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Sugey Rios, presos políticos

Sugey Ríos Inicia su recorrido antes de las siete de la mañana. LAPRENSA/O.Navarrete

Un día con las madres de los presos políticos

Desde que atraparon a sus hijos, sus vidas se transformaron. Viven entre cárceles, casas de refugio y estaciones de Policía. Cargan paquetes de alimentos, discuten con policías y hacen largas filas. Así es el día a día de las madres de los reos políticos

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A mediados de la tarde Sugey Ríos se sentará por fin en el sillón de la sala de su casa después de haber ido a la cárcel, un centro de detención, las oficinas centrales de la Policía y una estación de distrito. Habrá caminado con un costal a cuestas, tomado buses y caponeras, preguntado a los policías, y vuelto a preguntar, sin recibir respuestas, y al final, como a las dos de la tarde, en ese sofá, se dirá:

—Lo volveremos a hacer hasta que me respondan.

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Lo que Sugey busca en las estaciones de Policía son las pertenencias que llevaba su hijo el 19 de octubre, cuando lo detuvieron. A Ulises Toval Ríos, su hijo de 23 años de edad, ya lo condenaron a 16 años de cárcel. Está en La Modelo. Pero ella todas las semanas busca recuperar la motocicleta, la licencia de conducir, tres celulares y cinco mil córdobas que le quitaron desde aquel día.

Las filas de las visitas familiares. LA PRENSA/O.Navarrete

Sugey vive en Managua, pero hay muchos casos de familiares de presos políticos que todas las semanas llegan desde los departamentos hacia la cárcel La Modelo a dejar una provisión semanal. Se levantan de madrugada para cocinar, pues es el único día de la semana en que sus hijos podrán comer alimentos preparados, toman buses y hacen largas filas para que aun en el encierro tengan lo necesario.

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Acompañamos a varias madres y familiares de presos políticos en la entrega de provisión de todos los martes en la cárcel La Modelo y en las largas filas de las visitas familiares de cada tres semanas. Fuimos a sus casas desde en la mañana, cuando preparan los alimentos, empacan la provisión y caminan buscando una estación de buses para ir a la cárcel. A veces las llaman de urgencia en los juzgados de Managua y en otras ocasiones van a buscar información a una estación de policías.

Así es el pan de cada día de las madres de los presos políticos.


Sobre las visitas

Los familiares entregan paquetería los martes hasta las dos de la tarde en la cárcel La Modelo.

Las visitas familiares son cada 21 días.

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Cada reo tiene derecho a que lo visiten hasta ocho familiares, cuya lista es actualizada cada tres meses.

La mayoría de reos políticos se encuentran en la galería 17, 18, 300, el Infiernillo o en algunos casos en Máxima Seguridad.

La cárcel Modelo se encuentra fuertemente custodiada. LAPRENSA/O.Navarrete

Aunque depende de la disponibilidad en cada caso, los familiares gastan en paqueterías un promedio de 1,500 córdobas semanales.

Los alimentos que introducen son revisados minuciosamente por los guardias del penal. Demoran unos 30 minutos con cada familiar. Por esa razón las filas se hacen largas y demoran mucho más.

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Aunque los días de visita y paquetería, los reos tienen la posibilidad de comer alimentos cocinados, los familiares los llevan congelados para que no se descompongan durante el tiempo de entrega.


Paquetería

Todos los martes, desde que atraparon a su hijo, María del Rosario López llega a entregar la provisión a la cárcel La Modelo de Tipitapa. María del Rosario vive en León, un departamento que queda a 90 kilómetros de la cárcel de Managua. A la capital llega desde el lunes por la tarde, duerme en la casa de una hermana en el barrio Riguero, y se levanta a las cuatro de la mañana del martes para preparar alimentos y el paquete para su hijo.

Óscar Alonzo, hijo de María del Rosario, fue encarcelado por marchar en León. Alonzo tiene un hijo y una pareja, pero la que nunca falta en las entregas de paquetes y las visitas familiares es su madre.

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En total, María del Rosario gasta unos 300 córdobas solo en pasajes todos los martes. “Pero no he dejado de venir ningún día por mi hijo”, dice un martes de febrero que salía de la cárcel La Modelo.

María del Rosario es una señora de más de 60 años de edad, pequeña y bastante arrugada. La única que la acompaña es su hermana menor, quien le brinda una cama para dormir y un plato de cena todos los lunes, para que pueda estar a tiempo en La Modelo al día siguiente.

