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La poeta nicaragüense Claribel Alegría nació en Estelí el 12 de mayo de 1924. Sus padres se la llevaron a vivir, desde los nueve meses, a Santa Ana, en El Salvador. LA PRENSA/Archivo/Uriel Molina

Historia y ficción en La “Malinche” y Cenizas de Izalco de Claribel Alegría

A un año del fallecimiento de la poeta Claribel Alegría (1924-2018), Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2017, la recordamos con este ensayo literario y de género: un encuentro con la identidad femenina

En su discurso al recibir el premio Nóbel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, ese notable fabulador y ensayista, orgullo de Latinoamérica, afirmó:

La literatura es una representación falaz de la vida, que, sin embargo nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos en el laberinto en que nacimos, transcurrimos y vivimos

y agrega citando al gran Flaubert: Escribir es una manera de vivir.

Escribir es un desafío, es una forma de autoconocimiento al adentrarnos en un mundo ficticio  cuando volamos en las alfombras maravillosas de Las mil y una noches; sufrimos el infortunio de Jean Valjean, el inolvidable personaje de Los Miserables, nos causa terror  leer los cuentos fantásticos de Poe o las mujeres lloramos el suicidio de Madame Bovary acosada por sus acreedores y amantes o  la barbarie de la lapidación, práctica inhumana que estuvo  a punto de sufrir una mujer árabe en 2010.

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Escribir es una manera de compartir con los y las lectores/as experiencias, vivencias, sentimientos como el amor, la compasión,  la felicidad o infortunio de los personajes reales o de ficción. Un ejemplo formidable es el de la pluma de Zola, quien demostró con Yo acuso la inocencia del capitán Dreyfus, acusado de alta traición.

El escritor o escritora puede valerse de “referentes” externos, o servir de catarsis al vencer en poemas, novelas, cuentos y teatro, los demonios que nos acechan o las ilusiones y pasiones de nuestro mundo interior. La escritura,  en el caso específico de  mujeres, suele liberarnos de las ataduras que  hemos sufrido a lo largo de los siglos. Desde una página, podemos desafiar la autoridad, transgredir normas, denunciar o simplemente exponer la injusticia, marginaciones y discriminación por raza, clase,  religión o género.

En este trabajo me enfocaré en una  de las  más laureadas, aplaudidas y celebradas escritoras por toda clase de lectores sin distingo de género: Claribel Alegría, la nicaragüense- salvadoreña de proyección internacional, una de las plumas más respetadas del quehacer escritural, hija espiritual del  Premio Nóbel Juan Ramón Jiménez, quien valoró su agudeza intelectual y supo legitimar y enaltecer a aquella novicia de las letras que quería ser poeta desde niña.

Apadrinada por el célebre  autor de Platero y yo,  Claribel tuvo el privilegio de tener a ese gran maestro, un guía que la elevó a la fama al publicar  una selección de poemas, titulado Anillo de silencio. Claribel debió estremecerse de gozo al ver su libro editado por el laureado Nóbel español.

¡Con qué humildad revisaría sus primeros sonetos y con qué tenacidad continuó puliendo su escritura hasta alcanzar el prodigio de  la sencillez que se transparenta al  escribir de manera diáfana y transparente! Toda su poesía es como su nombre, clara  y jubilosa al bendecir la vida con toda la carga de pesares y alegrías que han enriquecido sus vivencias personales. En sus creaciones palpamos el dolor ajeno y el propio, la defensa de los desposeídos, el poder de la muerte y su atracción fatal y el vacío inconmensurable de su alma al morir su esposo Darwin Flakoll.

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En 2017, la poeta nicaragüense fue galardonada con el XXVI Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. El premio lo recibió de manos de la Reina Sofía en una ceremonia en el Palacio Real de Madrid. LA PRENSA/EFE

Mujer femenina y feminista.

Como mujer centroamericana,  con mirada universal, ha recorrido en sus  lecturas múltiples  y en la vida real, el sempiterno dolor, marginación y sufrimiento de las de su género como reza la contraportada de su libro. Esto soy, Claribel es un símbolo de las conquistas de las mujeres salvadoreñas y de toda la región.

