2018 fue un año de misterio en la carrera de Walter Castillo. Todo indica que el suelo de su carrera se partió en dos cuando cayó derrotado por decisión unánime ante Devon Alexander. El combate que lo pondría a las puertas del reino lo regresó a la cola y todavía fue más cruel y dañino, porque la frustración albergada de no poder contra un Alexander de dos años en retiro, propició su ausencia de los encordados desde noviembre de 2017.
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Este 22 de febrero pretende regresar contra Magomed Kurbanov, un gran prospecto ruso de 23 años, campeón juvenil de la OMB, con 16 triunfos sin revés, 11 nocauts y apodado como el León Negro. Olvidemos por un momento al Castillo dominante en Nicaragua, luego al boxeador decidido en Estados Unidos buscando un futuro mejor. La realidad ya es otra. Pasó de ser un peleador en proyección a un puente para el desarrollo de otros. A los 31 años, ya sus deseos están encomendados, como diría Juan Villoro, a la “Diosa Fortuna”. El público de Ekaterinburg espera ver ansioso como Magomed Kurbanov devora a su presa.
La última pelea que Castillo realizó en Nicaragua fue el 28 de febrero de 2014 contra Eugenio López, ganando por nocauts. Luego hizo seis combates en Estados Unidos, pero ya nada fue de color rosa. Su récord pasó de 24 victorias y dos derrotas a 26 triunfos, cinco reveses y un empate, el cual sucedió contra Sergey Lipinets, quien más adelante se convirtió en campeón mundial.
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El problema con Castillo fue el castigo natural. Nació con buena técnica de boxeo pero sin pegada, y para brillar en los pesos welters o sos un fantasma sobre el ring como Mayweather o tenés la pegada de un Mikey García o un Chino Maidana.