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Max Jerez, Nicaragua, Dialogo Nacional

Max Jerez. LAPRENSA/Cortesía

Max Jerez: “Una de las opciones es levantarnos de la mesa de negociación”

El delegado de los estudiantes y jóvenes de la Alianza Cívica, Max Jerez, asegura que los universitarios no permitirán un arreglo entre cúpulas

La última vez que Max Jerez miró a su familia fue en mayo del 2018, justo cuando empezaba el primer Diálogo Nacional y era uno de los delegados del movimiento estudiantil. Desde entonces su vida ha cambiado: no regresó a la universidad donde cursaba el tercer año de su carrera, abandonó su trabajo de medio tiempo y vive en el clandestinaje.

Representando a los movimientos estudiantiles que surgieron a partir de la crisis de abril, este joven de 25 años de edad es uno de los seis delegados titulares de la Alianza Cívica en la negociación con el gobierno de Daniel Ortega que se encuentra en impasse.

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A pesar de que durante dos semanas Max ha conversado con los personeros del régimen, todavía vive en casas de seguridad porque teme que pueda haber represalias en su contra en cualquier momento.

Jerez lo ha visto durante todos estos meses: miembros de la Alianza y líderes estudiantiles encarcelados, perseguidos o en el exilio. El propio Jerez tuvo que huir de la represión de Camino de Oriente el 18 de abril.

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En esta entrevista habla sobre el sentir de los jóvenes, las posibilidades de retirarse de la mesa de negociación de forma definitiva, la negativa del gobierno de que estuvieran los obispos en las negociaciones y las aspiraciones de los estudiantes en este nuevo tablero político del país.

Con el rechazo de la Iglesia para participar en el diálogo y el retiro del Movimiento Campesino. ¿Esto es el final de la negociación?

A como hemos dicho, las negociaciones están suspendidas para que podamos reconsiderar la postura de la participación en la negociación, y esto incluye un tiempo para hacer un proceso de consultas con las diferentes organizaciones, entre ellas el Movimiento Campesino y los otros sectores que conforman la Alianza. Será producto de este tiempo que vamos a tomar una decisión del futuro de las negociaciones. Por ahora, estamos en las consultas y no hemos tomado un decisión definitiva.

¿En todo este proceso de diálogo miró voluntad del gobierno?

Deben haber gestos de buena voluntad del gobierno. Nosotros hemos dicho que ante esta negociación es necesario a los organismos internacionales con la función de garantes. Que haya libertad para los presos políticos que contribuyan a generar un ambiente propicio para la negociación y así continuar con este proceso.

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La Iglesia fue la que rechazó estar en el diálogo. ¿Por qué ahora piden gestos de buena voluntad del gobierno?

La verdad es que dentro del proceso de la pre negociación en la que hemos estado ha habido una indisposición del gobierno hacia la Conferencia Episcopal. Sin embargo, nosotros como Alianza, por el contrario, siempre hemos manifestado nuestro profundo respaldo y confianza en el papel que han desarrollado los obispos. Y esto ha hecho reconsiderar nuestra postura en la negociación.

¿Creen que puedan convencer a la Iglesia de que regrese a participar?

Nosotros nos vamos a comunicar con ellos para entender su postura y así tener una decisión más clara. Así como las consultas que vamos hacer dentro de la Alianza.

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Hay personas que tienen esperanzas en esta negociación. ¿Qué pasará ahora?

Esto es un momento necesario para considerar realmente si esta negociación tendrá frutos. Sabemos que será un buen ejercicio lo que resulte de este proceso. Y todo lo que surgirá será en función de resolver la crisis. Nosotros somos los más interesados de que el proceso de negociación funcione. Que garantice una salida pacífica y definitiva. Esperamos que tengamos las mejores condiciones para que las negociaciones den estos frutos. Y esto pasa porque tengamos las mejores condiciones que garanticen un proceso de negociación verdadero y que garantice la presencia internacional necesaria y el acompañamiento de la Conferencia Episcopal.