Una aproximación a su creación poética nos acerca al misterio de cada palabra, de cada verso, al silencio que encierran las bellas imágenes que el viento recoge para regarlas en la horas del crepúsculo, hora propicia para abrirse y darse al mundo, leemos: En el viento profundo de la tarde abre mi amor su cabellera verde,  adjetivo que se asocia a la esperanza, el verde viento predilecto de García Lorca, el verde que te quiero verde del “Romance sonámbulo”, El caballo verde para la  poesía de  la revista de Neruda y el “hada verde” (ajenjo) de Rubén Darío y otros poetas modernistas.

Al mencionar  la cabellera, un bello adorno en el rostro de la mujer, nos viene a la mente la muerte de la gitana en el pozo  del poema de Lorca. Permítanme referirme a ciertas culturas donde el cabello se oculta bajo un manto, pues la religión prohíbe a las mujeres descubrir su pelo y mostrarlo al mundo porque despierta la lascivia de los hombres. Se considera algo prohibido porque es signo de lujuria.

En uno de los poemas de Claribel que más me ha impactado, evoco, de acuerdo con lienzos y pinturas, el precioso cabello de la indígena, la concubina del conquistador, la india violada y ultrajada, con sus pechos al aire y semi cubiertos por su pelo lacio, suelto, echado al viento.

El poema se titula “La Malinche”: la traidora, la “chingada” que espera el juicio de los hombres y su tribu, situada en un banquillo, ya que se le acusa de traición, nada menos que  la pérdida de México a manos de los conquistadores.

Revisando el pasado colonial, me referiré a la imagen que Dona Marina vista desde la óptica del español Bernal Díaz del Castillo en su Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España. La discriminación de ella se adhiere al discurso medieval de mujer sumisa, con un vestuario simple, silenciosa y manteniendo la cabeza baja.

Hay que recordar que Bernal compara la historia de Doña Marina con la del José bíblico que perdonó a sus hermanos que lo vendieron, es decir, una historia de mujer devota, de ideales cristianos que sufre en silencio y no le replica nada a sus hermanos de sangre. El modelo de Bernal Díaz del Castillo responde al modelo de la mujer bondadosa, buena y piadosa a quien se le ha despojado del poder del habla. Se le impide increpar a los suyos por preferir al hermano varón y haberlo vendido a otros como esclava.

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La poeta nicaragüense leía o escribía todos los días, aunque en sus últimos meses de su vida lo hacía con menos frecuencia. LA PRENSA/Archivo

Cuando llega a adquirir poder y su derecho a la voz, es cuando insta a los suyos aceptar el bautismo y otros valores cristianos; solo así se le concede la palabra al catequizar a su gente. Un dato muy interesante es el que narra Bernal cuando Doña Marina, en la agonía de Guatemoc, los frailes le van dictando lo que el indígena debe decir antes de expirar, misión que la Malinche cumple al traducir en su dialecto a Guatemoc. Además, hasta el nombre de nuestra heroína es cristiano  gracias a Hernán Cortés,  a cual se le llamaba Malinche,  pues al traducir en lengua mexicana y por ser:

Cortés Capitán de Marina  para ser más breve lo llamaron Malinche y la causa de de haberle puesto este nombre es como Doňa Marina, nuestra lengua, estaba siempre en su compañía (Bernal, LXXIV, citado por Chinchilla 39).

Doña Marina es bautizada con ese nombre por ser la concubina del Capitán de Marina, el conquistador Cortés. En el pensamiento falologocéntrico,  el varón posee la lógica,  la razón y el poder como se comprueba al llevar el nombre del conquistador.

Completamente opuesta a esta imagen de Doña Marina, Claribel en su poema “La Malinche” subvierte este concepto cuando la inteligentísima india, desde su banquillo de acusada, les enrostra su doble moral: los acusa a ellos de juzgarla por traidora siendo ellos los verdaderos traidores a su raza cuando fueran incapaces de defenderla de las garras de sus violadores.

