo que en algunos casos tuvieron una asesoría técnica que los llevó a tomar decisiones que no eran las más adecuadas. Por ejemplo, querer reformar la Constitución en un fin de semana. Al principio hubo planteamientos técnicos equivocados que pudieron contribuir a no tener la mejor equidistancia en su rol como mediador. Pero eso no pesa más que la credibilidad de los obispos, ni pesó más que la voluntad de Ortega de no dialogar.

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Plano personal

Nació en León. Tiene 53 años de edad. Está casado, tiene dos hijos.

Estudió en el colegio La Salle de León, primaria y secundaria. Se graduó en la UNAN de León en la carrera de Derecho. Luego hizo varios posgrados en Costa Rica y un doctorado en Barcelona.

Fue catedrático durante 30 años de la UNAN de León. Fue despedido hace cuatro años por razones parecidas a las que echaron de la misma universidad a su hermano gemelo, Mauricio Alberto, hace una semana. Su hermano era catedrático en Biología y especialista en Gestión de Recursos Ambientales.

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La actividad que prefiere es ser profesor. Aún lo hace en la Universidad Americana.

En total tiene cuatro hermanos. Tres varones y una mujer. Marcelo, su hermano menor, murió hace 11 años. En su nombre crearon una fundación que brinda becas a estudiantes de escasos recursos. La fundación fue creada por sus propios compañeros de bachillerato.

Sus padres murieron en un accidente hace 35 años. El padre de Álvarez era abogado y decano de la Facultad de Derecho de la UNAN. Su madre era ama de casa.

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