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Cantos de Vida y Esperanza. Los Cisnes y otros poemas, a 114 años de su publicación en España

El diario ABC de Madrid no vaciló en afirmar en esos días que: “El reciente libro del señor Don Rubén Darío marca una época en la historia de nuestras letras”

Cuando Cantos de Vida y Esperanza. Los Cisnes y otros poemas comenzó a circular, hacia fines del mes de junio del año 1905, su publicación fue el acontecimiento literario del año en Madrid por la cantidad de elogios que recibió de los mejores críticos literarios de la época.

También se produjeron algunas críticas adversas, provenientes de los sectores más recalcitrantes de la literatura española, que se oponían radicalmente a las innovaciones promovidas por Rubén.

El diario ABC de Madrid no vaciló en afirmar que: “El reciente libro del señor Don Rubén Darío marca una época en la historia de nuestras letras”. Francisco Navarro Ledesma escribió en ese mismo diario: “Honremos al altísimo poeta.

Honrémosle y démosle gracias… “Cantos de Vida y Esperanza”… es un inmenso, un inapreciable servicio prestado a España”.

Y el crítico Julio Camba, en El País, afirmó: “Yo no creo que haya llegado nunca el idioma a una mayor expresión de fuerza. Esta poesía es como una trompeta monstruosa en donde la palabra adquiere sonoridades jamás oídas. El ritmo suena duro, excelso y heroico. En ciertos lugares, una sabia alteración lo transforma. Luego se repite sonoro, deseado y eficaz”…

El éxito del libro contrasta con las dificultades que debió enfrentar Darío para su publicación.  Por más de un año sus amigos, los poetas Juan Ramón Jiménez y Gregorio Martínez Sierra, por encargo de Darío buscaron inútilmente un editor sin encontrar ninguno que manifestara interés por el libro.

Pero sucedió, que a principios del año 1905, Rubén recibió un cheque por 6.000 francos del gobierno de Nicaragua, la mayor suma que de su gobierno recibió Darío en toda su vida, por el desempeño del cargo de miembro de la Comisión nicaragüense que en Madrid defendió los derechos de Nicaragua en el litigio de fronteras con Honduras.  En ese entonces, Darío era Cónsul de Nicaragua en París.

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Nos cuenta Edelberto Torres en La dramática vida de Rubén Darío, que con ese dinero Darío se dispuso publicar sus Cantos de Vida y Esperanza en la Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos de Madrid.

El costo de la edición de 500 ejemplares fue 816.15 pesetas. Rubén costeó la edición de su propio bolsillo. Por cierto, este fue el único libro de Rubén que no encontró editor en su primera edición, y que el poeta tuvo que pagar por su publicación.

El joven poeta Juan Ramón Jiménez tuvo a su cuidado la edición, pero fue el propio Rubén, quien dijo la última palabra en cuanto a los poemas que se incorporaron y las secciones del libro[1].  El libro está dedicado A Nicaragua. A la República Argentina. La sección de Cantos de Vida y Esperanza está dedicada a José Enrique Rodó.

La sección Los Cisnes a Juan Ramón Jiménez y Otros poemas al doctor Adolfo Altamirano.  Esta sección es la más numerosa con 41 poemas.  Altamirano fue quien logró arrancarle al presidente José Santos Zelaya el nombramiento de Darío como Cónsul en París, tras siete años de insistencia.

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Esta es la breve historia editorial de un libro que hoy está considerado como una de las obras maestras de la literatura española y universal.  El propio Darío nos dice en su Historia de mis libros: “Si Azul… simboliza el comienzo de mi primavera, y Prosas Profanas mi primavera plena, Cantos de vida y esperanza encierra las esencias y savias de mi otoño”.

El crítico chileno Roberto Meza Fuentes coincide con esta apreciación y dice que “Azul… es el libro de la adolescencia de un poeta que adivina el mundo a través de sus sueños”…  “Prosas Profanas, el breviario exquisito de la elegancia formal, el libro de la juventud”…  “Cantos de vida y esperanza, cosecha áurea del maestro que, con mano pródiga, ha derramado la buena semilla en dos continentes, el libro de madurez”.