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El poemario Anillo de silencio de la poeta Claribel Alegría publicado por Valparaíso ediciones, lo presentó en 2014 LA PRENSA/Arnulfo Agüero

Veamos el poema:

Estoy aquí
en el banquillo de los acusados
Dicen que soy traidora
¿A quién he traicionado?
Era una niña ahí
Cuando mi padre,
Es decir
Mi padrastro,
Temiendo que su hijo
No heredara las tierras
Que a mí correspondían.
Me condujo hacia el sur
Y me  entregó a extraños
Que no hablaban mi lengua.
Terminé de crecer en esta tribu,
Les servía de esclava
Y llegaron los blancos.
¿Qué significa para ustedes
La palabra traición?
¿Acaso no fui traicionada?
¿Quién de los míos vino en mi defensa
Cuando el primer blanco me violó?
Cuando fui obligada
A besar su falo
De rodillas,
Cuando sentí mi cuerpo desgarrarse
Y junto a él, mi alma?
Fidelidad me exigen.
Ni siquiera conmigo
He podido ser fiel.
Antes de florecer
Se me secó el amor.
Es un niño en mi vientre
Que nunca vio la luz.
¿Qué traicioné a mi patria?
Mi patria son los míos
Y me entregaron ellos.
¿A quién rendirle cuentas?
¿A quién?
Decidme
¿A quién?

Esta transgresión al modelo que nos han vendido los cronistas y en especial Bernal, nos revela la posición de Claribel: resaltar tanto el dominio de la palabra y el derecho de la mujer de plasmar el mundo enajenante. En otras palabras, Alegría decontruye el texto otorgándole un nuevo significado. Al respecto, Derrida  postula que:

El sujeto nace con la escritura, vive en su texto que es su obra. La voz del autor y la de los textos previos con los cuales conversan son borrados, y apenas quedan trazos de ellos mismos en el texto esencialmente intertextual. (Palacios. Voces femeninas).

Para el filósofo francés todo está en una dinámica constante, en revertir las oposiciones: el bien opuesto al mal o viceversa. La escritura de Claribel parte de la “historia” de México y, al penetrar en los márgenes y en el lenguaje de las crónicas, encuentra otro significado: el silencio de la protagonista cuya voz y comportamiento sólo se conoce a través de la voz del conquistador –cronista. Nuestra escritora ha identificado en el texto los significados contrarios y localiza los significados de “otredad” que halla.

Como podemos apreciar, esta estrategia de lectura ha sido muy bien aprovechada por la crítica feminista en su lucha por desmantelar toda una red de metáforas que representan a la mujer como inferior y dependiente en el discurso masculino como en el de Bernal Díaz del Castillo.

En el poema la figura de la madre no sale bien parada, pues permite que el padrastro la entregue a extraños y  arrebatarle el trono que le pertenece a Doña Marina. He aquí la primera traición: la de la madre coludida con el padrastro para regalarla como un objeto. La niña expresa: Les servía de esclava / y llegaron los blancos/ y me entregaron a los blancos. Al respecto Lucía Guerra afirma:

En la poesía y la ficción, la creación de personajes literarios se nutre, en gran medida, del signo mujer prevaleciente en una etapa particular de la historia oficial y sus discursos dominantes (27).

Claribel alegria, en junio 27 de 2004. LA PRENSA/Archivo

En consecuencia, en el poema “La Malinche” encontramos una situación que se ha repetido desde siempre, la mujer  considerada como instrumento en todas las culturas. Octavio Paz expresa:

Como casi todos los pueblos, los mexicanos consideran a la mujer como un instrumento, ya de los deseos del hombre, ya de los fines que le asigna la ley, la sociedad y la moral (El laberinto de la soledad 31-32).

