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“De cargar cuadernos y libros, ahora en mi mochila llevo herramientas”. La historia de un universitario que huyó de Nicaragua por la represión orteguista

Engels López, de 22 años, estudiaba Derecho en la UCA. Tras participar en las protestas contra la dictadura de Daniel Ortega huyó a Costa Rica y luego Suecia, donde ahora trabaja construyendo andamios

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Antes del 18 de abril, Engels López, de 22 años, estaba cumpliendo su sueño de ser abogado. Cursaba el cuarto año de su carrera en la Universidad Centroamericana (UCA). Sin embargo, tras el estallido social, como muchos universitarios, López dejó sus estudios y se unió a las protestas contra el régimen de Daniel Ortega.

Originario de Jinotepe, Carazo, Engels se cansó de la represión estatal que la Policía Orteguista y los paramilitares venían ejerciendo contra quienes no estaban a favor del régimen y se unió a los tranques de su municipio.

“Yo nunca he estado a favor del gobierno, es evidente la desigualdad e injusticia que se comete en contra de la población que reclama sus derechos. Yo sentí cómo nos agredieron y eso me enojó más”, cuenta el jinotepino.

Se involucró en la rebelión cívica desde el 18 abril, cuando se unió a las protestas contra las fallidas reformas al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INNS). “Yo sentía que tenía que apoyar a los ancianos en su lucha”, afirma. Y desde ese día vivió en carne propia la represión del régimen.

Secuestro

A pesar de los ataques a los que sobrevivió en las marchas y barricadas en las que estuvo, fue el 12 de junio cuando realmente sintió miedo de morir. Junto a dos de sus compañeros de barricadas fue secuestrado por paramilitares encapuchados cerca de la delegación departamental del Consejo Supremo Electoral (CSE) en el barrio San José, de Jinotepe. Los montaron en una camioneta y los trasladaron al parqueo de la Cruz Roja de ese municipio.

“Todos andaban encapuchados igual que nosotros, por eso pasamos cerca de ellos, pero vimos que andaban brazaletes azules y anaranjados, nosotros no. Ahí fue donde nos agarraron y nos verguearon”, narra. Los brazaletes de colores eran parte del uniforme que usaban los paramilitares.

Engels López junto al líder campesino Medardo Mairena (hoy preso político del régimen en Nicaragua). LA PRENSA/Cortesía

Cuenta que lograron huir de sus secuestradores porque a los minutos se apareció una camioneta con un cadáver y los vecinos del lugar exigieron que los soltaran. “Yo pensé que nos iban a matar, porque un hombre se sacó un machete y dije aquí me lo clavaron, pero nos tiramos de la tina de la camioneta y escapamos”, dice.

El viaje a Costa Rica

17 días antes de que llegara a Carazo la “operación limpieza”, que tenía como fin desmantelar los tranques y barricadas en el país, Engels, huyó a Costa Rica junto a un grupo de jóvenes autoconvocados. Tras los operativos en Masaya, Matagalpa y las universidades en Managua, Engels estaba consciente de que el día fatídico para Carazo iba a llegar pronto. “Ya no teníamos pólvora para los morteros”, cuenta el universitario.

Se fue a Costa Rica con 50 dólares, sin documentos, por veredas y con una mochila que usó de equipaje donde no le cabía mucho: un par de mudadas de ropa, un fresco y un pan.

El grupo llegó a Costa Rica, país que ha recibido a más de 40 mil nicaragüenses que, al igual que Engels, huyeron de la violencia estatal impuesta por Daniel Ortega y Rosario Murillo. Ahí, con ayuda de una fundación, logró rentar un cuarto en un barrio con altos índices de inseguridad. Pero asegura que su viaje no lo salvó del asedio de las turbas y paramilitares. Por eso se vio obligado a migrar a Suecia, donde actualmente está viviendo.

Después que huyó de Nicaragua, los orteguistas hicieron pintas en su casa, tildándolo de golpista, terrorista y de asesino.

Nicaragüenses realizan un plantón en Suecia. LA PRENSA/Cortesía

Vida en Suecia

El 8 de agosto, con la ayuda de un familiar, viajó a Suecia, donde pidió refugio. En el país europeo le extendieron un permiso temporal de trabajo y ahora labora construyendo andamios.

“De cargar cuadernos y libros, ahora en mi mochila llevo herramientas”, lamenta el joven. “Me levanto a las cuatro de la mañana, porque me suelen enviar a lugares diferentes. Aguanto frío, dado que el clima aquí se mantiene a menos 10 grados bajo cero. El trabajo es pesado, porque además me toca cargar materiales de mucho peso”, dice.

Con su salario, además, de aportar en la casa donde vive, paga el préstamo que le hicieron para su viaje a Suecia. Con su exilio no solo dejó su país, si no a sus padres, con quienes perdió contacto tras unirse a las manifestaciones azul y blanco porque ellos temían que algo le pasara.

Hoy, lo que más desea es una Nicaragua con democracia y donde se respeten los derechos constitucionales para volver a su tierra. Pero mientras tanto, continúa manifestándose desde Suecia en contra del régimen orteguista en los plantones que organizan con frecuencia los nicaragüenses radicados allá.

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