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La importancia vital de la familia

La familia es tan importante que Jesús nació en el seno de una familia. Cuando nos acercamos al pesebre donde está el Niño de Belén, nos damos cuenta inmediatamente que no está solo. A su lado están sus padres: José y María. En el portal de Belén nos encontramos con una auténtica familia, unos padres que están allí con ese tierno Niño besándolo, cuidándolo, protegiéndolo y mimándolo.

Será alrededor de esos padres que Jesús Niño irá madurando como persona y creciendo “en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc. 2, 52). El hogar de Nazaret fue su verdadera escuela y su santuario; en el hogar aprendió e hizo suyos los grandes valores humanos y religiosos que sostienen la vida y la convivencia.

Hoy, es importante que miremos y contemplemos a esa bella familia de Nazaret y hagamos nuestros sus vivos ejemplos. Es verdad que, sobre todo en los últimos tiempos, la familia ha pasado por momentos muy difíciles y por crisis muy profundas. Sin embargo, la familia ha permanecido en pie, eso sí, haciendo suyos los avances de la ciencia y de la técnica que le han hecho, a su vez, purificar y enmendar los errores de tiempos pasados.

No podemos imaginarnos una sociedad sin familia: No podemos imaginarnos un mundo en el que la mujer no sueñe en ser madre, ni le ilusione tener en sus brazos y comerse a besos al hijo a quien ha llevado en su vientre. Un mundo sin familia sería un mundo de puros robots; el ser humano no podría vivir en esa frialdad inhumana y sin sentimientos. Quienes hablan contra la familia, no saben lo que hacen porque no saben lo que deshacen. Sin persona no hay familia, pero sin familia tampoco hay persona. En la familia nacemos, vivimos y crecemos; es en la familia donde aprendemos a pensar y razonar.

Es en la familia donde aprendemos los más grandes sentimientos y valores humanos, como son el amor, la responsabilidad, la ternura, el deseo de superación y el saber valorar donde está el bien y donde está el mal. Es en la familia donde aprendemos a ser humanos y a sentirnos queridos y amados. Es en la familia donde vamos aprendiendo a enfrentarnos a nuestro propio futuro y donde nos forjamos con todos esos valores que nos dignifican como seres humanos y sociales.

Gracias a Dios mi papá y mi mamá me enseñaron a rezar, me enseñaron a sentir y me enseñaron a amar; me enseñaron a servir, a respetar y tolerar. Es en familia donde aprendemos que en el mundo no vivimos solos, vivimos en una sociedad, en comunión y solidaridad los unos con los otros. Es en familia donde aprendemos a creer y a sentir el amor de Dios, la grandeza de la fe.

Los mejores momentos de mi vida han sido aquellos que he disfrutado de mi hogar en el seno de mi familia. ¿Y quién no? ¡Benditos los padres que nos dieron la vida y nos enseñaron con su vida a vivir y convivir!

El autor es sacerdote católico.

Opinión familia Jesús archivo
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