En el nuevo texto,  Claribel   invierte y decontruye modelos y paradigmas como leemos en el poema. Un ejemplo es que la traidora apostrofa a sus detractores que la tildan de  traidora al dejarse “chingar”. Este verbo que se emplea como insulto al decirle a otro “hijo de la chingada” significa rasgar, es el activo masculino, entraña violencia y agresividad. La que se deja chingar presenta una actitud pasiva.

En el poema de Alegría el macho conquistador ha penetrado a la fuerza sintiéndose ella impotente ante la agresión,  pues nadie de su tribu la defendió. La didáctica de lo cerrado y lo abierto se cumple así con una precisión feroz (Paz Ibidem 70). El macho vence y la chingada es humillada. Para colmo,  nos agrega Octavio Paz:

Enraizada en la especificidad histórica del país, la figura de Hernán Cortés se erige como mito primordial del padre mientras la Malinche, en su calidad de mujer indígena seducida y violada, representa a la Madre en la modalidad de la tradición  (Ibidem 99).

Al dejarse penetrar, la indígena,  deja de ser Doña Marina, carece de identidad, se convierte en la Madre, pues bien, Alegría concede voz a la “chingada” quien grita su dolor y reclama airada a los suyos, cobardes y resignados. En el acto bárbaro no hubo amor, sino violencia.

Doña Marina es la estampa viva del dolor, de sentirse abandonada por su gente y al mismo tiempo culpada de un hecho deleznable: la traición a su pueblo, y a los suyos, su queja nadie la escucha,  su protesta se diluye en el aire. El poema se cierra con un lamento, un alarido desgarrador. ¿A quién rendirle cuentas/ ¿a quién?/decidme/ ¿a quién? (393-394). Es interesante en el poema observar, como dice Lucía Guerra,

que la figura histórica de La Malinche en su calidad de paradigma cultural básico, constituye un signo polisémico cuyos significados han variado notablemente de acuerdo con el momento  histórico y la ideología de los productores de cultura en México (La mujer fragmentada 134)

Tal y como valoramos el poema de Alegría, ejemplo notable de desmantelar el discurso androcéntrico heredado.

En resumen, el poema “La Malinche”, nos demuestra le estrategia deconstructiva de Claribel al diseñar una heroína diferente desde su propia perspectiva de la historia contemporánea.  La Malinche es una mujer nueva,  recreada con los atributos de una mujer inteligente, valiente, que subvierte la autoridad.

Alegría rescata a esta mujer humillada y mancillada, que al conferirle el derecho a expresar su sentir, su palabra queda grabada en forma indeleble en la historia,  ya que No, nos quedaron fotos de ellas, ni videos. Sus risas y llantos, los suspiros, anhelos, quedaron rondando en el tiempo (Aguilar, La niña blanca…13).

La mirada en el espejo: un encuentro con la identidad femenina en Cenizas de Izalco.

Desde el título, la palabra “cenizas” nos anuncia lo que ha quedado después del fuego: los restos de un pueblo, de una civilización o de un amor que se ha extinguido. Desde la especificidad de género que hemos venido analizando, en la novela escrita por mujeres, la voz narrativa suele privilegiar el género epistolar y el diario como medio de expresar el yo autobiográfico.

Este yo les permite volcar en la página en blanco con una intensidad aterradora, datos íntimos que subyacen en el entramado del discurso narratológico,  de  la heroína o anti heroína, quien confiesa emociones, sentimientos, represiones o vivencias que son incapaces de expresarla de viva voz.

Por lo general, las autoras recurren a lo onírico,  las alegorías o figuras mitológicas por el temor a la censura oficial. Una novela modelo es La última niebla de la chilena María Luisa Bombal publicada en 1935.

La voz narrativa en Cenizas de Izalco de Claribel Alegría se desplaza de New York a El Salvador. El discurso que detectamos es el diario que ha dejado Frank, un aventurero, amante de Isabel, cuya  hija Carmen  ha regresado a El Salvador para el sepelio de su madre.

