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Transfuguismo versus honestidad

El transfuguismo es un cambio de corriente política por intereses personales de políticos sin escrúpulos que acuden de un partido a otro. En Nicaragua es interesante ver cómo una persona que ha sido electa en representación de una agrupación política, luego se traslada a otra solo por codicia. Es desagradable ver cómo un individuo —y el caso más representativo es el diputado Wilfredo Navarro, antes apasionado liberal y ahora ferviente orteguista— cambia de bandera y consigna doctrinaria. Es evidentemente una ruina moral.

En este país, donde todo es fácil para los politiqueros, la vida al amparo del poder y del presupuesto público es como beber miel de una espina, traicionando a los ciudadanos que votan por su organización política, no por persona. De manera que el transfuguismo es un mal ejemplo para la sociedad y algunos que merecían mi, respeto al convertirse en tránsfugas no está exentos de mi valoración peyorativa.

Daniel Zovatto, jurista y politólogo argentino, dice que el transfuguismo es una conducta que atenta contra la voluntad popular y constituye incluso un ejemplo de corrupción personal.

No me ha fallado mi intuición con algunos diputados que se han pasado en los entramados estatales durante un cuarto de siglo. Los ciega el “amor al poder”. Pero no debemos pedirle peras al olmo. Estos políticos desde sus puestos se creen poderosos, pero son despreciables.

Nicaragua ha sufrido bastante el flagelo del transfuguismo. En la Asamblea Nacional, para la legislatura 2011-2016 el FSLN llevaba en su boleta electoral a miembros de micropartidos como Yatama y PRN, este último fragmentado. ¿Qué los motivó? Pues únicamente los intereses personales y de grupo, la búsqueda de espacios y más posibilidades de conseguir beneficios materiales.

En ese quinquenio, el PLC perdió un diputado pero este renunció a su dignidad, aunque sea jactancioso y diga lo contrario.

A un político que era muy respetado en las filas del Partido Liberal Constitucionalista (PLC) de Arnoldo Alemán, según aseguran fuentes internas, en el 2016 le ofrecieron la candidatura a la vicepresidencia de la República, pero como él sabía que su partido estaba debilitado y no tenía posibilidades de ganar, ni siquiera de obtener suficientes diputados, se unió al sandinismo orteguista y en la actualidad goza de una silla en el Parlamento Centroamericano (Parlacen).

A mi juicio, el transfuguismo es una degradación moral personal, pero también socava los cimientos éticos que debe tener un verdadero sistema democrático. No es cierto que en la política vale todo. El servicio público requiere de calidad moral, pero eso no existe actualmente en Nicaragua. El respeto se gana con la honestidad.

La lista de tránsfugas en Nicaragua es larga, pero no vale la pena mencionarlos porque ya todos los conocemos.

El autor es vicepresidente de la Asociación de Periodistas de Nicaragua (APN).

Opinión honestidad transfuguismo archivo
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