La dictadura no cesa de reprimir a los ciudadanos, inclusive a los que ya están encarcelados, sometidos a juicios de odio y condenados a largas penas de prisión.
Ante esta situación, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha renovado su demanda de que cesen los atropellos del régimen a los nicaragüenses. En tanto que el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, envió a Daniel Ortega una carta en la que le exige poner fin a la represión y le advierte que de lo contrario podría ser objeto de graves sanciones.
Pero también y al mismo tiempo se oyen tambores indicando que se está preparando un nuevo diálogo y negociación política para buscar solución a la crisis nacional causada por la dictadura de Ortega y Murillo. Supuestamente el nuevo diálogo tendría un formato distinto al del año pasado, el cual fracasó porque Ortega se negó a discutir el adelanto de las elecciones con garantías internacionales que era (y debe ser) el tema fundamental de las negociaciones.
Las recientes visitas a Nicaragua de altos funcionarios del Gobierno de Estados Unidos (EE.UU.) y diputados del Parlamento Europeo, y esta semana del jefe de Gabinete del secretario general de la OEA, Luis Almagro, así como informaciones obtenidas por LA PRENSA de fuentes confiables que pidieron anonimato, indican que se está avanzando hacia la reanudación del diálogo con un formato distinto al de 2018. Se dice inclusive que podría ser convocado en el próximo mes de marzo.
Al parecer varios actores internacionales, incluyendo el Vaticano, están participando en los preparativos para la reanudación del diálogo, cuyo objetivo sería el mismo del año pasado. Es decir, sacar al país de la crisis mediante la pronta celebración de elecciones libres y transparentes, a fin de que sean los mismos ciudadanos los que decidan —como es su derecho soberano— el derrotero político que debe seguir este país que cambió para siempre como consecuencia de la revolución de abril de 2018.
Es el destino de Nicaragua lo que se discute, de manera que los ciudadanos deberían saber qué es lo que se está cocinando. Pero al parecer la condición para convencer a Ortega de que vuelva al diálogo y negocie con sus adversarios políticos la solución de la crisis, ha sido el secretismo que tanto le gusta a los regímenes dictatoriales y los individuos conspirativos.
Sin embargo, lo que sería inaceptable en términos absolutos es que el diálogo y la negociación política sean para hacer otro pacto antidemocrático y prebendario, con el propósito de que el país regrese a la situación previa al estallido social de abril de 2018 si es que esto pudiera ser posible.
En todo caso, para que eso no ocurra quienes vayan a negociar con Ortega deben ser personas de irreprochable honestidad, firmeza democrática, habilidad política y capacidad negociadora. Y antes de sentarse a dialogar y negociar con Ortega este tiene que liberar de inmediato a los presos políticos, al menos según como lo propusieron los diputados europeos.