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Cuarenta años de la reforma china

China ha cumplido este diciembre 40 años del comienzo de la Reforma y Apertura, el proceso que emprendió bajo el mando de Deng Xiaoping, a partir de 1978, para recusar al maoísmo y abrirse al mundo y al sector privado. Aquellos cambios fueron el principio del espectacular vuelco de la nación, que pasó de una economía de pobres a convertirse en tiempo récord en la segunda potencia global.

A la muerte de Mao, el PIB de China representaba el 1.75 % de la economía mundial, en 2018 se ha multiplicado por 82, llegando a aportar el 15 % de la riqueza global: US$12.24 billones. La esperanza de vida ha pasado de 65.8 a 76.4 años y más de 800 millones de personas superaron la pobreza.

Aunque ahora pareciera comenzar una nueva era en la que, según sus críticos, Xi Jinping, el nuevo líder chino, ha desmantelado buena parte del legado de Deng. Ha eliminado los límites temporales que impuso el Pequeño Timonel —Deng— al mandato presidencial y, en la economía, el sector público vuelve a ganar terreno sobre un sector privado que fue el motor del crecimiento en las últimas décadas.

Según Willy Lam, de la Universidad China de Hong Kong, “se han abandonado casi todas (las reformas de Deng)…: el liderazgo colectivo y la prohibición del culto a la personalidad; separación del Partido y del Estado; en la economía, el énfasis en el mercado y buen trato a los empresarios privados y los capitalistas extranjeros…”.

Y así ya la economía china no crece como en años pasados, y no debido a la “guerra comercial” con EE. UU. que, más bien, es una excusa. Entonces, ya se escuchan voces que piden más reformas económicas para recuperar el camino a favor del mercado que marcó el Pequeño Timonel. Irónicamente, “Trump está obligando a Xi a volver a las enseñanzas de Deng”, especialmente en el énfasis sobre el mercado y el trato no discriminatorio a las empresas extranjeras, dice Lam.

El jefe del Estado chino pronunció, el pasado día 18, un discurso en el que no anunció ninguna medida concreta en cuanto a liberalización económica en un momento en que el compromiso de China con la apertura ha sido cuestionado por varios de sus socios comerciales —especialmente EE. UU.— e incluso por varias voces dentro del país.

“Nadie está en posición de dictar a China lo que debe hacer”, insistió Xi durante un cansador discurso de hora y media dedicado principalmente en defender a ultranza el papel del Partido Comunista. “El Partido lo lidera todo”, dijo citando a Mao Zedong y dejando añoranzas por Deng Xiaoping ya que al decir que el “proceso de reforma y apertura es uno de los hitos más destacados de la China contemporánea”, pareció más una frase para contentar a sus críticos que un convencimiento real.

El autor es miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California.
@alextagliavini. www.alejandrotagliavini.com

Opinión China archivo
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