¿Dentro de sus opciones está retirarse definitivamente?

Sí. Dentro de este tiempo para reconsiderar nuestra posición incluye la posibilidad de decidir no continuar en la mesa de negociación definitivamente o levantarnos de la mesa.

¿Esto sería el fin de la Alianza Cívica?

Creo que no. La Alianza ha jugado un papel clave. El capital político es indudable y podría seguir desempeñando un mejor papel en la resolución de la crisis.

¿Cómo se está preparando para negociar ?

Desde el año pasado hemos dicho que el diálogo es la salida. Aunque no teníamos claro cuándo se iba a dar este proceso, nosotros estuvimos formándonos desde entonces en temas de diálogo y negociaciones políticas. Lo jóvenes hemos estado en constante capacitación, estudiando procesos similares en otros países, cómo se han desarrollado, viendo los resultados, cómo ver lo interno del proceso, y técnicas o estrategias que nos han servido para estar mucho más conscientes de cómo llevar a cabo este proceso. Tenemos más habilidades que las que teníamos en el primer proceso de diálogo al que fuimos con más urgencia.

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Un sector ha criticado duramente este nuevo diálogo porque creen que beneficia más a Ortega, ¿por qué debemos creer en el diálogo?

El diálogo es una de las alternativas para la resolución de la crisis. No es la única. Puede haber otras opciones, pero es una de las mejores porque nos ayuda a resolver la crisis política de una forma distinta. Venimos de una cultura en que hacemos las cosas por la vía de la fuerza, una historia que nos ha enseñado que vivimos en el círculo de la violencia y que hemos resuelto nuestros problemas políticos por la vía de las armas en muchas ocasiones, y por primera vez tenemos una insurrección cívica que llega a sentar a Ortega en una mesa de negociación.

Para muchas personas sería difícil sentarse con los delegados del gobierno a quienes se les considera cómplices de la represión. ¿Cómo lo vive usted?

En algún momento había que sentarse y solucionar la crisis. Es difícil, yo sé que no es tan fácil de asimilar que representantes de sectores democráticos estén sentados en la misma mesa que los representantes del régimen, pero es un paso necesario: hay que solucionar la crisis entre ambas partes porque de manera individual no podemos, ninguno de los dos puede solucionarla por sus propios medios. Hay que dar el paso, hay que soportar este proceso.

Max Jerez, delegado de la Alianza Cívica. LAPRENSA/Cortesía

Hasta el momento usted se ha mantenido con un perfil bajo. ¿Considera que después de esta negociación podría correr peligro?

Existe la posibilidad de que haya represalias conmigo, pero durante todo este tiempo he tenido que vivir en la semiclandestinidad. Creo que aunque ahora esté en el foco y si las cosas empeoran es probable que tenga repercusión. Pero es un riesgo que estoy dispuesto a asumirlo. Hay que tomar las precauciones, pero es una posibilidad latente. Yo esperaría que de este proceso surjan garantías que nos permitan tener certeza de que no se presentarán este tipo de acciones.

¿Cómo asumen las críticas que los ciudadanos hacen a la Alianza?

Normalmente estamos muy pendientes de la opinión pública y del sentir de la población en general. Tratamos de llevar o recoger las exigencias y demandas del pueblo y de los sectores democráticos, y nos interesa mucho lo que la gente piensa y es por ello que siempre tratamos de incorporar la mayor cantidad de demandas posibles. A veces no comunicamos lo suficiente, pero es porque es parte de este proceso y hay que irlo mejorando.

Antes de abril se pensaba que el sector universitario estaba dormido. ¿Qué pasaba?

Creo que no se debe generalizar la situación de los jóvenes. Evidentemente hay muchos que son de esta idea, que se nos ha inculcado, de que la política es mala, que no tenemos la capacidad de influir en el sistema político. Sin embargo, muchos jóvenes han estado en espacios de formación y de liderazgo desde mucho antes. Y muchos de ellos fueron parte de este despertar. Personalmente estaba muy al pendiente de la situación del país, y para mí fue casi una obligación hacerme partícipe de este proceso.