Las madres que llegan a Managua desde los departamentos llegan a la Modelo desde tempranas horas de la mañana. LA PRENSA/O.Navarrete

“A mi hijo le traigo lo que puedo… Ahí le cargo lo que me dice que le gusta y lo que los hermanos de la Iglesia le mandan”, dice María del Rosario, quien se dedica a vender frutas y verduras en una parada de buses de León.
En la fila de la paquetería, hasta donde LA PRENSA la acompañó, María del Rosario espera de pie. A veces se sienta sobre el bolso de paquetes que le lleva a su hijo. Si le dan ganas de ir al baño, le pide a otra madre que le cuide el lugar. De todos modos cuando regresa, la fila casi no ha avanzado.

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La entrega de paquetería se realiza en un galerón amplió que tiene silletas pegadas contra la pared y unas ocho ventanillas, como la de los bancos, desde donde los guardias del penal llaman a gritos en orden numeral: “¡Número 75, por favor, adelante!”

Unos reos comunes, con gabachas azules, barren durante horas el galerón, mientras que a través de las mallas que cubren el lugar se puede ver un amplio campo verde donde unos policías entrenan a unos perros que corren de un lado a otro. De pronto, por un pasillo se ve a una funcionaria del penal encabezando una fila de mujeres que cargan bolsos y contenedores de plástico.

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“A ellas les toca la visita conyugal hoy”, dice María del Rosario, quien hacía una fila donde había unas 100 mujeres y solamente cinco varones, familiares o amigos de los reos. Una de las realidades que todo mundo sabe y nadie dice es que la cárcel donde encierran a varones es mucho más visitada por mujeres.

“A varios de los muchachos se les han buscado novias falsas para que al menos ese día (en la visita conyugal) se les pueda entregar comida. Existen casos de presos a los que nadie viene a ver ni visitar y esa es una oportunidad para que salgan de la galería”, dice un familiar que omite su nombre.

El pasado martes, Sugey recorrió varias estaciones de policías. LA PRENSA/O.Navarrete

Dramas

A las dos de la mañana Yesenia Estrada se levanta todos los martes para entregar la provisión de su hijo, Byron Estrada, estudiante de Odontología de la UNAN León y quien ahora es acusado de terrorismo.

Yesenia termina de alistarse y tomar un bus para ir desde León hasta Managua a las cuatro de la mañana. Para llegar a la cárcel La Modelo demora cuatro horas, después de tomar dos buses más y una caponera en la entrada del penal.

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Este martes, sin embargo, el paquete semanal no le llegó a Byron. Su abuelo, padre de Yesenia, está grave de salud en el hospital: tiene un tumor en el estómago y lo iban a operar de emergencia la noche del lunes. “Soy la única hija que tiene mi papá, tengo que estar con él”, dijo Yesenia el lunes, cuando todavía no sabía cómo hacerle llegar la provisión a su hijo en la cárcel.

A los dramas de todos los días, se suma el periplo de abastecer las necesidades de su hijo.


La búsquedad de un abogado confiable

Liseth Espinoza estuvo a punto de hipotecar su casa para pagar el abogado de sus cuatros familiares detenidos desde el 10 de agosto. Uno de ellos es Julio César Espinoza, el policía antimotín que se negó a reprimir manifestantes y que por eso lo encarcelaron.

“Como son cuatro familiares los que tenemos, nosotras, desesperadas, hasta íbamos a hipotecar o vender la casa”, dice Liseth Espinoza. “Un abogado privado nos cobraba tres mil dólares y no sabíamos qué hacer”, agrega.

Conseguir una buena defensa para sus familiares sigue siendo un desafío. El primer obstáculo es que la mayoría de los familiares no confían en los abogados que impone la Defensoría Pública. En segundo lugar, casi no existen abogados privados que se hagan cargo de los casos de presos políticos porque temen represalias. La otra dificultad es que la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH) y otras organizaciones que dan asesoría legal gratuita han sido rebasadas por la cantidad de casos que les ha llegado.

Ulises Toval Ríos, hijo de Sugey, fue condenado a 16 años de cárcel. LAPRENSA/O.Navarrete

“Hay abogados que son gratuitos, pero piden para costear papelería e impresiones, pero los familiares no tienen dinero ni siquiera para eso”, dice Aleyda Gadea, familiar de Tobías Gadea, un preso político de Estelí. “Si a la mayoría de los familiares se les dificulta llevar paquetería y trasladarse en los días de visita, menos que tengan dinero para un abogado”, agregó.

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Gadea asegura que los familiares como ella están conscientes de que aunque consiguieran al “mejor abogado del mundo” de “nada nos serviría, pues la sentencia ya viene desde El Carmen”.