Pero no hay ruptura entre una y otra obra: todas son parte de un mismo hilo poético.  Como afirma Enrique Anderson Imbert, en los “Cantos presenciamos la crisis del esteticismo de Prosas.  Bajan las luces de las lámparas preciosas encendidas en Francia y suben las llamas del fuego interior”.

Cabe, entonces, considerar los tres libros principales de Rubén como representativos de tres momentos claves de su vida y de su creación poética:

Azul…, como la partida de nacimiento del Modernismo  y de la obra de renovación  y liberación que Darío encabezó en ambos continentes; Prosas Profanas,  joya esteticista, como la más acabada expresión del Modernismo, principalmente en su aspecto formal; y Cantos de vida y esperanza como el más clásico de los libros de Rubén, o como bien dice Eduardo Zepeda Henríquez: “el verso dariano de “Cantos de Vida y Esperanza”  ya no es modernista, sino moderno, con la modernidad permanente de lo clásico”. Es, además, agregamos nosotros, el testamento poético de Rubén Darío.

Don Antonio Oliver Belmás compara “Cantos de Vida y Esperanza” con la Biblia y afirma:

Este libro debe suponer para nosotros como la Biblia de nuestra patria, la Biblia de cada hombre español de aquende o de allende; y españoles llamamos a todos los habitantes de la península, junto con los chilenos, los argentinos, los peruanos, los uruguayos, los paraguayos, los bolivianos, los ecuatorianos, los venezolanos, los panameños, los colombianos, los mejicanos, los centroamericanos, los cubanos, los dominicanos, los puertorriqueños, los filipinos e incluso brasileños, como ya los consideraba Camoens. Y al decir nuestra Biblia, queremos expresar, con metáfora o símil, que Cantos de Vida y Esperanza, más que un Antiguo Testamento, son el Nuevo Testamento de la Hispanidad. Porque el Antiguo Testamento está, por supuesto, en los libros de nuestros descubridores e historiadores de Indias o en los hechos de nuestros auténticos misioneros.  Todo hombre hispano sentirá al leerlos el alto destino de su sangre y de su verbo.  Se sentirá a un tiempo leve rama, honda raíz y tronco corpulento del mismo árbol generoso”.

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Es interesante recordar aquí que cuando Rubén anuncia al poeta Juan Ramón Jiménez el envío de los originales del libro le dice, en carta citada por el Profesor Fidel Coloma González:  “Voy a mandarle pronto, muy pronto, los versos. Ud verá. Hay de todo; más por primera vez se ve lo que Rodó no encontró en Prosas Profanas:  el hombre que siente”.

“Hay de todo”, escribió Rubén. Y, efectivamente, en “Cantos de Vida y Esperanza”, que comprende poemas que van desde 1892 hasta 1905, hay de todo, al punto que don Edelberto Torres dice de este portento que “es un orbe que todo lo humano encierra: los anhelos y esperanzas; el amor y el odio; la tristeza y la alegría; la duda y la fe; el desaliento y el optimismo; la  gratitud y la amistad; la solidaridad americana y el amor a España”.

Rubén Darío, retrato realizado por Castro en plumilla. LA PRENSA/Uriel Molina. Colección Francisco Arellano.
Rubén Darío, retrato realizado por Castro en plumilla. LA PRENSA/Uriel Molina. Colección Francisco Arellano.

Hay dos aspectos fundamentales en “Cantos de Vida y Esperanza” que cabe destacar.

El primero de ellos comprende lo que podríamos llamar los poemas cívicos, donde Rubén se nos presenta como poeta de la raza, poeta de América y de España, verdadero vate que profetiza sobre el destino y el porvenir de las “ínclitas razas ubérrimas”. 

Tales son los extraordinarios poemas Salutación del Optimista, escrito en sonoros y heroicos hexámetros; Al Rey Oscar, Cyrano en España, la Marcha Triunfal, Los Cisnes y A Roosevelt.