La escritura del diario le permite a Isabel, antes de morir, contar los secretos que ocultó por mucho tiempo. En realidad, el diario de Frank sirve como vehículo para que se filtre la voz de Isabel que teme que su hija no tenga opciones.  Una de las confesiones más dolorosas para la hija es saber la infidelidad de su madre con el estadounidense aventurero.

En Cenizas de Izalco la voz narrativa fractura los diversos niveles narrativos en los cuales sobresalen muchas voces textuales que se ocultan bajo una pluralidad de máscaras para encubrir  un yo dominante que ocultó mientras vivía su tragedia personal.

Una de esas máscaras es la del doble y el espejo tras los cuales la protagonista ocultaba su verdadera personalidad: la de  una mujer apasionada que volcó su frustración al aceptar  una relación ilícita con un seudo-revolucionario que no llenó sus expectativas.

A pesar del deseo de Isabel de escapar del tedio, yéndose con Frank al extranjero, no decide abandonar a su esposo por el temor a los comentarios del pueblo de Santa Ana donde nada pasa, donde el tiempo parece haberse detenido. Isabel se pasa la vida leyendo novelas de Víctor Hugo, de Flaubert, y de otras novelistas francesas; sus lecturas románticas, entre ellas la vida de Madame Bovary, no eran más que un reflejo de sus deseos insatisfechos.

Se identificó plenamente con Emma, su espejo, quien vivió las aventuras amorosas  que la llevó al suicidio acosada por sus acreedores. Nos encontramos con un recurso frecuente en la narrativa de mujeres o sobre mujeres, como en  los cuentos de hadas. Un ejemplo notable es el espejo donde Blancanieves y la bruja le preguntan quién es la más linda.

En el caso de Isabel es  un juego especular, ya que la Bovary le refleja su propia imagen, Isabel por medio de su imaginación se escapaba a París, viaje que nunca se cristalizó. Por ello las lecturas de novelas,  la llevaba a lugares que  soñaba visitar;  Isabel no se suicidó,  pero prefirió marchitarse y esperar la muerte como salvación.

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Presentación del libro Voci, traducción al italiano del libro Voces de Claribel Alegria. Managua 13 de Agosto del 2015. LA PRENSA/Lissa Villagra

Desde nuestra perspectiva, el vacío interior que vivió Isabel se corresponde con la vida de los habitantes en el polvoriento pueblo de Santa Ana. La casa de Isabel y Santa Ana es un microcosmos que se enmarca en un macrocosmo que es la república de El Salvador que no evoluciona, que está estancado y cuyo futuro es incierto al estar gobernando el dictador de turno.

Adicionalmente, el espejo y la mirada es el pivote central alrededor del cual se construye la trama de la novela. Alegría escribe la historia de la vida de Isabel y de su hija, no sólo para mostrar la situación de estas mujeres, sino que la trama se vincula a la represión que sufre el pueblo salvadoreño cuyo dictador exterminó a miles de  campesinos en 1932.

Entre líneas captamos la toma de conciencia de la escritora que muestra a su patria sumida en el tedio, la apatía,  sin esperanza de un cambio. Otro recurso empleado por Claribel, es la ventana con rejas desde la cual la señorita Soto divisa la calle que vive en soledad y que se ha marchitado para siempre; ella es el símbolo de una prisionera que no logró escapar.

La escritora a través de sus personajes nos da a conocer como dice Bajtin en la empresa novelesca ambos, actora y personajes, participan en la actividad estética (Estética de la expresión verbal).

El tejido narrativo nos revela dos propósitos: la discriminación de la represión de la mujer a causa de su género y la dictadura feroz del gobierno de turno, que no sólo agobia a la república centroamericana sino a los dictadores que Latinoamérica soportó a todo lo largo del siglo pasado.

Dos tipos de represión violenta se revelan: 1) contra la mujer por parte del padre, esposo, tío o hijo y 2) la de las dictaduras militares oprimiendo a todo su pueblo. También demuestra que tanto en Estados Unidos como en El Salvador y otros pueblos, la situación de la mujer es la misma, el mundo es de hombres y el poder lo ejercen ellos,  como dice Francine Massielo:

Símbolo de la propiedad privada, de los parámetros de lo legal, la casa de la novela tradicional, es siempre un espacio deseable y objeto de envidia, en cambio en la novela feminista actual, la casa se describe en etapa de construcción, ya no es el espacio feliz.  (“Texto, ley, transgresión… 813).

La poeta con su esposo Darwin Flakoll. LA PRENSA/Archivo

Es evidente que Isabel prefirió  ser prisionera de las convenciones sociales, del papel que ha condenado a la mujer a sufrir el peso ancestral, la ley del padre. Foucault expresa:

Es mi hipótesis que el individuo no es una identidad pre-dada que es subyugada por el ejercicio del poder. El individuo, con su identidad y característica, es el producto de una relación de poder ejercitada sobre nuestros cuerpos, multiplicidades, movimientos, deseos y fuerzas”. (Power and Knowledge 74, la traducción es mía).

Por otra parte, en el discurso narratológico, el espejo es un instrumento para encontrar la identidad, sobre todo en el caso de las mujeres. Dice Oscar Guash:

La identidad es un proceso subjetivo y emocional que permite a las personas y a los grupos ubicarse en el mundo… Crear la identidad permite orientar la vida de las personas y los grupos (El poder de la creación: un acercamiento a la narrativa neo-realista de Miriam González 9).

Frecuentemente,  la imagen que el espejo refleja en la novela feminista suele servir de instrumento en busca de una imagen soñada, ideal. ¿Servirá el diario confesional en que prevalece la voz de Isabel para que Carmen encuentre otro rumbo? o Quedó atrapada en ese espejo que la observa constantemente y no la deja salir del hundimiento emocional? (Luis Mora “La búsqueda de la identidad a través del espejo en el cuento “Decisión” de Miriam González”, 96).

En Cenizas de Izalco, Carmen, por su parte, aunque salió del pueblo de Santa Ana donde no pasa nada, también se sumerge en la frustración en el todopoderoso país del norte.  Pese a vivir en la gran urbe de Nueva York y estar casada con un norteamericano, Carmen es la réplica de su madre.  Sufre de la misma inercia, cuidando de los hijos, con un marido que le hace el amor en determinados días de la semana.

El estar en New York no ha cambiado su vida que transcurre como si viviera en Santa Ana.  Esa inmovilidad de los pueblos de la intra-historia, está simbolizada en la señorita Soto, quien contempla el paso de los días, ya envejecida.  Los hombres la condenaron a una eterna soltería, despreciada por una sociedad que no perdona un desliz en la mujer.  La inmovilidad de la Señorita Soto es la de las mujeres de Santa Ana, la de los pueblos del Salvador extensiva en todo el país:

Cada vez más vieja, más marchita.  Una araña que nunca atrapó nada; ahí encogida en el centro de su red.  Todos los días detrás de una reja, sin leer, sin tejer, mirando la misma calle donde el mismo polvo se levanta detrás de cada auto y vuelve a su sitio.  Toda una vida de amargura estólida y pública resignación… La inmovilidad de la señorita Soto es un reto a la ciudad…no, no ha pasado nada.  La Señorita Soto ha estado al acecho, ha esperado en vano, se ha convertido al fin en un monumento (21).

Finalmente, las dos protagonistas, madre e hija, son mujeres en búsqueda de una identidad.  Cuando Carmen se contempla en el espejo, su imagen parece la de una muerta, el alma gemela de su madre.  Ella se mira prisionera dentro de un espacio, enajenada.  Cuando se maquilla las cejas y los labios, el espejo le reproduce una imagen distorsionada, un ovalo inexpresivo, una máscara tras la cual se oculta un vacío, un ser inauténtico que no sabe cuál es su verdadero rostro.  Esa imagen que le refleja, es otro idéntico a ella, es su madre y es ella misma.

