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Ser o no ser de la OEA

El Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) volverá a sesionar de manera extraordinaria, el jueves 10 y el viernes 11 de enero, para discutir y tratar de tomar acuerdos sobre las situaciones de Venezuela y Nicaragua, países dominados por las dictaduras del siglo 21 de Nicolás Maduro y Daniel Ortega.

En el caso de Venezuela, la discusión que será el jueves 10 se centrará en el reconocimiento o no del nuevo periodo presidencial de Maduro, quien se reeligió en comicios fraudulentos y por tanto carentes de legitimidad democrática.

En cuanto a Nicaragua, el debate que tendrá lugar este viernes 11 será sobre la aplicación del procedimiento establecido en los artículos 20 y 21 de la Carta Democrática Interamericana, que culminaría con la suspensión del régimen orteguista de su participación en la OEA.

Desde que se fundó en 1948, la OEA solo ha excluido dos veces a un Estado Miembro: Cuba, en 1962, cuando no existía la Carta Democrática Interamericana y la dictadura comunista de Fidel Castro fue expulsada por incompatibilidad con el sistema democrático; y Honduras, suspendida en junio de 2009, cuando el presidente izquierdista Manuel Zelaya fue destituido por orden de la Corte Suprema de Justicia, porque pretendía imponer su reelección violando la prohibición constitucional.

Según la Carta Democrática, la suspensión de un Estado Miembro se impone cuando en este se ha roto el ordenamiento democrático, ya sea por medio de un golpe de Estado militar o por algún otro procedimiento ejecutado desde el poder, como es notoriamente el caso de Nicaragua.

Pero a la dictadura comunista de Cuba, desde que se instaló en el poder en enero de 1959 mediante una revolución armada, nunca le interesó ser parte de la OEA. Así lo proclamó Fidel Castro en su discurso del primero de mayo de 1960, cuando también dijo que en Cuba nunca más habría elecciones libres. De manera que fue una fiesta para la dictadura castrista, su expulsión de la OEA el 31 de enero de 1962.

Venezuela, por su parte, dejará de pertenecer a la OEA en abril del presente año, al concluir el proceso de su retiro decidido en 2017 por el dictador Nicolás Maduro, quien no acepta ninguna presión diplomática ni sugerencia política para restablecer el sistema democrático.

En Nicaragua la actitud del régimen es diferente. En vez de repudiar a la OEA, como hizo la dictadura castrista de Cuba, o salirse de ella como está haciendo la dictadura chavista de Venezuela, el canciller de Ortega más bien ha pedido a los gobiernos de América Latina y el Caribe que no le apliquen la Carta Democrática, pero sin dejar de insultarlos, acusándolos de ser títeres de los Estados Unidos. Al parecer Ortega pretende que la OEA acepte pasivamente la ruptura del orden democrático en Nicaragua y que le deje seguir violando impunemente los derechos humanos del pueblo nicaragüense.

La verdad es que ningún gobierno que desmantele la democracia representativa y el Estado de derecho debería ser miembro de la OEA. Mucho menos cuando para mantenerse en el poder comete crímenes de lesa humanidad, de manera comprobada y denunciada por los mismos organismos de la OEA.

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