¿Por qué se metió a estudiar Ciencias Políticas?

Quería formar parte de un cambio. Yo crecí en una situación complicada, mi infancia no fue fácil. Vengo de una familia de clase media baja, con muchas dificultades para acceder a recursos básicos. Mis padres son maestros y me inculcaron mucho la idea de que la educación podía cambiar las cosas. Cuando entro a la universidad yo tenía la idea de cambiar el país, hacer muchas cosas. Siempre han dicho: “Los jóvenes pueden cambiar el futuro”. Bueno, pues, esta es la carrera que te brinda esa oportunidad.

Una cosa es querer cambiar el país y otra es tomar riesgos. ¿Qué le dicen sus padres del peligro que puede estar corriendo?

Evidentemente sienten un poco de temor de mi situación, de la vulnerabilidad de la cual todos somos parte. Pero ellos están bastante orgullosos, aunque sea en este contexto, por lo que uno pueda hacer por el país.

¿Cuáles son las exigencias de los estudiantes y jóvenes a los cuales representa?

Creo que la mayor exigencia de los jóvenes es la construcción de un nuevo país. No tengo duda de que los jóvenes quieren vivir en una Nicaragua diferente. Hay muchas demandas. A veces se cree que los estudiantes solo tienen la demanda de la autonomía universitaria, que es una pero no todas. Creo que los jóvenes quieren una Nicaragua con mejores oportunidades, más abierta, con mejores opciones de vida. Y la transformación del sistema político. No solo del sistema, sino de la cultura política. Creo que los jóvenes tienen la aspiración y el gran reto de cambiar la forma en que los nicaragüenses hemos estado haciendo política en toda nuestra historia.

¿Qué se debería cambiar?

Nuestra cultura política. Mucho de lo que estamos viviendo ahora es parte de lo que hemos hecho. Creo que no es posible que la corrupción sea una de las mayores características de la forma en que resolvemos nuestros problemas. Para que se logre deberían de haber reformas democráticas, una sociedad democrática donde cada sector, cada persona, cada joven, pueda ser escuchado con sus demandas.

¿Qué quiere esta generación de jóvenes que se rebeló en abril?

Creo que la lección que los jóvenes hemos dado al país es que siempre se puede hacer algo para cambiar las cosas. Y eso fue lo que se hizo en abril del año pasado, porque a pesar de que las generaciones más viejas o más experimentadas tienen la costumbre de la resignación, de decir “que todo queda igual, que hay que aceptar las cosas, no se metan en esto, dedíquense a estudiar, a trabajar”, creo que los jóvenes dijeron: “No. Creemos que se pueden tener mejores condiciones”.


Plano personal

Su nombre completo es Max Isaac Jerez Meza y tiene 25 años.

Fue elegido como representante en el diálogo, después de un proceso de consultas y elecciones a lo interno de los cinco movimientos universitarios de la Alianza, según Jerez.

Es músico, sabe tocar flauta y guitarra, y se dedicaba a dar clases privadas para pagarse sus gastos en la secundaria y universidad.

Antes de la crisis de abril, era estudiante activo del tercer año de la carrera de Ciencias Políticas y Gestión Pública de la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli).

Durante dos años consecutivos fue el mejor estudiante de la universidad y uno de los 10 mejores de las universidades del Consejo Nacional de Universidades (CNU).

Afirma que viene de una familia de clase media baja. Sus padres eran maestros y su casa estaba en uno de los barrios de la periferia de Managua, sin acceso a servicios básicos como el agua potable.

Está en las protestas antigubernamentales desde el incendio en Indio Maíz.

Max Jerez huyó por un cauce el 18 de abril, cuando antimotines y turbas vapulearon a protestantes en Camino de Oriente.

Fue uno de los estudiantes que comenzaron a protestar en la Upoli desde el 19 de abril. Jerez es cofundador del movimiento universitario en la Upoli, que se conformó el 24 de abril.

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