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Ramo de rosas para Mór Jókai

Budapest fue aclamada por Darío como la ciudad bizarra del “amor y la hermosura”. No solo por el encanto de sus puentes, o de sus paseos por los barrios de elegantes castillos luminosos, o por las flores y verdores que la cobijan a las orillas de las aguas azules del Danubio, sino por la belleza femenina que dejaba “meditabundo y soñador al mismo rey Salomón”.

Cuando Rubén visita Budapest en mayo del 1904 ocurre el entierro del novelista y poeta revolucionario, considerado héroe nacional e independentista: Mór Jókai. En la revolución húngara (1848) la cual abogaba por la independencia del imperio austríaco, Jókai fue uno de sus principales líderes. Este movimiento revolucionario inició las protestas que más tarde con el creciente nacionalismo húngaro del siglo XIX, calaron en los ciudadanos hasta dar los pasos de las rebeliones contra los Habsburgo. Estas ideas libertarias fueron influenciadas por las guerras independentistas de Hispanoamérica de a comienzos del siglo XIX, cuando la debilitada monarquía española pierde gran parte de su imperio americano. Ideas a su vez influenciadas por la de independencia de las trece colonias norteamericanas en 1776 de Inglaterra y por las abdicaciones de los reyes Borbones ante la invasión napoleónica en España en 1808.

El 15 de marzo de 1848, un grupo de intelectuales húngaros se reunieron en Pest y redactaron unas consignas con los doce puntos más importantes para exigir: ¡paz, libertad y concordia! Doce puntos para exigir libertad e independencia. Siendo los principales: la libertad de prensa, abolición de la censura, mantenimiento de una guardia nacional húngara y ejército que juraran lealtad a su pueblo, abolición del servilismo y liberación de los presos políticos.

Cuando estalla la revolución, los doce puntos fueron recitados junto al poema de Sandor Petöfi conocido como (Nemzeti dal) “Tonada nacional” donde se daban por sentadas las bases intelectuales y sentimentales del movimiento independentista. Avanzaron por las calles de Pest seguidos por todo el pueblo, acompañados de profesores, estudiantes y médicos. Rubén Darío, el 5 de mayo de 1904 se une al cortejo fúnebre de este héroe nacional. Más que un duelo fue como él lo dijera “una glorificación, una apoteosis del poeta”, novelista y pensador nacional. Nuestro poeta, acompaña el cortejo en severa procesión rodeado de militares con pintorescos uniformes. De los balcones de la avenida Andrassy se desprendían adornos y “colgaduras de duelo” y en medio de la calle se veía una “muchedumbre de rostros divinos”, donde “brillaban maravillosos ojos húngaros”. Entre ese esplendor nuestro poeta nicaragüense ve pasar una carroza con flores. Compra un ramo de rosas y “con el corazón palpitante”, este “poeta desconocido de lejanas tierras”, y con “temor de emoción” arroja su ofrenda haciendo una reverencia al gran libertador: Mór Jókai.

¡Al Dios de los/ húngaros/ le juramos, que/ esclavos No seremos! (Petöfi).

La autora es máster en Literatura Española.

Opinión Mór Jókai Rubén Darío archivo
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