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El ortodoxito

No compartíamos los mismos principios y por supuesto teníamos opiniones opuestas sobre el rol del sandinismo en Nicaragua

Conocí a Miguel Mora cuando estudiamos la carrera de Periodismo en la UCA. Se mostraba orgulloso por ser miembro de la Juventud Sandinista y haber prestado el Servicio Militar Obligatorio.

Cuando conversábamos se ufanaba al decir que era ateo marxista leninista castrista. Tenía en su cerebro el casete sandinista —no existía el chip aún—. Decía que entre Revolución y Religión no hay contradicción, el que no brinque es contra, en la montaña enterraremos el corazón del enemigo… entre otros eslóganes. En clases repetía de memoria los conceptos marxistas que nos daban a estudiar para aplicarlos en nuestros análisis de la realidad del país.

¿Cómo estás, ortodoxito? Así le saludaba y de igual manera lo hacía él. Yo, católico; él, ateo. No compartíamos los mismos principios y por supuesto teníamos opiniones opuestas sobre el rol del sandinismo en Nicaragua. No obstante, siempre fue respetuoso, una gran persona, apreciado y respetado en el aula de clases.

Recuerdo una anécdota con el temible profesor Guillermo Ortiz, el del famoso “pregúntote”. Una vez Ortiz llegó al aula de clases y dirigiéndose a Miguel y a mí nos soltó el siguiente regaño: “Vos Miguel y vos Úbeda, ustedes tienen madera para llegar a ser buenos periodistas. Busquen cómo empezar a ejercer ya la profesión en vez de andar jodiendo por ahí”. Estaba arrecho el renco, uno de los mejores docentes en Periodismo.

Yo fui a LA PRENSA y Mora a un medio sandinista. Seguía de muchacho loco. Me dijo que le gustaría ser como Steven Seagal, un experto en artes marciales cuyas películas estaban de moda. Prefiero a Bruce Lee, pensé, aunque no se lo dije. Después vino su experimento de 100 % Noticias en TV y en radio, hasta llegar a su canal que definitivamente pasará a la historia por la manera innovadora de presentar las noticias.

No deseo destacar al periodista y empresario exitoso que hasta el 18 de abril del 2018 se enteró que Daniel Ortega era un dictador. Para los que conocemos y apreciamos al “ortodoxito”, lo más importante y trascendental en su vida y la de los suyos es su conversión. Dios llegó a su vida. En sus programas le escuché sus plegarias al Creador y decir con firmeza que no había buscado ni deseado la prueba que estaba viviendo, pero que confiaba en Dios en que el cambio viene para Nicaragua y nadie lo detiene.

Los eurodiputados, tras reunirse con Mora, dijeron que solo pidió una bujía y la Biblia, donde seguramente repasará los pasajes bíblicos: “Maldito el hombre que confía en el hombre”, Jeremías 17:5; y que el único camino para llegar al Padre es a través de su hijo Jesucristo, Juan 14:6.

Ahora el ortodoxito es un hombre de fe y espero que pronto salga libre, porque es inocente.

El autor es periodista.

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