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El amor es una actitud de vida

Vivir en el perdón únicamente lo entiende quien ha experimentado en su propia carne que solo el amor es capaz de revolucionar este mundo, hacerlo más humano y ha sido educado para el amor.

La sociedad en la que vivimos es en gran parte todo lo contrario al amor. No educa para el amor sino para la violencia, la agresividad, la venganza, el ojo por ojo, la muerte. A todo ello nos enseña, de una manera especial, una gran maestra que está siempre en el hogar y que se llama televisión. Como decía un amigo medio anarquista: “Considero como norma establecida que uno tiene que procurar hacer daño a sus enemigos y ponerse al servicio de sus amigos”. Es la ley del “ojo por ojo y diente por diente” (Mt. 5, 38).

Nos cuesta dar la mano al que nos odia, perdonar al que nos ofende y que nos digan que debemos perdonar a nuestros propios enemigos (Lc. 6, 27). Por ello tenemos que ser educados en el amor y empezar a ver la vida con los ojos del corazón de nuestro padre Dios (Lc. 6, 35) y con los ojos y el corazón de Jesús y así ser capaces de hacer lo que Él mismo hizo en la cruz. Perdonar aún a los que le estaban crucificando: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23, 34).

En el mundo de la fe, no cabe crear enemigos, sino amigos (Lc. 6, 35). No cabe hacer y fomentar la enemistad, sino la fraternidad (Lc. 6, 36). No cabe guardar el odio y el rencor, sino estar abiertos siempre al perdón (Lc. 6, 37). No cabe la revolución de las armas y la muerte, sino la revolución de la paz mutua y del amor (Lc. 6, 28-30).

Dios no tiene enemigos, solo tiene hijos. Él solo entiende de perdón y de amor (Lc. 15, 11-32). Nosotros no debemos tener enemigos porque somos hermanos. Lo nuestro es el amor, el perdón (Lc. 6, 27-35). La capacidad de una persona para perdonar siempre ha sido la más noble de las características humanas.

El amor es empezar a mirar la vida no solo desde nuestro yo, si no también desde el yo de los otros. Es sentir la alegría de hacer de nuestra vida un don para el otro, que es mi hermano. Es sentir la alegría de hacer de la vida un servicio también alegre a los demás. Es empezar a enfocar nuestro pensar y nuestro actuar desde la perspectiva del corazón. Quien ama no solamente no tiene enemigos, sino que tiene solamente hermanos.

Necesitamos ser educados en el amor para hacer en nuestros hogares, en nuestros lugares de trabajo, en nuestra sociedad, la gran revolución del amor. Quien ha sido educado en el amor, se da cuenta que no es un ser solitario sino solidario.

Es por eso que Jesús nos llama a ser sensatos y empezar a convivir no en la cultura del ojo por ojo que nos ha demostrado dañarnos el corazón profundamente, sino introducirnos de lleno en la sabiduría del amor. Por eso hemos de tener siempre presente que se perdona, mientras se ama.

El autor es sacerdote católico.

Opinión amor Jesús archivo
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