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La Coronación de María

Los reyes de la tierra al sentarse en sus imponentes tronos reservaban uno para su reina. También, así como ellos lucían una corona, coronaban a su reina para que esta la luciera como un símbolo de unidad haciéndolos compartir la grandeza de su reino.

En el viejo testamento, la madre del rey era la reina y no la esposa. Lo podemos leer repetitivamente en Reyes 1 y 2 y en Crónicas 2 en múltiples versículos. El rey David, el rey eterno (2 Samuel 7:16) hereda su trono infinito a Jesús (Lucas 1: 30-33) haciendo por tradición judea y divina reina a María su madre. Quien se sienta con todo su esplendor a su lado en el reino de los cielos luciendo su corona de doce estrellas.

Es la corona prometida por Dios para todos aquellos fieles a su grandeza. Y, ¿quién más fiel que María su madre? No solo lo dice la Biblia en Proverbios (4:9), Sabiduría (5:15-16), Judith (16:8) y el Apocalipsis (12:1). También los apócrifos (libros escondidos) que por ser más esotéricos y encratitas han sido menos aceptados por los cristianos: “Ven desde el Líbano esposa mía que vas a ser coronada” (San Juan).

María es una tridimensionalidad de misterios divinos. Primero es hija de Dios concebida sin pecado original. Segundo es esposa del Espíritu Santo al anunciarle Gabriel su virginal embarazo y tercero es madre de Jesús, testificando la redención, la crucifixión y la resurrección.

Los católicos enfatizan estos pasajes bíblicos en el Santo Rosario, mencionando la coronación de María como uno más de sus misterios. Es el Rosario además de bíblico, un arma poderosísima contra el demonio a como lo confirman todos aquellos que lo rezan con devoción. Son los católicos y algunos ortodoxos los únicos cristianos que la veneran ganándose críticas sin bases bíblicas de algunos hermanos también cristianos.

El visionario Dante en su majestuosa obra La Divina Comedia, coloca a María de una forma esplendorosa en el punto más alto de los cielos. La única a la par de Dios donde ni los santos más santos, ni ángeles, ni arcángeles, ni querubines, ni tronos, ni serafines están. El Corán la pone después del más grande para los musulmanes, Alá y por arriba de su hija Fátima. En la Nicaragua de María la celebramos con ardor y alegría.

Pidámosle a la reina de los cielos que interceda ante el Rey por la justicia y la paz en estos tiempos oscuros por los que la patria atraviesa y donde el demonio confunde, quita la vida, destruye, miente, se burla, tortura, encarcela y hace callar a los que deben de hablar. Donde acobarda a los que han sido valientes y tienta con dinero, poder y vanidad a los que se creen educados y doctos.

Ella con su corona de doce luceros, que como diamantes se esparcirán sobre Nicaragua para transformar los corazones duros y violentos en suaves y mansos, aplastará la cabeza de la serpiente, no lo duden.

El autor es médico.

Opinión Coronación de María María archivo
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