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Noche Buena

Un adjetivo sencillo de común denominación armoniza con el preludio de la suprema natividad: Noche Buena.

La calificación no recurre a la metáfora embebida de lirismo pretencioso y es todavía más trascendente cuando se le agrega el atavío glorioso de la paz.

La víspera anticipa al amor, no de aquel ensombrecido por los ojos del paganismo. Desde luego estos eternos atributos no propician el júbilo unánime.

Cada uno tiene pulsaciones diferentes, circunstancias disímiles que hacen de la vida un espejo donde se refleja la diversidad de los rostros que lloran y ríen en la efemérides eterna.

Inevitable sentir los efectos de la melancolía cuando bajan al corazón los latidos del recuerdo, cuando reviven las imágenes de los seres queridos que se fueron en la tragedia sociopolítica y de los que emigraron al exilio perpetuo por otras motivaciones.

Inevitable también celebrar la alegría de los seres amados que están vivos en la plenitud de la euforia. Pero hoy es Noche Buena y eso basta para sentirnos confortados por una razón más que justificada para cumplir con los edictos naturales de la reflexión que no dependen necesariamente por los que son dictados por los gobernantes de turno.

Sin el menor ánimo de politizar la situación que sufrimos no hay la duda de que hay un cupo vacío en la tradición.

Algo está gris en el color feliz de la Navidad, siempre presente y con más arraigado testimonio cuando se ve al símbolo del niño Dios en el pesebre que de alguna manera sencilla o sofisticada es firma inspiradora de ternura.

La música sacra se torna viviente y espigada en los vuelos de la redención sonora, por la majestad que rompe la temperatura del silencio. Gira alrededor de una tradición firme que promueve al ofertorio, a la misa, los villancicos, las pastorelas, los sones de pascua.

El nacimiento incita a vivir aquí y allá. Alegría y dolor para la madre y el hijo, las más profundas conexiones dejando ritos vinculados con la devoción y la visión de sentir al cielo cerca de la tierra con la velocidad espiritual de la imaginación.

No será posible evitar la angustia sentida por el desterrado, por los efectos ligados a la soledad, razón por la cual está vigente el clamor de que haya libertad para todos aquellos que la añoran desde el hermetismo de la mazmorra.

Se mencionó la libertad para mil prisioneros pero no se hace una mención para los reos políticos expuestos a ser vistos con el color partidario o ideológico de los ojos. Suelta y extensiva es la tarjeta del suscrito en favor de que todos disfrutemos de la primicia tanto añeja como actual de la fiesta inmortal.

El autor es periodista.

Opinión Navidad Noche buena archivo
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