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Mariano Rivera una leyenda del beisbol que ahora se apresta a recibir el reconocimiento que merece. LA PRENSA/ARCHIVO

Mariano Rivera lanzaba con un poder que le venía de lo alto

Mariano Rivera, el mejor relevista de la historia, fue seleccionado de forma unánime para ingresar al Salón de la Fama, en un hecho sin precedentes

(Mariano Rivera, el más grande relevista que ha tenido el beisbol de las Grandes Ligas, fue seleccionado de forma unánime este martes para ingresar al Salón de la Fama. Su nombre apareció en todas las 425 boletas que fueran emitidas por las Asociación de Escritores del Beisbol de Estados Unidos, en un hecho sin precedentes. Como un reconocimiento a este panameño, orgullo de Latinoamérica, LA PRENSA reproduce esta entrevista realizada por Edgard Rodríguez en 2006, al ahora inmortal del beisbol).

 

Al igual que los zapadores, los relevistas cerradores en el beisbol, sólo se equivocan una vez. No hay segundo chance. Pero desde esa posición volátil y sin margen para el error, Mariano Rivera ha dado cátedra por su serenidad y eficacia, que, complementada por su modestia y sencillez, lo han convertido en una estrella sin par en las Grandes Ligas.

Pero detrás de esa mirada generosa y sonrisa fácil al conversar con los medios, o el rostro duro y esa serenidad casi pétrea que muestra desde la colina mientras elimina oponentes, hay una difícil historia que casi termina antes de iniciar. Ahora se ve la simpleza con que se deshace de las dificultades al final de los juegos, pero no ha sido fácil llegar hasta ahí.

“Hubo momentos en los que pensé que mi carrera no llegaría a ningún lado”, dice Rivera.

Los Yanquis pensaban igual y estaban a punto de canjearlo a Detroit por David Wells. Ya habían pasado tres años desde que a su brazo derecho se le había practicado una cirugía y su velocidad no mejoraba.

Pero, de pronto, ocurrió el milagro. El angosto lanzador, descubierto por Chico Heron en Panamá, dejó de lanzar a 89 millas, para hacerlo a 96 sin una explicación lógica, lo que llevó a scouts y espectadores que presenciaban aquel juego en las Ligas Menores, a creer que de repente los radares que medían la velocidad, no funcionaban adecuadamente.

El brusco salto en su velocidad y su buen desempeño en la postemporada de 1995, hizo que los Yanquis desistieran de transferirlo y lo convirtieran en el preparador para John Wetteland al año siguiente. Y cuando Wetteland se unió a los Rangers, Rivera tomó la estafeta para volverse el mejor relevista que ha tenido el beisbol en su historia.

Desde hace diez años, Rivera no ha dejado de lanzar con ese poder que le vino de lo alto. Y junto a sus recursos físicos, también cultiva su espíritu y fortalece lo que él llama una relación personal con Jesús. Así que mientras los Yanquis encomiendan sus partidos al panameño, éste los pone en las manos de Dios y luego comienza a liquidar adversarios.

La honra a Dios

Después de 10 años de éxito al más alto nivel, ¿qué pensás al revisar tu carrera?

Me siento una persona bendecida por el Señor. Si alguien me hubiera dicho que yo iba a tener una vida como la que he llevado, no lo hubiera creído. Mi familia estaba dedicada a la pesca, pero el Señor me puso el beisbol en mi camino, me dio la oportunidad de salir y representar a Panamá y a Latinoamérica, y eso me tiene muy agradecido.

¿Cuál ha sido la clave para durar y brillar tanto?

Pienso que el Señor me escogió para hacer este trabajo. Me entreno fuerte y pongo toda la concentración que se necesita, pero sobre todo, tengo la alegría y entusiasmo que Dios me da para disfrutar del juego. El día que le pierda ese sabor al beisbol, el día que esté en el juego sólo por el dinero, creo que será el momento de mejor irme a la casa.

Has llegado a 400 salvados, ¿qué significa eso?

Un logro muy importante en mi carrera, que no hubiera conseguido sin la ayuda de mis compañeros, de mis entrenadores y sobre todo de Dios, a quien doy toda la honra por lo que hago. Ha sido un trabajo arduo por más de una década y vamos a ver hasta donde se puede llegar. Me siento bien, aún tengo fuerza para seguir. Ya veremos qué sucede.

Antes de cada relevo, vemos que das la espalda al home y orás. ¿Qué pedís a Dios?

Le pido que me cuide. No le pido que salve el juego. Sólo le pido que me presente bien y que suceda lo que él quiera. Y una vez que todo está en sus manos, acepto lo que él tenga para mí. Le pido que me ayude, que me mantenga saludable. También le pido que ayude a mis compañeros y a todo el equipo para salir adelante, pero acepto su voluntad.

Le encanta el riesgo

¿Después de una década relevando, aún te dan nervios?

A todos nos dan nervios, pero tú tienes que llegar a dominar tus emociones. Si llegas con nervios al box, estás perdido. Claro, después de tantos años realizando este trabajo, siento la necesidad de tener la presión a la orilla mientras lanzo. Puedo decirte que me fascina ir al montículo cuando hay dificultades en el juego y luchar. Me gusta el riesgo.

Expertos dicen que sos el mejor relevista que ha existido…

Sé que hay muchos comentarios sobre eso o que iré al Salón de la Fama, pero yo trato de mantenerme concentrado en mi trabajo. No dejo que esos comentarios me afecten o que me lleven a pensar que soy más que otro. Quiero seguir siendo una persona humilde, a la que aún le gusta este juego. Me empeño al máximo y dejo las valoraciones a otros.

La operación que se le practicó al brazo, ¿lo dejó mejor?

Quedé bien, gracias a Dios. Fue una etapa difícil pues no se sabe cómo vas a reaccionar, pero la recuperación ha sido total, al extremo que diez años después de una intensa labor, mi brazo está en capacidad de responder plenamente lo que la mente disponga. Aún no hay señales de flaqueza y vamos a ver hasta donde me da fortaleza el Señor.

¿Se dice que tu velocidad mejoró de pronto?

Mejoró porque así lo dispuso Dios. Yo tenía ya 25 años y hacía tres años atrás que se me había realizado la operación Tommy John y la recuperación iba un poco lenta, pero actuó el Señor y desde entonces mi brazo se ha mantenido fuerte. Ahora sé que todo lo que me pasó, fue una bendición de Jesús. Mi brazo quedó mejor que antes y aún está muy bien.

Los bateadores de la Liga Americana deben estar de acuerdo.

(Entrevista publicada en La Prensa el 31 de junio del 2006 y se encuentra en el libro Un Día Perfecto, de Edgard Rodríguez)

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