14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

60 años después de la borrachera

El primero de enero de 1959 Fulgencio Batista huyó de Cuba y se inició la revolución cubana. Nos reunimos un grupo de muchachos. Yo tenía 15 años y era un chico flaco, esperanzado y políticamente analfabeto. Me sentí muy feliz. No sé cómo, dónde o por qué fuimos a ver, o nos encontramos, al abogado Óscar Gans. Había sido primer ministro de Carlos Prío, el último presidente constitucional cubano. Tenía fama de honrado e inteligente.

Gans escuchó con interés nuestra ilusionada algarabía y nos dijo una frase enigmática que no he olvidado: “Las revoluciones son como las grandes borracheras… el problema es la resaca”.

A los pocos meses entendí lo que Gans nos había querido transmitir. Comenzaba la resaca. Estábamos en manos de unos revolucionarios iluminados dispuestos a cambiar a punta de pistola las señas de identidad de una sociedad que tenía varios siglos de existencia.

Fidel, el Che, Raúl Castro, y unos cuantos tipos más, audaces e ignorantes, estaban decididos a liquidar una imperfecta democracia liberal, regida por una Constitución socialdemócrata, totalmente perfectible, y transformar ese Estado en una dictadura prosoviética sin propiedad privada, ni derechos humanos, y mucho menos separación e independencia de poderes. Simultáneamente, echaban sobre los hombros de los cubanos la responsabilidad de “enfrentarse al imperialismo yanqui” y transformar el planeta para imponer a sangre y fuego el “maravilloso” modelo social desovado por Moscú desde 1917.

Actuaron velozmente. A los 20 meses habían logrado el 90 por ciento de sus objetivos domésticos. En octubre de 1960 no existían vestigios de libertad de prensa. No había grupos políticos diferentes al “movimiento único” creado y sujeto férreamente por el Máximo Líder, que en su momento fue llamado “Partido Comunista”. No había escuelas ni universidades privadas. Tampoco empresas medianas o grandes en poder de la “sociedad civil”. Todas fueron asumidas por el Estado mediante un simple decreto. La dictadura totalitaria se había consumado.

El resto se consumó el 13 de marzo de 1968. En esa fecha, Fidel Castro perpetró un larguísimo discurso en el que anunció la “ofensiva revolucionaria”. De un plumazo se tragó casi sesenta mil microempresas y convirtió a la Isla en el país “más comunista del mundo”. Para arreglar un paraguas, un par de zapatos o un ventilador había que dirigirse al Estado. Lógicamente, el desastre fue absoluto y la nación se convirtió en una escombrera. Los millares de valientes que se opusieron a ese destino fueron fusilados o encarcelados durante muchos años.

¿Cómo se llevó a cabo esa locura revolucionaria? Sencillo: metiéndoles la mano en el bolsillo a los probables adversarios. Primero, crearon una enorme clientela política regalándole “al pueblo” todo lo que no le pertenecía al Comandante. Rebajaron el 50 por ciento de los alquileres y del costo de la electricidad y los teléfonos. Dispusieron de la tierra como les dio la gana. Ellos sabían que la economía colapsaría como consecuencia de la manipulación de los precios, pero el objetivo no era conseguir la prosperidad, sino crear una legión de estómagos agradecidos a los que no tardarían en ajustarles las tuercas.

Sesenta años después el “modelo cubano” es totalmente improductivo e inviable. Los castristas son unos negreros que viven de alquilar esclavos profesionales a los que les extraen una plusvalía del 80 por ciento. O policías que montan la nueva dictadura, como han hecho en Venezuela. O viven de las remesas de los exiliados, de las dádivas de las iglesias, o de bañar y pasear turistas en contubernio con empresarios extranjeros a los que no les importa la catadura del socio local. Así son las resacas revolucionarias. Suelen ser largas y tristes. [©FIRMAS PRESS].

El autor es periodista y escritor. Su último libro es una revisión de Las raíces torcidas de América Latina, publicada por Planeta y accesible en papel o digital por Amazon.

Opinión borrachera archivo
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí