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Tiro por la culata

La dictadura de Ortega hizo todo lo posible para evitar que hubiese algún tipo de conmemoración del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro C., y puede decirse que lo logró.

Asedió con policías y antimotines la librería Hispamer, en cuyo auditorio se realizaba un acto de la Fundación Violeta Chamorro, para impedir cualquier conato de protesta fuera del local, y puede decirse que lo logró. Y el propio día del 41 aniversario de la inmolación del Héroe Nacional y Mártir de las Libertades Públicas, rodeó el monumento a su memoria y su propia tumba, para evitar cualquier conmemoración, y puede decirse que lo logró.

Como también había logrado impedir la procesión religiosa que siempre realiza la Iglesia católica al iniciarse el año, por temor a que la misma se desbordara en protestas azul y blanco. Y así ocurre casi todos los días, en diferentes ciudades y comunidades rurales del país, en un despliegue policial de prevención de protestas que solamente se explica porque cada día aumentan las causas de las protestas ciudadanas. Si antes de abril del año recién terminado había suficientes causas que explican las protestas que entonces estallaron, ahora existen bastante más causas después de la sangrienta represión con la cual se enfrentó el ejercicio del derecho ciudadano a la protesta pacífica, y las consecuencias económicas y sociales de esa represión.

Los propios policías y antimotines, así como los empleados públicos, incluyendo los mandos y miembros del Ejército, y los jueces del poder judicial y con seguridad los diputados de la Asamblea Nacional, salvo los directamente beneficiarios del poder orteguista, se deben hacer las mismas preguntas que condujeron a que un miembro tan destacado del mismo poder orteguista, Rafael Solís, renunciara a su cargo en la Corte Suprema de Justicia y a su militancia de más de cuarenta años en el FSLN.

La renuncia de Solís se conoció el propio día del aniversario del asesinato de Pedro Joaquín, y aunque el propósito del renunciante y denunciante no haya sido la búsqueda de esa coincidencia, terminó siendo el golpe demoledor para la dictadura que afanosamente intentó impedir cualquier conmemoración.

Pero hay otra coincidencia: la carta de la renuncia de Solís suministra, desde el propio gobierno, las razones que justifican la reunión que ayer realizó el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) para considerar la alteración del orden democrático y las graves violaciones de los derechos humanos que ha cometido el régimen de Ortega.

A la dictadura, entonces, le ha salido el tiro por la culata, y le seguirá saliendo mientras impida que “Nicaragua vuelva a ser República”, que soñó Pedro Joaquín y soñamos todos los nicaragüenses.

El autor fue candidato a la Presidencia de Nicaragua.

Opinión Daniel Ortega dictadura en Nicaragua archivo
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