Estos cantos representan “el momento cenital de la lírica de Rubén”. Hay en ellos una verdadera profesión de fe en el destino de los pueblos iberoamericanos, que en nuestros días adquiere nueva vigencia y actualidad.  Porque, en un contexto diferente, siguen siendo válidas las ideas claves que inspiraron estos magníficos poemas de Darío.

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Ahora que se habla de globalización, de mercados regionales, de tratados de libre comercio, etc; los pueblos iberoamericanos encontrarán en la relectura de estos formidables poemas, un nuevo evangelio de esperanza, una reiteración en la necesidad de afirmarnos en nuestra identidad de pueblos mestizos, en nuestras raíces culturales, en nuestros propios valores, cuya dimensión universal Rubén cantó con maestría sin par.

Con los Cantos insurge un nuevo nacionalismo hispanoamericano, que por cierto tanto necesitamos en la hora presente.

La otra veta que encontramos en los Cantos es la intimista, la del “hombre que siente”, como lo subrayó el propio Rubén.

Es la angustia vital, las confidencias que aparecen en el poema con que se inicia el libro (“Yo soy aquel que ayer no más decía), verdadera “autobiografía espiritual del poeta”, según Oliver Belmás; y “una alta nota de la poesía en lengua española” según Ernesto Mejía Sánchez; los Nocturnos, Canción de otoño en primavera, que Andrés González-Blanco considera como “una de esas composiciones definitivas que sólo se encuentran en número de dos o tres en la obra de todo gran poeta”.

(Rubén decía: Canción de otoño en primavera es “de todas mis poesías la que más suaves y fraternos corazones ha conquistado”). Otros poemas son A Phocas el campesino; Ay, triste del que un día...;  De otoñoAllá lejos Lo fatal.

Rubén sabía muy bien que en estos poemas había expuesto al desnudo su alma.  Por eso, en Historia de mis libros nos dice, cuando trata de explicar la índole de los Cantos:  “es la historia de una juventud llena de tristezas y de desilusión, a pesar de las primaverales sonrisas; la lucha por la existencia, desde el comienzo, sin apoyo familiar ni ayuda de mano amiga”…  “El título –Cantos de vida y esperanza-,  si bien corresponde en gran parte a lo contenido en el volumen, no se compadece con algunas notas de desaliento, de duda, o de temor a lo desconocido, al más allá”…

“En los Nocturnos “exteriorizo en versos transparentes, sencillos y musicales, de música interior, los secretos de mi combatida existencia, los golpes de la fatalidad, las inevitables disposiciones del destino”…   “En Lo fatal, contra mi religiosidad y  a pesar mío, se levanta como una sombra temerosa un fantasma de desolación y de duda”…  “Ciertamente, en mí existe, desde el comienzo de mi vida, la profunda preocupación del fin de la existencia, el terror a lo ignorado, el pavor de la tumba”…  “Y el mérito principal de mi obra, si alguno tiene, es el de una gran sinceridad, el de haber puesto “mi corazón al desnudo”, el de haber abierto de par en par las puertas y ventanas de mi castillo interior”…

Por eso, Rubén dice, en el poema que sirve de prólogo al libro:  “si hay un alma sincera, ésa es la mía”… …“ser sincero es ser potente; de desnuda que está, brilla la estrella”.

El eximio dariano Ernesto Mejía Sánchez sintetiza así su apreciación sobre los Cantos:  “Esta obra, a un tiempo intimista y universalista, hispanista y americana, cima de su poderío verbal y de vitales preocupaciones, que junta “horas de pesadumbre” y de alegría pasajera, convenció unánimemente a los nuevos poetas de España y América y aun a los críticos adversos o reticentes de aquí y allá”.

Con ella, el triunfo de Darío, y de lo que su obra significó, fue definitivo, -agregamos nosotros-.  Si Darío hubiese escrito únicamente este libro portentoso, “Cantos de Vida y Esperanza”, sería suficiente para consagrarlo como el más alto poeta en lengua española de todos los tiempos.


[1]Años después, Juan Ramón Jiménez depositó los originales de este gran libro en la Biblioteca Hispánica de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.  Fotocopias de los mismos se exhiben en el Museo Archivo Rubén Darío, en la ciudad de León.

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