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Ansias por la liberación

La crisis sociopolítica prendió una luz que estaba oculta. La inesperada reapertura promovida por la nata de la riqueza en la forma de un encuentro con la pareja ejecutiva Ortega Murillo, produjo instantáneas reacciones. Estas estremecieron el piso anteriormente aletargado. Lo que había antes era un panorama gris en cuanto a pronosticar la instalación de un diálogo nacional favorable para el destino de Nicaragua. Cuajó el asombro en gran parte porque hemos vivido sometidos al mutismo, al secreto oficial que ha sido la auspiciadora de la incertidumbre, de la redondez indefinida de la incógnita, razón por la cual el selecto intercambio alcanzó la categoría de una noticia positiva, excepción en el acaecimiento negativo cuyo color por ende oscuro se refleja en las tribunas de la extroversión pública, en algunos medios de comunicación.

Por esa motivación recibí la noticia con el perfil ingenuo de una sonrisa, ni escéptico ni creyente en el convulsivo laberinto de nuestra historia, con la presunción de que las voces de El Carmen con motivo de un homenaje de efemérides luctuoso del general Augusto C. Sandino rompieron el silencio al precisar una fecha determinada producto del esfuerzo para un miércoles que acaba de fenecer para convocar las negociaciones, el diálogo donde lo que ha prevalecido es el monólogo, el silencio como una arteria en las alturas del oficialismo, la iniciativa debe madurar con el sabio impulso de la reflexión, más sabia cuando es engendrada por la humildad y el reconocimiento de los errores tantas veces cometidos sin que haya la mínima recapacitación.

A partir de ahí no fue el candil que originalmente se prendió, sino la luz que sufría un penoso letargo. Aparecieron los previos del equipo nombrado, uno de los cuales fue como condición primaria la liberación de los reos políticos.

Pero en todo lo que se considere en la actuación de las partes hay un factor no adecuadamente evaluado: el factor tiempo. Meses puede durar una negociación, dijo el jefe del Ejecutivo. Y no. Ya no hay tiempo para esa prolongación.

Los escasos límites del tiempo no permiten esa pasiva parsimonia. Un solitario ejemplo en lo económico: vienen las cosechas pero la catástrofe puede darse en la ausencia del financiamiento. Una de las muchas posibilidades que pueden darse en otros sectores como el crucial del entendimiento político que es básico. Eso de que “el tiempo vuela” no es una expresión colgada de las alas de un avión. Su velocidad sigue siendo ignorada.

Trazados los bemoles, lo más trascendente es que se haya convocado al diálogo nacional no para oxigenar metas egocéntricas, sino para poner a Nicaragua en el orden correcto al margen de las vanidosas individualidades: Nicaragua primero.

El autor es periodista.

Opinión
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