Sin embargo, debido a la falta de una defensoría justa, existen casos de presos que tienen semanas de estar detenidos y no se llevan a juicio, o muchos otros esperan una apelación.


El camino

Lo único que se escucha en la casa de Sugey Ríos es el ladrido de un perro siberiano que amarró antes de que llegáramos a su casa. Son las siete de la mañana de un martes de febrero. Sugey ya está bañada, con un contenedor de poroplast en la mano y un saco transparente donde se puede ver empaques de media libra de queso, una bolsa de chicharrones, avena en hojuelas y galletas.

“Todos los martes hago lo mismo”, dice Sugey antes de salir y enllavar la puerta de esta casa que está alquilando en un barrio de Managua, luego de que tuviera que abandonar la residencia que tenía cuando recibió amenazas de simpatizantes del partido de gobierno.

“Yo abandoné mi casa porque me da miedo que le hagan algo a mi marido y a mi hija”, dice Sugey, quien quedó a cargo de andar en todas las vueltas del caso de su hijo, Ulises Toval, mientras su hija y esposo trabajan para pagar los gastos que se acumulan todas las semanas.

Cada 21 días Sugey pude ver a su hijo. LAPRENSA/O.Navarrete

En el paquete que lleva Sugey todos los martes a la cárcel gasta unos 1,500 córdobas. Carga el saco sobre sus hombros mientras espera un bus de Tipitapa. Tiene 42 años de edad y lleva esta mañana una camiseta bajo una chaqueta de mezclilla, una Lycra y unos tenis que dijo ponerse porque sabe que caminará varias cuadras.

Hoy, Sugey Ríos no demoró mucho en la entrega de paqueterías en la cárcel. Fueron más o menos unas dos horas de filas y requisas. “Es raro que cada vez sean menos las personas que vienen”, dice Sugey, mientras espera un bus para ir a Plaza el Sol de Managua, donde iniciará el peregrinar para pedir las pertenencias de su hijo.

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“Estuve preguntando por qué no han venido las madres a la entrega de paquetes. Y todas las que conozco me dijeron que es porque no tienen dinero”, dice Sugey. “Cada vez se les hace más difícil entregarles provisión a sus presos y adentro están sufriendo mucho más”, agrega.

A Ulises Toval Ríos, hijo de Sugey, lo acusan, junto a cinco jóvenes más, de entorpecimiento de servicios públicos, tenencia, portación y uso ilegal de armas de fuego y profanación e incineración del cuerpo del militante sandinista Francisco Ramón Aráuz Pineda, el 16 de junio del año pasado.

A Sugey le dijeron en la estación policial de Plaza el Sol que las pertenencias de su hijo las podría recuperar en el nuevo centro de Auxilio Judicial Evaristo Vásquez Sánchez, ubicado en el barrio Memorial Sandino, al sur de Managua. “Vaya al nuevo Chipote, ahí deben tener las cosas”, le dijo una oficial a Sugey.

Varias madres se han cambiado de domicilio a raíz de la crisis. LAPRENSA/O.Navarrete

Para llegar al nuevo complejo policial se tiene que caminar casi un kilómetro desde la parada de buses hasta la entrada, atravesando una calle recién inaugurada que en horas de mediodía “hasta brilla” cuando cae el sol y “hierve en los pies”, según dijo una de las madres de detenidos que ya se empiezan a acumular afuera de este centro.

Sugey espera varios minutos de pie, a la par de unos 20 familiares que se pegan a la pared del complejo para protegerse del sol.

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—Vaya a la estación 7, donde lo detuvieron —le dice un oficial después de unos minutos—. Llamamos, y ahí le tienen las pertenencias.

Sugey sabía que hoy, como los otros días que intenta recuperar las pertenencias, no se las iban a entregar.

—Aquí no están. A él lo capturaron, lo trajeron aquí por unos minutos, pero ahí nomás lo subieron al Chipote —le contestó un oficial en la estación 7 de Policía.

A las dos de la tarde Sugey abre la puerta de su casa. Lo único que la recibe es el ladrido del perro siberiano. Lo primero que hace es sentarse en un pequeño sofá de la sala de su casa. No está ni triste ni feliz. “Así son todos los días que voy a buscar las cosas, pero lo seguiré haciendo”, dice Sugey, apenas sonriendo.

Una hora después se levanta para ir a la cocina, descongela una carne y aparta unos plátanos verdes, con los que comienza a preparar la cena para su hija y su esposo.

Las madres toman varios buses para llegar con anticipación a la cárcel Modelo. LAPRENSA/O.Navarrete

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