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Pecados contra Dios

Monseñor Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua, dijo después de la misa que celebró el domingo pasado en la Catedral de Managua, que “cualquier agresión contra un ser humano es un pecado contra Dios. Es algo que envilece, empequeñece a quien lo comete… es una herida que sangra en la sociedad, sobre todo cuando son mujeres indefensas (las agredidas), mujeres detenidas injustamente”.

El obispo Báez dijo eso ante la denuncia del Comité Pro Liberación de los Presos Políticos de Nicaragua, de que el jueves 7 de febrero ocho presas políticas habrían sido golpeadas brutalmente en la Cárcel de Mujeres La Esperanza, por alrededor de 20 carceleros. Una de las golpeadas, Irlanda Jerez, ni siquiera podía levantarse de la cama como consecuencia de la golpiza, según denunciaron su esposo y el Comité Pro Libertad de los Presos Políticos. Además, dos de las presas agredidas fueron sacadas de su celda y llevadas con rumbo desconocido, al menos hasta el momento en que se presentó la denuncia pública.

No es la primera vez que se denuncia maltrato físico contra las presas políticas. En octubre del año pasado, familiares de las reas de la dictadura recluidas en La Esperanza denunciaron que 17 de ellas habían sido brutalmente golpeadas en sus caras y cuerpos por unos 70 guardias encapuchados. De acuerdo con las denuncias, las presas fueron maltratadas como castigo por “faltas” como cantar el Himno Nacional, hacer diademas de colores azul y blanco y ponérselas en la cabeza, pintarse los labios de rojo como símbolo de resistencia pacífica y negarse a que las fotografíen para poner sus imágenes en las redes oficialistas y denigrarlas.

Los periodistas profesionales no pueden verificar estas denuncias de manera independiente, porque las autoridades orteguistas no lo permiten. Pero habiendo dado el régimen orteguista tantas muestras de crueldad, no se puede poner en duda que las presas políticas son maltratadas; lo mismo que los presos políticos varones, que según denuncias de sus familiares y organismos de derechos humanos también son sometidos a maltratos físicos y psicológicos de diversa clase.

La dictadura muestra en sus medios imágenes de algunos presos políticos en situación de aparente normalidad, pretendiendo así demostrar que reciben un buen trato. Pero si de verdad los respetan como es debido, ¿por qué entonces no se permite que organismos de derechos humanos y representantes de la Cruz Roja, acompañados por periodistas independientes, visiten a los presos políticos en las cárceles y los entrevisten libremente?

La tortura y el maltrato a los presos políticos indefensos, sobre todo a las mujeres, es un crimen de inhumanidad que solo pueden cometer seres empequeñecidos y envilecidos por la maldad, como dijera monseñor Silvio Báez el domingo pasado sobre esta barbarie que calificó justamente como un pecado contra Dios.

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