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jóvenes, Nicaragua

Purísimas de mi tierra

María, la madre de Dios, no requiere altares ostentosos con millares de luces y figuras angelicales de todas las formas y colores. María, la llena de Gracia, era una joven humildísima que vivió siempre en la pobreza.

CARTAS DE AMOR A NICARAGUA

Querida Nicaragua: Creo que todos los nicaragüenses católicos desde niños hemos venerado a la Santísima Virgen, la Inmaculada Concepción y hemos cantado los últimos días de noviembre y los primeros de diciembre a la Purísima Concepción de María, para quien nuestro pueblo inventó la fiesta de la Gritería, inolvidable tradición nicaragüense, cuando le cantamos las canciones especiales que le dan un sabor característico propio a la festividad más alegre de nuestro pueblo. La más hermosa, bella y tradicional fiesta del año cuando hasta en los barrios más humildes se ven multitud de fieles cantando a la Virgen y recibiendo las golosinas de la tradición popular como gofios, huevos chimbos, limones dulces, chicha de maíz, etc. mientras los aires se llenan de cantos y de alegres estallidos de cachinflines y cohetes que surcan los aires de diciembre.

Lamentablemente en los tiempos que vivimos, mejor dicho en el régimen político que padecemos, la tradición popular se ha visto opacada. Se ha limitado la venta de inofensivos juegos de pólvora, de cargacerradas que son tan alegres y alguien sugirió, ante el peligro de una Policía que con suma facilidad detiene al ciudadano sin mediar causa ni motivo, que las Purísimas se celebren comenzando a las doce del día y no a las seis de la tarde como ha sido tradicional. Sin embargo, el pueblo de acuerdo con la tradición celebrará la fiesta de la Gritería el día 7 de diciembre a las 6 de la tarde, cuando se dará en los templos el tradicional grito: ¿Quién causa tanta alegría? La Concepción de María.

María, la madre de Dios, no requiere altares ostentosos con millares de luces y figuras angelicales de todas las formas y colores. María, la llena de Gracia, era una joven humildísima que vivió siempre en la pobreza. Su mayor riqueza era su adoración a Dios que la escogió como madre del Señor por ser la más pura y santa de todas las mujeres. A la Santísima Virgen no le agrada la ostentación y por eso hace miles de milagros en las casitas más humildes donde se hacen los altares más sencillos: una imagen pequeñita, la Virgencita con su manto blanco y celeste sobre una mesita cubierta con humilde mantel de plástico, rodeada de flores de madroño y otras florcitas silvestres, dos o tres veladoras y lo más importante: el pueblo que llega a rezarle y cantarle, unos cuantos cohetes reventando en el cielo decembrino y la alegría de los niños recibiendo “la gorra”, es decir las golosinas de la humilde Purísima.

Así de simple… así de humilde… así de pobre. Así le gustan los altares a la Purísima Concepción de María.

El autor es director general de Radio Corporación.

Columna del día Purísimas Virgen María archivo

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