Carmen es el doble de su madre.  La voz del diario de Frank es la voz de la conciencia de Isabel, quien le proyecta su propio conflicto interior, el drama de las damas burguesas acomodadas. Carmen inevitablemente no saldrá de este atolladero.  Ante la lectura del diario de Frank, se da cuenta que nunca conoció a su madre. Su desorientación es mayor cuando después de su muerte, no puede precisar los rasgos, rescatarla del caos.  Se le hace imposible fijar la imagen en su memoria.  Siente, además, la repentina sensación de haberla usado como espejo.  El espejo es un leitmotiv a lo largo de la novela, es como un mágico pasaje que puede abrirle a Carmen el paso hacia un encuentro con su identidad.

Con su entrañable amigo, el poeta Mario Benedetti. LA PRENSA/Archivo

Esta salida no se produce porque ella es una prisionera de la clase a que pertenece y de los criterios sexistas. También la metáfora de la araña y de la red, connota la imagen de la mujer atrapada en una sociedad provinciana. La misma metáfora se aplica a la Señorita Soto condenada a una eterna soledad: De niña me figuraba, al verla allí, asomaba a su balcón, como una araña en el centro de una red polvorienta (21).  Esta metáfora de la mujer prisionera, es constante en el discurso de Alegría.  En una conversación con Frank, Isabel le expresa su temor de que Carmen, al igual que ella, no tenga opciones:

Veo a Carmen crecer aquí y me angustio pensando que va caer en la misma red estúpida, convencional que me atrapó a mí.  Es este pueblo el que hace que todas sus mujeres actúen de acuerdo a un patrón (140).

La imagen de la red es recurrente y connota la imposibilidad de un cambio para la mujer de los años treinta, inmersa en la cotidianidad asfixiante de una sociedad mezquina, donde privan valores caducos.  El aventurero norteamericano le enrostra a Isabel su cobardía, su estricto apego a las convenciones sociales,  Isabel, fiel al esencialismo ideológico de la mujer, (que rechazan muchas estudiosas del feminismo por haber asimilado las mujeres el discurso masculino) es débil, de ideas conservadoras, incapaz de marcharse a otra sociedad.

Ella no huye con Frank a Estados Unidos, prefiere marchitarse como las mujeres de Santa Ana.  Las frases lapidarias del norteamericano caen como una sentencia, sintetizan todo un sistema de represión para la mujer de esa época: Es tu problema, Isabel.  Naciste mujer en Santa Ana (177).

Con el escritor argentino Julio Cortázar. LA PRENSA/Archivo

Por boca de Frank se expresa todo un código de reglas que ha regido las conductas de las mujeres y que en América Latina se acentúa más.  Por su parte, los personajes masculinos y femeninos responden al esquema de los soñadores románticos que no hacen nada por cambiar el mundo en que viven.  De esta manera, el padre de Carmen espera desde su cómoda mansión que otros hagan la revolución en Nicaragua.  Frank ha regresado de El Salvador en un intento por revivir los años felices de  su juventud.

En vez de ello encuentra una ¨banana republic¨ que lucha por su liberación, pero con la cual no quiere comprometerse.  Isabel, con sus lecturas de novelas francesas, quijotescamente vive la historia de sus personajes, ajena al drama que vive su propio pueblo.  Carmen por su parte, aunque simpatiza con la lucha por la liberación, ni remotamente piensa en incorporarse a ella.

En conclusión,  el discurso contestatario de Claribel Alegría en el poema “La Malinche” obedece al cambio que  ha venido operándose en los últimos años en la escritura de mujeres, especialmente en los sesenta y setenta, pero sobre todo, a la posición y toma de conciencia de esta escritora salvadoreña que no ha claudicado nunca en su postura ideológica. La nueva imagen de La Malinche se ha diseñado desde una perspectiva feminista, que reclama desde la historia, la injusticia de que fue víctima desde su niñez.

Adicionalmente, denuncia el exterminio de los campesinos salvadoreños, hecho histórico que enlutó a El Salvador. Con respecto al título de la novela, Cenizas de Izalco, la palabra “cenizas” opera a dos niveles: el connotativo, que tiene como referente externo la erupción del volcán Izalco y el denotativo, el genocidio perpetuado en 1932.

