El poeta nicaragüense Ernesto Cardenal fue rehabilitado recientemente por el Papa Francisco en sus funciones como sacerdote. Hacía 34 años, a inicios de 1985, el papa Juan Pablo II suspendió a Cardenal quitándole su condición de sacerdote.
Para entonces fungía como ministro de Cultura del gobierno de Daniel Ortega. Ocupar cargos públicos estaba prohibido en el Código de Derecho Canónico.
Junto a él fueron sancionados también los sacerdotes Miguel D´Escoto, quien era canciller de la República, y Fernando Cardenal, quien era Ministro de Educación.
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“Esa imposición se debe a que no renuncié a mi cargo el cual no puedo dejarlo porque sería abandonar a mi pueblo, porque sería traicionar a mi pueblo. Ante esa disyuntiva de el sacerdocio o traición al pueblo… digo que yo no traiciono al pueblo”, aseguró Cardenal en aquel momento.
El Vaticano instó en varias ocasiones a Cardenal y a los otros sacerdotes a renunciar a los cargos políticos que ocupaban, ya que el cánon 285.3 del Código de Derecho Canónico no se los permitía: “Está prohibido a los clérigos asumir cargos públicos que compartan una participación en el ejercicio del poder civil”.
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Hubo varios llamados de el Vaticano en agosto de 1984, meses previos a que Cardenal fuese suspendido. Uno de los llamados fue hecho por el padre Julián Herranz, secretario de la Comisión Pontifical, quien aseguraba que “ustedes son sacerdotes y religiosos: ustedes no son funcionarios de un poder temporal”.
Tras su suspensión, el poeta nicaragüense dijo: “Esa disposición es injusta y somos víctimas de una injusticia por servir al pueblo, pero seguiré siendo sacerdote para toda la eternidad aunque ahora se me quiten los privilegios que conlleva el sacerdocio, porque esto nadie me lo puede quitar”.
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Para entonces, Cardenal tenía 60 años y dijo que que aceptaba la disposición del papa Juan Pablo II “porque me la han impuesto”. Aseguró, además, que continuaría su sacerdocio “porque el canon religioso dice que se prohíbe ejercer cargos de poder civil, y yo tengo un cargo solamente al servicio del pueblo”.
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Monseñor Pablo Antonio Vega, presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua en ese entonces, aseguró que los sacerdotes sancionados no podrían utilizar el término religioso de presbíteros, sacerdotes, padres o curas y no podrían ejercer el ministerio sacerdotal ni “participar activamente de funciones sacras”.
“No puedo juzgar al Vaticano, pero sí puedo decir que fue una orden directa del papa, quien a su vez la hizo a través de la Sagrada Congregación del Clero”, dijo.
La sanción contra Cardenal se produjo dos años después de la visita del papa Juan Pablo II a Nicaragua, cuando éste lo humilló en el aeropuerto de Managua como castigo por formar parte del gobierno de Ortega. Cardenal aseguró en una entrevista hecha por El Semanario en 1996 que el pontífice le dijo: “usted debe regularizar su situación”, éste se quedó callado y “entonces él lo repitió, no fue que me estuviera diciendo muchas cosas, únicamente la misma frase dos veces y con ese tono brusco que se ve en los videos”, asegura.
“A mi no me importó mucho esa humillación, mejor dicho no me importó nada, Desde que yo entregué mi vida a Dios he tenido humillaciones en seminarios, en la vida sacerdotal, he estado acostumbrado a ellas y no me afectan”, dijo Cardenal.
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“Lo que me duele y lamento es que su santidad Juan Pablo II guarde silencio ante la agresión que sufre el pueblo nicaragüense y su posición política coincide con la (del presidente norteamericano Ronald) Reagan”.
En una cama del hospital Vivian Pellas, Cardenal recibió el pasado domingo 17 de febrero la carta donde el papa Francisco lo rehabilita como sacerdote. Cardenal dijo que recibía “amorosamente” la absolución de la censura canónica.
Después de 34 años y desde esa cama de hospital, el pasado domingo Cardenal volvió a oficiar una misa. La concelebró junto al nuncio apostólico de Nicaragua, Stanislaw Waldemar Sommertag. Ese día volvió a ponerse la estola sacerdotal.