Asimismo, las protagonistas de la novela Cenizas de Izalco se presentan como ejemplo de la mujer de los años treinta, prisioneras de la tradición, víctimas del poder patriarcal que las sepulta en una vida  anodina por no rebelarse ante una situación que las margina y las sitúa en los grupos mudos (Muted Group), en lo que las feministas llaman Zona Salvaje (Wild Zone) junto con los discriminados, por sexo, religión, raza y género.


Obras consultadas

Aguilar, Rosario. La niña blanca y los pájaros sin pies. Managua: Nueva Nicaragua, 1992.
Alegría, Claribel. Cenizas de Izalco. Barcelona: Seix Barral, 1966.
—. Esto soy. Antología poética. Luis Alvarenga (compilador), Primera edición, San Salvador: Concultura,2004
Armas, Wilson, Diana de. “A imitación de las Amazonas”: mujeres aguerridas en La Araucana. Mujer yCultura en la Colonia Hispanoamericana. Mabel Moraña. (Ed.) Pittsburgh: Biblioteca de América,1996 (23-24).
Castro-Klaren, Sara. “La crítica literaria feminista y la escritora en América Latina”. La sartén por elmango. Rio Piedras: Ediciones Huracán, (1984): 27-43.
Chen Shan, Jorge e Isela Chiu-Olivares (Ed.) “Exploración discursiva y radicalidad de la experiencia enla nueva novelística de mujeres”. De imágenes y ediciones: Novelistas Latinoamericanas de los 90. San José: Ediciones Perro Azul, 2004.
Chinchilla, Rosa Elena. “La voz acallada de la mujer en dos crónicas de la Nueva España” en Mujer yCultura en la Colonia Hispanoamericana. Mabel Moraña. (Ed.) Pittsburgh: Biblioteca de América,(1996): 5-51.
Colaizzi, Giulia. Feminismo y teoría del discurso. Madrid: Cátedra, 1990.
Figueroa, Ana. “Alicia en Dos veces Alicia, de Alba Lucia Ángel, en busca de su identidad a través del espejo”. Bogotá: 1998.
Díaz del Castillo, Bernal. La verdadera historia de la conquista de la Nueva España. Madrid: EspasaCalpe, 1985.
Foucault, Michel. Power and Knowledge. New York: Pantheon Book, 1989.
Guash, Oscar. “La búsqueda de la identidad a través del espejo en el cuento “Decisión” de MiriamGonzález Hernández en El poder de la creación:un acercamiento a la narrativa neo-realista deMiriam González-Hernández. María de los Ángeles Talavera-Hernández. (Ed.) Hato Rey, PuertoRico. Publicaciones Puertorriqueñas, 2010. (Citado por Luis Mora)
Guerra, Lucía. La mujer fragmentada. La Habana: Ediciones Casa de las Américas, 1994.
Masiello, Francine. “Texto, ley, transgresión: especulación sobre la novela (feminista) de vanguardia”.Revista Iberoamericana. No.132-133(1985): 807-822.
Mora, Luis. “La búsqueda de la identidad a través del espejo en el cuento “Decisión” de Miriam González Hernández en El poder de la creaciónun acercamiento a la narrativa neo-realista de MiriamGonzález-Hernández. María de los Ángeles Talavera-Hernández. (Ed.) Hato Rey, Puerto Rico.Publicaciones Puertorriqueñas, 2010.
Palacios, Nydia. Estudios de Literatura Hispanoamericana y Nicaragüense. Managua: Editorial Cyra,      2000.
Palacios, Nydia. Voces femeninas en la narrativa de Rosario Aguilar. Managua: Ciencias Sociales, 1998.
Palacios, Nydia. “Los diferentes niveles de discurso en Túnica de Lobos de Gloria Elena Espinoza deTercero”. Managua: ANIDE, Año 4, núm. 9, (Septiembre 2005): 45-48.
Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. México: Fondo de Cultura Española, 1987.

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